Los talibanes prometieron mejorar la economía afgana, pero sin acceso a la ayuda internacional y con las reservas monetarias retenidas en el extranjero, el futuro del país, uno de los más pobres del mundo, se vislumbra complejo.
La llegada de los talibanes al poder en Afganistán no fue una buena noticia para la economía del país de Oriente Medio. Lenta, pero sostenidamente, las finanzas del país estaban mejorando en las dos últimas décadas, desde la intervención de Estados Unidos en 2001, gracias a la ayuda internacional y a la adopción de una economía de libre mercado.
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De esta manera, la llegada de un nuevo gobierno talibán, con el objetivo de volver a centralizar todo el aparato productivo, se está convirtiendo en un caldo de cultivo del aumento del déficit, de la inflación y en una importante caída del Producto Interno Bruto (PIB).
El Banco Mundial ya había anunciado en 2019 que la economía afgana estaba moldeada por la fragilidad y la dependencia de la ayuda internacional que según los datos publicados por la entidad, aproximadamente la mitad del presupuesto del país se financiaba con ayuda exterior, pese a que ha menguado ligeramente en los últimos años. Y aunque se firmó un acuerdo para que el país recibiera 12,000 millones de dólares en el periodo entre 2021-2025, la mayoría de estos fondos estaban condicionados al proceso de paz entre el gobierno afgano y el grupo terrorista.
De este modo, con la irrupción de los talibanes en el poder, todos los avances conseguidos, no solo en materia humanitaria y social, sino económica, se tambalean; pues muchos países que aportaban ayudas al país amenazan con retirarlas.
Internamente ya se ven esos efectos. Los bancos se han mantenido cerrados por seguridad durante gran parte de la jornada, y están comenzando a reabrirse lentamente, pero mientras lo hacen, los afganos se apresuran a convertir el dinero local, los afganis, en dólares estadounidenses. Esto está reduciendo el valor del afgani y haciendo subir los precios de los bienes de uso diario.
A su vez, otra fuente de ingresos, las remesas, ascendían a un promedio de casi 800 millones de dólares al año antes de que los talibanes asumieran el control. Sin embargo, los dos mayores transmisores de dinero que operan en el país, Western Union y MoneyGram International, han suspendido sus operaciones en aquel país, cortando también esa fuente de fondos. Pues, afirmaron que la peligrosa situación de Afganistán les ha forzado a paralizar temporalmente las transferencias de dinero.
La decisión supone la eliminación de una de las fuentes de acceso de ayuda financiera para numerosos afganos que reciben dinero de familiares que residen o trabajan fuera del país.
Por su parte, El Banco Mundial, ha congelado los fondos de los proyectos que estaba desarrollando en Afganistán hasta que se aclare la situación política en el país asiático y se sumó a la medida adoptada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) de bloquear el acceso de los activos de reserva y a otros recursos de la entidad, al nuevo gobierno afgano.
Ante este panorama, la mayor parte de los ingresos de los talibanes provendrá de impuestos y derechos de aduana. Sin embargo, con tanto dinero extranjero desapareciendo repentinamente del país, habrá mucha menos actividad económica que gravar. Y a medida que aumenta la inflación y los dólares desaparecen de la economía, es probable que las importaciones también disminuyan drásticamente.
¿China la solución?
Afganistán tiene depósitos estimados en dos billones de dólares o más y, en la medida que mejore la seguridad y reduzca la corrupción, puede ser atractivo para los negocios internacionales. Pues, en el país se pueden encontrar grandes cantidades disponibles de cobre, cobalto, carbón y hierro. También hay yacimientos de gas y petróleo. Pero, sin lugar a duda, el material que destaca sobre otros es el litio. Mineral que tiene una alta demanda para la producción de baterías para celulares y vehículos eléctricos.
De hecho, el departamento de Defensa de EE. UU. había dicho que el país podía convertirse en la Arabia Saudita del litio; Es en este punto donde aparece el nombre de China, un país con el que comparten frontera. Se han presentado muchos informes que revelan la voluntad de China de tomar parte.
Además, el gigante asiático apoya oficialmente el proceso de reconciliación nacional afgano y ha mandado señales que dejan clara su intención de reconocer a los Talibán como gobierno legítimo.
El gigante asiático necesita ingentes cantidades de este mineral, clave en la economía verde que será fundamental de aquí a mediados de siglo para evitar que el cambio climático fulmine el planeta y clave en la fabricación de baterías para la industria del automóvil, donde el país asiático genera el 50% de la producción mundial.
Afganistán, a su vez, tiene lo que China más valora: oportunidades en la construcción de infraestructura e industria, áreas en las que las capacidades de China son posiblemente incomparables, y acceso a depósitos minerales sin explotar.
Evidentemente, los talibanes tienen prisa. Las arcas nacionales se vacían a gran velocidad y no parece que vayan a recibir nuevos flujos en breve plazo…a no ser que China diga lo contrario. (RM)
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