El nombre de Chernobyl resuena 36 años después, cuando en la noche del 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la planta de energía nuclear explotó, arrojando material radiactivo por todo el hemisferio norte de la Tierra -desde Checoslovaquia hasta Japón-, lanzando a la atmósfera el equivalente a 500 bombas de Hiroshima.
Ahora, cuando los daños del desastre aún no cesan, el lugar se convierte en uno de los puntos estratégicos para la avanzada de Rusia en territorio ucraniano.
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La Zona de Exclusión de Chernobyl, que fue clausurada por su alto contenido radioactivo; abarca 2,600 kilómetros cuadrados que rodea la planta cerrada.
Dicho espacio se encuentra muy cerca de la frontera entre Belarús y Ucrania. Solo 17 kilómetros separan la zona del aliado de Moscú, Belarús, por donde muchas de las tropas terrestres ingresaron a Ucrania después de haber sido concentradas en dicho país.
Al mismo tiempo, es un lugar estratégico al encontrarse a solo 70 kilómetros de la capital ucraniana, Kyiv.
Para Rusia es también una zona con alta carga simbólica. Muchos consideran que la tragedia de Chernobyl fue una de las principales causas de la caída de la Unión Soviética.
En ese entonces, las autoridades soviéticas no informaron de inmediato sobre los daños de la explosión, aumentando el impacto del material radiactivo sobre la población.
Tras la toma del ejercito ruso, el aumento registrado en los niveles de radiación se asocia al paso de un elevado número de vehículos pesados por la zona en dirección a Kyiv. Estos vehículos habrían levantado gran cantidad de polvo y movilizado algunas partículas radiactivas del suelo.
Es importante remarcar que este aumento se mantiene muy por debajo de los límites considerados peligrosos para la salud.
En definitiva, debe existir tranquilidad respecto al estado de las instalaciones de Chernobyl, del material alojado allí y de la radiación en la zona. La preocupación respecto a la ocupación de Ucrania debe enfocarse hacia otros escenarios.
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