Al celeste y el blanco de su bandera, y el sol que la corona, Uruguay añade un tono verde que lo convierte en ejemplo mundial. El país sudamericano deslumbra al planeta gracias a su rápida transformación ecológica. En apenas 15 años, ha pasado de basar una parte importante de su generación de energía en los combustibles fósiles, a convertirse en uno de los países más sostenibles del mundo. Una modélica transición.
Según la Administración de Comercio Internacional de Estados Unidos, el 98 % de la electricidad que se consumen en Uruguay es renovable (la media mundial no pasa del 24 %) . El dato, sobresaliente por sí sólo, adquiere más valor teniendo en cuenta que, en 2007, un tercio de la energía uruguaya provenía de combustibles fósiles.
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Un avance con amplios beneficios medioambientales y económicos, que según el Foro Económico Mundial (WFE) se apoyó en cuatro claves estratégicas:
Uruguay apostó decididamente por las renovables. Sus inversiones son la gran prueba de su determinación. Por ejemplo, en 2015 el país invirtió un 15 % de su Producto Interno Bruto (PIB) en este tipo de energías, alrededor de US$7 mil millones.
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La producción de renovables fue en aumento de la mano de esta apuesta, llegando a los 14.04 TW en 2021. Supuso un crecimiento interanual del 20 %. Esta inversión, además de generar decenas de miles de empleos, abrió la puerta al negocio. Uruguay comenzó a producir un excedente de energía renovable, que le permitió convertirse en exportador de energía verde a países vecinos, como Brasil (2,200 MW) o Argentina (627 MW).
La estrategia incluye inversiones en hidrógeno verde. «Desempeñará un papel muy importante en la descarbonización mundial, y América Latina tiene la oportunidad de sumarse», señaló el ministro de Industria, Energía y Minas, Omar Paganini.
Uruguay es, tras Dinamarca, el segundo país del mundo con mayor penetración de energía solar y eólica, según detalla en El País Marcelo Mula, presidente de la Asociación Uruguaya de Energías Renovables.
Así, el citado 98 % de la demanda eléctrica está cubierta por:
La Estrategia Climática a Largo Plazo presentada por el gobierno de Uruguay fija el año 2035 como fecha meta para que los nuevos vehículos de pasajeros alcancen las 0 emisiones. Además, el país se unió a la Alianza para la Descarbonización del Transporte, que tiene el objetivo de lograr una movilidad sin emisiones para 2050.
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Para conseguir estas ambiciosos propósitos, el país ha apostado por medidas concretas como reducciones fiscales para los compradores de autos eléctricos, o el abaratamiento de licencias para los taxis eléctricos.
Uno de los grandes obstáculos en la estrategia sostenible de Uruguay nace de una de sus principales riquezas: la ganadería, que supone una fuente importante de gases de efecto invernadero. El país es uno de los diez mayores exportadores mundiales de carne de vacuno. En datos del New York Times compartidos por el WFE, esto implica la emisión de 19 millones de toneladas de gases.
Nuevamente, Uruguay ha tomado medidas encaminadas a reducir la huella de esta actividad. En 2021, LSQA certificó al país como el primero en Sudamérica en exportar carne de vacuno neutra en carbono, gracias a un especial cuidado de los pastos y los bosques. También resultó clave la investigación en profundidad del proceso digestivo de los animales, liderada por un plan ministerial que, según Reuters, contó con un presupuesto de US$70 millones.
Además, Uruguay se sumó el Compromiso Mundial contra el Metano, que tiene como meta reducir el 30 % de emisiones de este gas en una década.
Las empresas tienen la llave para reducir una cantidad importante de las emisiones de un país. En Uruguay se está generando un ecosistema business verde, con startups de ADN ecológico y un escenario especialmente atractivo para compañías innovadoras.
«Es un país con una cultura de consenso, donde los cambios son ampliamente apoyados», apunta Alberto Fernández, socio de la consultora McKinsey en Uruguay. «Esto es muy atractivo para las empresas que buscan un lugar estable para establecerse a largo plazo».
Esta identidad, unida a la apuesta por las renovables, generan un escenario perfecto para empresas verdes. Así, Urugay está atrayendo negocios relacionados con agricultura sostenible, bonos de carbono, combustibles sintéticos o hidrógeno verde, entre otros.
«Estos negocios verdes son una gran oportunidad económica, posiblemente de hasta el 50 % del PIB», apunta Xavier Costantini, socio de McKinsey. «Aceleran el desarrollo socioeconómico e impulsan la sostenibilidad del planeta».
Son, según el Foro Económico Mundial, las cuatro patas que sustentan el ejemplo sostenible de Uruguay, un país que ha convertido la ecología en una apuesta responsable y rentable.
Borja Santamaría
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