En el calendario emocional de muchas mujeres, el Día de la Madre brilla con amor y celebración. Pero para otras, ese mismo día es una herida abierta: la pérdida de una madre o de un hijo convierte esta fecha en una jornada de duelo silencioso. ¿Cómo se atraviesa un día así cuando lo que más pesa es la ausencia? ¿Cómo manejar esa tristeza sin que se desborde en un mundo que parece exigir gratitud y sonrisas?
La psicóloga Elisabeth Kübler-Ross describió cinco etapas del duelo —negación, ira, negociación, depresión y aceptación— que siguen siendo una referencia, pero ya no se entienden como un trayecto lineal ni predecible. “El duelo no tiene una lógica emocional, ni plazos. Es una reconfiguración de la vida”, señala la psiquiatra española Marian Rojas Estapé. La American Psychological Association también aclara que la duración del duelo puede extenderse durante meses o años, dependiendo del tipo de vínculo, la naturaleza de la pérdida y los recursos internos de la persona.
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En contextos empresariales, donde la productividad es la moneda más valorada, este tipo de dolor puede quedar invisibilizado. Mujeres en posiciones de liderazgo, emprendedoras o profesionales independientes tienden a sobrellevar el duelo en silencio, priorizando responsabilidades sobre el cuidado emocional. Pero ¿qué ocurre cuando el silencio se convierte en peso?
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En las esferas de alto rendimiento, muchas mujeres sienten la presión de aparentar estabilidad incluso ante pérdidas devastadoras. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que no expresar el duelo puede aumentar el riesgo de trastornos psicosomáticos, depresión o ansiedad crónica.
Un informe de la Clínica Mayo indica que reprimir emociones ante una pérdida significativa se relaciona con disminución del sistema inmune y desórdenes digestivos, mientras que verbalizar el dolor en contextos seguros reduce la carga emocional hasta en un 40%.
Romper con la cultura del “estar bien” es un acto de valentía. Reconocer que necesitas espacio, ayuda o simplemente un día sin compromisos es, en sí mismo, un gesto de fortaleza.
Los rituales no son fórmulas mágicas, pero sí vehículos de consuelo. Encender una vela, escribir una carta, visitar un lugar especial o cocinar una receta familiar puede ayudarte a reconectar con el amor que sigue vivo, aunque la persona ya no esté. El duelo también puede ser creativo: algunas mujeres diseñan joyas con las iniciales de sus hijos, otras impulsan fundaciones en memoria de sus madres.
“Cuando convertimos el recuerdo en acto, lo integramos. El amor no desaparece, solo cambia de forma”, explica la psicóloga clínica Adriana Ortemberg, especializada en duelo perinatal.
Buscar ayuda no es rendirse; es reconstruirte. Si el dolor afecta tu capacidad para trabajar, dormir o relacionarte, es momento de considerar apoyo especializado. Iniciativas como la Unidad de Atención al Duelo de Santalucía o servicios como Espacio Calma ofrecen acompañamiento psicológico desde antes del fallecimiento (en caso de enfermedad terminal) hasta mucho después de la despedida.
Estos servicios incluyen seguimiento emocional vía videollamadas, WhatsApp o atención presencial, adaptándose a las necesidades reales de las familias. Para mujeres que lideran equipos o gestionan empresas, el acceso a acompañamiento estructurado puede marcar la diferencia entre estancarse en el dolor o permitir que sane con dignidad.
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No existe una palabra en español que describa a una madre que ha perdido a un hijo. Esa ausencia lingüística refleja una invisibilidad social. El duelo parental es, quizás, uno de los más complejos. A diferencia de otros tipos de pérdidas, no se espera que los padres entierren a sus hijos, lo que genera una ruptura profunda en la narrativa vital.
En estos casos, la estrategia más poderosa puede ser la aceptación de la vulnerabilidad. Iniciativas como «RedMadre» en España o «The Compassionate Friends» en Estados Unidos ofrecen espacios para que madres y padres compartan su duelo con quienes han vivido experiencias similares, eliminando el tabú y el aislamiento.
En medio del dolor, también emergen responsabilidades económicas. Según la Asociación Nacional de Servicios Funerarios, el coste medio de un funeral en Latinoamérica oscila entre los 2,000 dólares y 8,000 dólares. Disponer de un seguro de decesos con asistencia emocional puede aliviar no solo la carga financiera, sino también el caos organizativo que suele acompañar a una pérdida.
Saber que existen recursos disponibles —como asesoramiento psicológico, acompañamiento en trámites o incluso ayuda para niños que también están en duelo— permite que el proceso sea menos abrumador y más humano.
El Día de la Madre no tiene por qué ser una jornada de sufrimiento perpetuo. Puede convertirse en un acto íntimo de homenaje, en una pausa para respirar o en una oportunidad para crear nuevos rituales. Si hoy solo puedes llorar, está bien. En cambio, si quieres trabajar como mecanismo de distracción, también está bien. Si decides escribirle una carta o quedarte en cama, está bien.
No se trata de “pasar página”, sino de escribir nuevas líneas con tinta más suave. Porque, en el fondo, el duelo no termina: se transforma. Y tú también.
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