En un mundo donde los imperios de belleza suelen construirse con marketing agresivo, adquisiciones millonarias y laboratorios de innovación, el de Estée Lauder floreció con una estrategia mucho más íntima: hacer del hogar un santuario de belleza. En su núcleo, la visión de Estée Lauder no era solo empresarial, era emocional. Su marca nació con la idea de que la belleza comienza en casa, y que el perfume, el maquillaje o la crema perfecta no se venden: se cuentan.
Hoy, su nieta Aerin Lauder no solo lleva el apellido, sino también la herencia de esa filosofía que en el marco del cumleaños de Estée ha revelado. Con su marca AERIN —que ya acumula más de 24 fragancias en portafolio— y con su reciente libro Living With Flowers, Aerin continúa la narrativa sensorial de su abuela, recordándonos que el lujo no está reñido con la cotidianidad y que el detalle más simple —como un ramo de gardenias— puede transformar la percepción de una marca.
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Con todos estos éxitos, que solo siguen los pasos de su abuela, Aerin honra el legado de una mujer que enseñó mucho más que lecciones de negocios.
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Estée Lauder fundó su empresa en 1946 con apenas cuatro productos. Su visión era sencilla pero revolucionaria: cada mujer merece sentirse hermosa, todos los días. Pero más allá del mantra publicitario, había una realidad empresarial innovadora. Lauder fue pionera en ofrecer muestras gratuitas, probar productos directamente sobre la piel de las clientas y utilizar relatos emocionales para asociar un aroma a un momento vital.
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La fragancia Beautiful tardó seis años en desarrollarse y aún hoy sigue vigente como un ícono del amor y la feminidad. Su esencia: la rosa búlgara, una de las favoritas de Estée. Según Aerin, ese era su primer recuerdo de infancia con su abuela: “Su aroma. Esa mezcla floral, fuerte y sofisticada, era como un aura que anunciaba su presencia antes de entrar a la habitación”.
Ese enfoque sensorial no solo definió la estrategia de producto. Estée sabía que vender belleza era vender una emoción, una promesa de transformación. “No hay mujeres feas, solo mujeres perezosas”, decía. Esa declaración —incómoda para algunos— fue, en su tiempo, una provocación brillante que sintetizaba su misión: el poder de verse bien estaba al alcance de cada mujer.
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Aerin Lauder representa una nueva generación de liderazgo femenino: uno que no necesita romper con el pasado para proyectarse hacia el futuro. Al contrario, se apoya en sus raíces como una ventaja competitiva. En lugar de reinventar la marca con rupturas drásticas, la ha expandido con coherencia estética y emocional, llevando los valores de su abuela a categorías como velas aromáticas, decoración y libros de estilo de vida.
Durante la pandemia, la línea de velas y fragancias de AERIN tuvo un repunte en ventas notable. ¿La razón? Según datos internos, los consumidores buscaban formas de convertir sus hogares en refugios. “La gente quería escapar del caos exterior. Y el aroma fue un vehículo para eso. Las fragancias te llevan a lugares, a recuerdos, a estados de ánimo”, comenta Aerin.
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Y ese es el verdadero legado empresarial de Estée Lauder: una marca que no envejece porque no se ancla en la moda, sino en la emoción humana. Hoy, el conglomerado Estée Lauder Companies cuenta con más de 25 marcas —entre ellas Clinique, MAC, Jo Malone y Tom Ford Beauty— y genera ingresos superiores a los 15 mil millones de dólares anuales. Pero todo comenzó con un frasco de crema casera y una mujer que entendió que la belleza, para ser vendida, primero debía sentirse.
Al igual que su abuela, en el universo de AERIN, el aroma es una forma de storytelling. Las notas florales no son una moda: son la firma olfativa del linaje Lauder. Desde los lirios que Estée llevó en su boda, hasta las calas que hoy adornan la casa familiar convertida en centro de eventos, cada flor conecta con una memoria y con una intención de marca.
“El marketing emocional que hoy se estudia en las escuelas de negocios, Estée Lauder lo entendía de forma innata”, explica Camille Gil, experta en branding de lujo. “Ella no vendía perfumes, vendía cómo te haría sentir usarlos. Era una visionaria que entendió el ‘valor intangible’ de su producto mucho antes que nadie”.
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En tiempos donde las marcas buscan diferenciarse en medio del ruido digital, el caso de Estée Lauder enseña algo esencial: construir desde adentro. La belleza, cuando nace del hogar, no solo es estética. Es también estratégica. Su legado vive no solo en los productos, sino en una filosofía empresarial donde cada flor, cada fragancia, cada detalle, es una declaración de marca.
Y en esa coherencia íntima entre vida personal y estrategia de negocios, radica el poder suave de uno de los imperios más sólidos y femeninos del mundo.
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