La nación en busca de convertirse en la economía más grande del mundo, se enfrenta a una tasa de crecimiento poblacional preocupante: la cifra se acerca cada vez más a cero. China cuenta con más personas jubiladas que trabajadores activos, los nacimientos disminuyen exponencialmente y la sociedad china no está interesada en seguir procreando.
Con más de 1,400 millones de personas (quinta parte de la población mundial) en 9 millones de kilómetros cuadrados, China ha tenido políticas estrictas para mantener el control de la población y preservar el bienestar del país. Desde 1979 introdujo la política de un hijo por pareja como una medida para evitar la superpoblación.
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Durante esa época, lo impuesto por el estado pareció dar frutos, sin embargo, desalentó tanto a las mujeres que «el nacimiento de un hijo no solo es un asunto familiar, sino también del Estado», comentó en un editorial el periódico chino Diario del Pueblo. Pero el efecto tuvo tanto éxito que rebotó.
En 2015, el país permitió hasta dos hijos por pareja, ahora, en plena pandemia, se vieron obligados a incrementar el límite a tres hijos para contrarrestar la creciente crisis demográfica causada por la política desde su implementación. También les ofrecerá ayudas para fomentar la natalidad, es decir que las autoridades contribuirán a «reducir el gasto de las familias en educación» o a «mejorar las bajas por maternidad».
Basado en datos del último censo desde hace diez años, la cifra de nacimientos en China cayó por cuarto año consecutivo, con 12 millones frente a los 14,65 de 2019, mientras que la tasa de fertilidad quedó en 1,3 hijos por mujer, por debajo del 2,1 estimado por Naciones Unidas para mantener una población estable.
Ante la nueva política, expertos afirman todavía existen prácticas misóginas que imposibilitan la planificación familiar como pretende el Estado. Ye Liu, especialista, dijo a Efe que para fomentar las nuevas medidas hacen falta propuestas concretas capaces de abordar los obstáculos que impiden a las familias tener más hijos, como el coste y la discriminación laboral contra las mujeres en edad fértil o que tienen hijos pequeños.
«En China existen todavía prácticas misóginas generalizadas, como que haya empresas que exijan a las mujeres no quedarse embarazadas a la vez», explica Liu.
De igual forma es necesario aumentar el gasto en primera infancia, el cual actualmente ocupa el 0,4% del Producto Interno Bruto (PIB). Según el Ministerio de Educación chino, solo alrededor del 4,71% de los niños admitidos en guarderías en 2019 tenía menos de 3 años, muy por debajo del promedio de la Unión Europea, del 35%.
La política inicial no solo afectó el crecimiento de la población o desalentó a las parejas, sino que causó un grave desequilibrio de género favoreciendo al sexo masculino a toda costa y la desaparición de niñas, abandonadas o abortadas por la preferencia de un varón en la familia.
Para el 2020, había 34,9 millones más hombres que mujeres lo que en su momento ya suscitó el miedo a que los hijos acabaran solteros y que a las hijas se les concertaran matrimonios de conveniencia. Asimismo provocó el «síndrome del pequeño emperador».
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