Han pasado 55 años desde que Soledad Álvarez (Santo Domingo, 1950) se dejó guiar por un impulso. Seguramente, sólo lo sabe ella, no era la primera vez que daba el timón a su instinto. Adolescente por aquel entonces, escritora antes de saberlo, envió un cuento titulado «Agonía» al crítico Manuel Valldeperes, de ‘El Caribe’. Fue un acto íntimo, que no compartió ni con los más cercanos. Ese mismo sábado, el cuento estaba impreso en las páginas del diario.
Más de 5 décadas después de ese «llamado imposible de ignorar», Soledad Álvarez escribe un 2022 marcado por el reconocimiento a su talento. A comienzos de año se convirtió en la quinta mujer honrada con el Premio Nacional de Literatura. En octubre, fuera de las fronteras de su República Dominicana, conquistó en Madrid el XXII Premio Casa de América de Poesía Americana.
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«Después de tanto arder» es el título de la obra que mereció su premio más reciente, valorado en €5,000 (US$4,850) y que incluye la publicación del trabajo. Un texto que supone, en palabras del jurado, una «poderosa indagación, entre irónica y melancólica, del paso de tiempo». Además, es «capaz de usar la intimidad como un espacio propio desde el que observar nuestro mundo asolado por guerras y pandemias y de reflexionar sobre el feminismo, la familia o las servidumbres de la pareja«. Se trata de la segunda vez que los versos dominicanos seducen este premio. El primero en lograrlo fue José Mármol con «Lenguaje del mar» (2012).
El galardón se añade a un 2022 brillante para Soledad Álvarez. En enero fue distinguida con el Premio Nacional de Literatura, el reconocimiento más importante que puede recibir un autor en la República Dominicana. La escritora aprovechó la ocasión para reivindicar una causa que persigue con decisión: el fomento de la lectura. «Urge una campaña nacional de la lectura. Urge una escuela comprometida con la creatividad y el juicio crítico por la vía de la lectura», remarcó durante el acto de entrega del premio, celebrado en marzo.
Porque leer es escribir y escribir es expresarse. Porque «el escritor es los libros que ha leído y el tiempo que le ha correspondido vivir». «La lectura y la escritura son una forma de resistencia, tanto más necesaria cuanto mayor es la desesperanza y la oscuridad de espíritu ante el avasallamiento del mercado y la hipertecnología», destacó en su emocionado discurso, en el que reconoció sentir los mismos «aleteos en el corazón» de aquel sábado de 1967 cuando vio publicado su primer cuento.
Poeta y ensayista, Soledad Álvarez formó parte del movimiento conocido como «Joven poesía dominicana» y del grupo cultural «La antorcha». A mediados de los años 70, se graduó en Filología en la Universidad de La Habana, en la especialidad de literatura hispanoamericana. Allí conoció a una de sus grandes influencias. «Todos los escritores tenemos nuestras figuras estelares, las que uno sigue y persigue para siempre. La mía es Pedro Henríquez Ureña desde mis años en La Habana».
Ya en la República Dominicana, Soledad Álvarez fue subdirectora del suplemento cultural «Isla Abierta» y trabajó en el Plan de Extensión Cultural del Banco Central. Formó parte de la directiva de la Asociación de Críticos Literarios, condujo las tertulias del Centro Cultural Hispánico y encabezó iniciativas y seminarios culturales diversos.
Presente, pasado, nostalgia, el momento actual, amor, placer, sensibilidad, inteligencia, bailes entre dos aguas… Elementos que impregnan una obra retadora y valiosa. En 1980 fue galardonada con el Premio Siboney de Ensayo con «La magna patria de Pedro Henríquez Ureña». Con la poesía como forma de vida, le siguieron, entre otros, «Vuelo posible» (1994), «Complicidades» (1998), «Las estaciones íntimas» (2006, Premio Nacional de Poesía), «La ciudad en la poesía dominicana» (2010) o «Autobiografía del agua» (2015).
«Leer es descubrir esa totalidad, los mundos tangibles e intangibles en el mundo humano; vivir todos los tiempos y experiencias, la vida de los otros que nos lleva a nosotros mismos». Es el mensaje profundo de una autora dominicana que conquista corazones, conciencias y premios fuera de las fronteras de su país.
Por Borja Santamaría
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