En un giro inesperado, el presidente estadounidense Donald Trump declaró el cese de hostilidades entre Israel e Irán, poniendo un alto al fuego en una tensa escalada militar que mantuvo en vilo a la comunidad internacional durante casi dos semanas. El anuncio, realizado a través de su plataforma Truth Social, llegó horas después de que Irán lanzara misiles contra una base militar estadounidense en Catar, en lo que pareció ser una respuesta calculada a los bombardeos previos de Washington contra instalaciones nucleares iraníes.
El conflicto, bautizado por Trump como «la guerra de los 12 días», comenzó con un ataque israelí contra infraestructuras estratégicas de Irán, incluyendo centros de desarrollo de misiles y enriquecimiento de uranio. Teherán respondió con una serie de ataques contra territorio israelí, mientras que Estados Unidos, aliado clave de Jerusalén, intervino con operaciones aéreas que destruyeron parte del programa nuclear iraní.
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La cadena de represalias alcanzó su punto crítico cuando las fuerzas iraníes atacaron la base de Al Udeid en Catar, sede del Comando Central estadounidense, aunque sin causar víctimas gracias a una evacuación preventiva.
A pesar del optimismo expresado por Trump, los detalles del acuerdo de alto al fuego siguen siendo vagos. No se ha especificado si el cese de hostilidades incluye compromisos verificables o si simplemente se trata de una pausa táctica.
Mientras el mandatario estadounidense elogiaba la «inteligencia y coraje» de ambos bandos, analistas geopolíticos advierten que la tregua podría ser precaria, dado el historial de desconfianza mutua y la ausencia de mecanismos de mediación internacional.
El ataque iraní a Catar, descrito por expertos como «simbólico», reflejó una estrategia de contención: el número de misiles utilizados coincidió con las bombas lanzadas por EE.UU., y Teherán aseguró que no buscaba dañar a un «país hermano». Sin embargo, el gesto no evitó que las monarquías del Golfo —incluyendo Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Bahréin— cerraran temporalmente su espacio aéreo como medida de precaución.
La comunidad global reaccionó con división ante la crisis. Rusia condenó los ataques estadounidenses como una «agresión injustificada», mientras que China exigió un retorno inmediato al diálogo. Por su parte, el Consejo de Seguridad de Irán respaldó las acciones militares del país, y el Parlamento iraní llegó a proponer el bloqueo del Estrecho de Ormuz, una medida que habría desestabilizado el mercado energético mundial.
En el ámbito diplomático, las perspectivas son igualmente complejas. Las negociaciones para reactivar el acuerdo nuclear de 2015 —abandonado por Trump en su primer mandato— están estancadas. Teherán ha insistido en que no retomará las conversaciones bajo presión militar, mientras que Washington exige límites al enriquecimiento de uranio.
El enviado estadounidense Steve Witkoff mantuvo contactos discretos con autoridades iraníes, pero sin avances concretos.
Los mercados globales, que habían registrado volatilidad durante el conflicto, reaccionaron con alivio al anuncio del alto al fuego. Los precios del petróleo cayeron abruptamente, reflejando expectativas de una desaceleración en las tensiones. No obstante, economistas advierten que la situación sigue siendo frágil: cualquier reactivación de las hostilidades podría generar nuevas perturbaciones, especialmente si Irán decide usar su influencia en grupos armados de la región o recurre a tácticas asimétricas.
Mientras tanto, Israel mantiene su postura de que las operaciones militares eran necesarias para impedir que Irán desarrollara armas nucleares, una acusación que Teherán niega categóricamente.
El secretario de Estado estadounidense, J.D. Vance, afirmó que los bombardeos lograron su objetivo al «enterrar» las reservas de uranio enriquecido, aunque evitó garantizar que el programa nuclear iraní haya sido neutralizado por completo.
Aunque el anuncio de Trump marca un respiro en la crisis, los fundamentos del conflicto persisten. La rivalidad histórica entre Israel e Irán, la presencia militar estadounidense en la región y las ambiciones nucleares de Teherán siguen siendo factores explosivos. Por ahora, el mundo observa con cautela.
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