La desigualdad económica sigue creciendo en gran parte del mundo. Este fenómeno no es nuevo, pero en las últimas décadas se ha acelerado considerablemente. Según informa el Banco Mundial, el 1% más rico de la población posee más del 40% de la riqueza global. Esta concentración se debe a varios factores económicos.
Las razones detrás de este crecimiento patrimonial van mucho más allá del trabajo duro. Existen dinámicas estructurales que favorecen a quienes ya poseen capital.
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En las economías modernas, el crecimiento económico no se distribuye de manera equitativa. Los ingresos derivados del capital suelen crecer más rápido que los salarios. Esta tendencia fue explicada por el economista Thomas Piketty en su obra El capital en el siglo XXI. Él mostró cómo la rentabilidad del capital supera al crecimiento económico general.
En otras palabras, quienes ya tienen inversiones, bienes raíces o acciones ven crecer su riqueza más rápido que quienes dependen solo de un salario. Esto crea un efecto acumulativo donde los ricos incrementan su patrimonio con mayor facilidad. Además, pueden reinvertir esas ganancias y ampliar aún más la brecha.
Los mercados financieros han sido un motor clave en la acumulación de riqueza. La digitalización y la globalización han facilitado el acceso a inversiones sofisticadas. Sin embargo, no todos acceden a las mismas oportunidades. Los inversionistas con grandes patrimonios cuentan con asesores, información y productos exclusivos que no están al alcance de todos.
Según destaca el Fondo Monetario Internacional (FMI), las políticas monetarias expansivas, como las tasas bajas y la emisión de dinero, han impulsado el valor de activos como acciones y propiedades. Estas políticas, aplicadas tras la crisis financiera de 2008 y durante la pandemia de 2020, beneficiaron principalmente a quienes ya poseían esos activos.
Otro factor clave es la expansión de las grandes empresas tecnológicas y financieras. Estas compañías operan con economías de escala, lo que les permite concentrar mercados enteros. Al dominar sectores clave, estas empresas generan ganancias extraordinarias que van directamente a sus accionistas y ejecutivos de alto nivel.
Este fenómeno es visible en sectores como tecnología, farmacéutica y energía, donde unas pocas empresas controlan gran parte del mercado. El Foro Económico Mundial advierte que este poder de mercado acumulado crea barreras de entrada para nuevos competidores. Así, los beneficios se concentran en un pequeño grupo de actores.
La automatización y la tecnología han transformado la economía global. Aunque generan eficiencia y crecimiento, también concentran riqueza en manos de quienes controlan esas tecnologías. Las empresas que invierten en automatización reducen costos laborales y aumentan sus márgenes de ganancia. Sin embargo, este ahorro no suele traducirse en mejores salarios.
En cambio, las ganancias adicionales se reinvierten o se distribuyen entre los accionistas. Esto contribuye a que la riqueza fluya hacia quienes ya poseen activos. Según el Foro Económico Mundial, la automatización puede profundizar la brecha entre trabajadores calificados y no calificados, aumentando aún más la desigualdad económica.
El diseño de los sistemas fiscales también influye de manera directa. En muchas economías, los impuestos sobre el capital son más bajos que los impuestos sobre el trabajo. Esto significa que quienes obtienen ingresos de inversiones pagan proporcionalmente menos que quienes dependen de un sueldo.
Además, la globalización facilita que las grandes fortunas trasladen su patrimonio a jurisdicciones con impuestos reducidos o nulos. Según advierte la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la evasión y elusión fiscal de grandes fortunas y corporaciones le cuestan miles de millones de dólares a los gobiernos cada año.
Otro factor relevante es la transferencia de riqueza entre generaciones. Las grandes fortunas suelen preservarse y crecer a través de fideicomisos y estructuras legales diseñadas para proteger el capital. Los hijos de familias adineradas reciben acceso a mejores oportunidades educativas, conexiones empresariales y capital inicial para emprender.
Esta ventaja inicial crea un círculo virtuoso para las familias ricas. Mientras tanto, las familias de menores ingresos enfrentan dificultades para acumular activos o invertir en educación.
La globalización también ha presionado a los salarios en muchas economías. Al mover la producción a países con costos laborales más bajos, las empresas reducen costos y aumentan ganancias. Sin embargo, estos ahorros no siempre benefician a los trabajadores en los países de origen. En cambio, incrementan los márgenes para accionistas y altos ejecutivos.
El Fondo Monetario Internacional señala que, aunque la globalización genera crecimiento, su impacto no es uniforme. Tiende a beneficiar más a los propietarios de capital.
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