El memo recordando el «código» que transgrede a la mujer sigue llegando a los correos de miles de colaboradoras en el mundo. Esta práctica «inocente» muchas veces se traduce en lo que se conoce como violencia estética, otra forma de agresión de la que poco se habla y se puede materializar en la reducción de oportunidades laborales para aquellas que no cumplen con los cánones de belleza.
La violencia estética se traduce en una presión desmedida para que las personas, especialmente las mujeres, consigan encajar con el canon de belleza impuesto, aún si eso supone poner en riesgo su salud física y mental.
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A pesar de ser un concepto novedoso, ha sido aplicado históricamente. No ha habido época en la historia de la humanidad en la que no se haya ejercido violencia estética de una u otra forma.
Los imaginarios de belleza han sido muchos en la historia occidental, representados en las venus greco-romanas, las madonnas medievales, las venus renacentistas, las mujeres voluptuosas del barroco… Distintos modelos pero, en la mayoría de casos, su trasfondo era la idea de que la belleza femenina era ser joven, blanca y delgada.
La interiorización de este discurso estético se traslada a todas las esferas de la vida, incluidas el trabajo. Daphnia Ricalde, activista por el body positive conocida en México como La Cuerpa, en una entrevista para Expansión comenta más sobre el tema.
«Este tipo de violencia está tan invisibilizado que se normaliza todo tiempo de interacciones que conlleven un juicio, sólo porque quieren tener total control sobre nuestros cuerpos», dice.
Para Ricalde, es común que en los centros laborales una mujer que no cumpla con los estándares de belleza reciba menos empatía, lo que enturbia mucho el ambiente en que se desenvuelve y afecta incluso sus resultados.
Por su parte, la psicóloga Esther Pineda sostiene que la violencia estética se fundamenta en cuatro formas principales de discriminación» el sexismo, el racismo, la gerontofobia y la gordofobia.
El primer paso para progresar sería establecer un protocolo con el fin de nombrar el fenómeno y generar las condiciones para que la gente identifique un caso de violencia de este tipo en los espacios de trabajo.
«Los centros de empleo no pueden controlar los juicios, creencias, o impresiones que sus empleados tienen de otras personas, pero sí sus acciones, sobre todo si se comenten en un espacio compartido en el que deberían sentirse seguras», dice Ricalde.
Ella recomienda señalar este tipo de violencia cuando suceda y, si es necesario, brindar apoyo psicológico u administrativo a las mujeres que decidan denunciar cuándo sucedan estas agresiones.
Se debe cuidar desde que se redactan los perfiles para las vacantes hasta los criterios para el crecimiento laboral. Si se usa la estética por placer, maquillando, depilando, operando porque se quiere, es totalmente legítimo. Por muy invasiva que sea la práctica, si se ha decidido voluntariamente someterse a la misma, está bien.
Sé como quieras ser, eres libre de ello y nadie debería decirte lo contrario. Claro está, cumple con aquellas exigencias básicas de tu espacio de trabajo, pero sin perder la perspectiva. Ejerce la libertad real y respetuosa.
Por: KR.
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