El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha emitido un drástico recorte en sus proyecciones decrecimiento para la economía mundial en 2025 y 2026, señalando un escenario adverso que podría intensificarse si persisten las tensiones comerciales.
Según su último informe, la escalada de aranceles liderada por Estados Unidos amenaza con desencadenar una reestructuración del orden económico global, con efectos que ya comienzan a reflejarse en los indicadores de productividad, inflación y comercio internacional.
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La institución con sede en Washington revisó a la baja su estimación de crecimiento global para este año, situándola en un 2,8 %, una cifra significativamente inferior al 3,3% proyectado en enero.
Este retroceso marcaría el ritmo más lento desde la recesión provocada por la pandemia en 2020 y el segundo peor desempeño desde la crisis financiera de 2009. Para 2026, la previsión también se ajustó a la baja, con una expansión esperada del 3 %, tres décimas menos que lo anticipado previamente.
El informe subraya que las medidas proteccionistas, particularmente los aranceles impuestos por la administración estadounidense, han elevado las barreras comerciales a niveles no vistos en décadas. Este fenómeno no solo ha generado un shock en la oferta (presionando al alza los precios y reduciendo la eficiencia productiva), sino que también ha debilitado la demanda en las economías socias, afectando su capacidad de producción.
Las revisiones del FMI no han sido uniformes. Estados Unidos, cuyo crecimiento se estima ahora en un 1,8% para 2025 (nueve décimas menos que lo previsto) y un 1,7 % en 2026, enfrenta un escenario de estanflación, con una inflación que podría superar el 3% el próximo año.
China, por su parte, vería su expansión reducida a un 4% en ambos años, medio punto porcentual menos que las proyecciones anteriores.
En América Latina, el freno económico es palpable. México, altamente dependiente del comercio con su vecino del norte, sufrirá una contracción del 0,3% en 2025, en contraste con el crecimiento del 1,4 % que se esperaba antes de la imposición de aranceles.
Brasil, aunque mantendrá un ritmo positivo, crecerá un 2 %, dos décimas menos que lo previsto. Argentina emerge como una excepción, con una proyección revisada al alza (5,5%), mientras que economías como Colombia, Chile y Perú mantendrán expansiones modestas, entre el 2% y el 2,8%.
La región enfrenta un cóctel peligroso:
Inflación en descenso, pero aún alta: Se espera que baje del 16.6% en 2024 al 7.2% en 2025, aunque países como Argentina y Venezuela siguen distorsionando el promedio.
Crecimiento anémico: Con un PIB regional del 2% en 2025, no hay margen para errores.
Problemas estructurales: Baja productividad, dependencia de commodities y sistemas fiscales frágiles limitan cualquier avance.
El Caribe, aunque beneficiado por el repunte turístico, sigue expuesto a shocks externos, mientras que Sudamérica lucha por controlar sus desequilibrios macroeconómicos.
El FMI advierte que el escenario base podría empeorar si las tensiones comerciales escalan. La incertidumbre política y las represalias arancelarias han obligado al organismo a realizar ajustes apresurados en sus modelos, tradicionalmente elaborados en ciclos de dos meses pero comprimidos en solo diez días tras los anuncios de abril.
Históricamente, el Fondo ha tendido a subestimar la gravedad de las crisis. Analistas independientes señalan que, en contextos disruptivos, sus pronósticos suelen ser excesivamente optimistas, lo que sugiere que el impacto final de la actual turbulencia podría ser más severo de lo anticipado.
Aunque el informe no descarta una mejora en caso de que las disputas comerciales se atenúen, el corto plazo pinta complicado. El comercio internacional, motor clave del crecimiento, ya muestra señales de debilidad: el FMI recortó en 1,5 puntos su previsión para 2025 y anticipa solo una recuperación marginal en 2026.
El mensaje del FMI es claro: el mundo se adentra en una fase de reconfiguración económica cuyas consecuencias aún son difíciles de cuantificar. Con aranceles en máximos históricos y un sistema multilateral bajo presión, la ventana para evitar un deterioro mayor se estrecha.
La pregunta ahora es si los líderes globales optarán por el diálogo o profundizarán una guerra que, hasta ahora, solo ha dejado perdedores.
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