En un mundo donde el algoritmo dicta el ritmo de vida y los niños aprenden a deslizar antes que a hablar, la salud mental en la infancia enfrenta su mayor desafío. La psicóloga Isabel Rojas Estapé, conocida por su enfoque empático y lúcido en temas de bienestar emocional, alza la voz frente a lo que considera una verdadera emergencia silenciosa: la tríada de la incertidumbre, las pantallas y la soledad.
“Muchos adolescentes y jóvenes hoy requieren de un especialista, un psicólogo o un psiquiatra, porque se han desdibujado los vínculos reales en favor de estímulos digitales que saturan pero no sostienen emocionalmente”, señala Rojas Estapé en una reflexión publicada en sus redes sociales a raíz de una entrevista con EFE Salud.
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Desde su perspectiva clínica, Rojas Estapé observa una desconexión emocional alarmante, particularmente entre niños y adultos. “El contacto visual se ha perdido. Y de hecho, en psicología se sabe que cuando miras a alguien a los ojos se produce lo que se conoce como sincronía emocional. Nuestros hemisferios derechos conectan, y esto hace que uno se sienta más comprendido, más aceptado, menos juzgado”, explica.
En un aula, en una comida familiar o incluso en una consulta médica, la pantalla interfiere como tercer interlocutor omnipresente. “Una pantalla hace que no nos miremos a la cara”, dice la psicóloga. “Y sin ese contacto visual, sin ese reconocimiento mutuo, los niños pierden algo básico: sentirse vistos”.
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Una de las afirmaciones más contundentes de Rojas Estapé se refiere al uso temprano de dispositivos electrónicos: “El cerebro del niño no está suficientemente maduro como para que pueda estar estimulado por una pantalla. Estas generan inputs —luz, sonido, movimiento— que sobreexcitan el sistema nervioso y alteran su capacidad natural de atención”.
De hecho, estudios recientes del Journal of the American Medical Association (JAMA) corroboran este enfoque: el uso excesivo de pantallas en niños menores de cinco años está asociado con un menor desarrollo en áreas cognitivas como la atención sostenida, la regulación emocional y la empatía.
Isabel Rojas Estapé es una de las voces que más insiste en recuperar lo básico: tiempo, presencia y contacto real. Desde su rol como psicóloga y madre, aboga por una educación emocional basada en la coherencia interna del adulto: “El niño no aprende lo que le dices. Aprende lo que ve. Si tú estás todo el día con el móvil en la mano, él hará lo mismo”.
Esta perspectiva invita a una reflexión profunda para mujeres en puestos de liderazgo: ¿cómo acompañamos a nuestros hijos en la era digital sin perder nuestra brújula emocional? ¿Qué tipo de vínculo estamos fomentando cuando dejamos que la tecnología ocupe el lugar del afecto?
La apuesta de Rojas Estapé no es por un purismo tecnológico, sino por una priorización del vínculo. “Volver a mirar a los ojos, jugar sin objetivos productivos, sostener el aburrimiento, validar las emociones… Todo eso ayuda al desarrollo saludable del niño”, dice.
La psicóloga también enfatiza la importancia del entorno emocional seguro: un lugar donde el niño sepa que puede expresar su miedo, su enfado o su tristeza sin ser corregido ni silenciado. “Educar no es llenar de estímulos, es acompañar con presencia”, resume.
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Para las mujeres líderes, empresarias y emprendedoras, este mensaje tiene una resonancia particular. En un contexto donde conciliar es muchas veces una lucha solitaria, Rojas Estapé recuerda que el mayor legado no es el éxito profesional, sino el modelo humano que dejamos durante la infancia.
Implementar prácticas conscientes en el hogar —como limitar el uso de pantallas, fomentar el juego libre, hablar de emociones y crear rituales familiares sin tecnología— no solo beneficia a los hijos. También ofrece a las madres una oportunidad de reconexión personal.
Isabel Rojas Estapé nos lanza una advertencia que es también una invitación: el futuro emocional de nuestros hijos depende, en gran medida, de nuestra capacidad para frenar, mirar y estar. En tiempos donde la productividad se mide en clics, tal vez la verdadera revolución esté en apagar la pantalla… y encender la presencia.
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