Existen escenarios bastante interesantes para tratar el cambio climático y un ejemplo de ello, es la Cumbre Mundial sobre el cambio climático que tendrá lugar muy cerca de una fuga de gas metano, el responsable del 40% del calentamiento global. Y no se trata de un chiste, aunque así parezca, estamos hablando de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Glasgow, que se celebrará en el estadio de fútbol Ibrox del Scottish Event Campus; justo a 26 minutos de una fuga de gas metano identificada por la Royal Holloway de la Universidad de Londres, con un equivalente de 50 toneladas al año, o lo que es igual a la cantidad de emisiones que generan 500 vacas. Pero, ¿Cómo se mezclan el cambio climático y mercados financieros?
Sin importar lo que se diga en la COP26, las medidas para cumplir con esos compromisos, tendrán un denominador común: necesitarán financiación para poder llevarse a cabo. Justo aquí es donde entran en juego lo que se conoce como finanzas o inversión sostenible. La inversión sostenible es una filosofía de inversión que considera los criterios ambientales, sociales y de gobernanza, ASG, en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión, desde una aproximación a largo plazo, fondos de pensiones, seguros, capital de riesgo, microfinanzas, entre otros.
Accede a las historias más relevantes de negocios, bienestar y tecnología. Entérate de nuestros rankings y eventos exclusivos. Suscríbete y recibe en tu correo el mejor contenido de Mercado.
Para entender la inversión sostenible, es necesario adentrarse en un océano de acrónimos a veces complicados de descifrar. ISR (Inversión Socialmente Responsable) son las siglas con las que se define este tipo de finanzas con más frecuencia, además de las variables tradicionales (rentabilidad, riesgo…) incorporan lo que se conocen como estrategias ambientales, sociales y gobernanza o gobierno corporativo (ASG).
Esta clasificación de inversiones distingue entre cuatro enfoques: de selección, de integración, de influencia y de impacto. Además incluye siete estrategias: exclusión, simple, screening, basado en normas, best in class, inversión temática sostenible, integración ASG, inversión de impacto y engagement y voting.
El cambio climático no es la próxima gran crisis, es la crisis que ya está aquí. El problema es que se está manifestando en países con menos recursos o menos favorecidos. En los más desarrollados hay ciertos efectos también, por ejemplo con olas de frío que bajan desde el polo, inundaciones en Alemania o en Rusia. Así, el cambio climático se presenta ante los mercados financieros como un fenómeno de doble cara, puesto que es al mismo tiempo un riesgo y una oportunidad.
“Por un lado, supone un riesgo financiero sistémico de gran envergadura y con un horizonte temporal de largo plazo”, afirma Andrea González, subdirectora general de Spainsif, una plataforma de referencia para inversión sostenible y responsable en España. “Las pérdidas económicas derivadas del cambio climático conectan de forma directa con la pérdida de valor de los activos cotizados en los mercados financieros mundiales, con cambios radicales en el perfil de rentabilidad/riesgo de las empresas y, en último término, con la resiliencia y solvencia de los sistemas financieros. Una señal clara de la consideración de este riesgo es que los bancos centrales, a partir del año que viene y como parte de sus labores de supervisión, llevarán a cabo tests de estrés climáticos a la banca. Por otro lado, representa una oportunidad de obtener rentabilidades en actividades relacionadas con la mitigación y la adaptación al cambio climático. Las temáticas que atraen mayores volúmenes de capitales en este sentido son la eficiencia energética, las energías renovables y las redes de transmisión de energía; en concreto, las inversiones en energía solar, transporte bajo en carbono, energía eólica y las formas de almacenamiento de energía”.
Los inversores cuentan con algunas herramientas útiles a la hora de saber qué empresas son las que están poniendo en marcha planes de sostenibilidad en general y contra el cambio climático en particular. Los índices de sostenibilidad son una de ellas. Funcionan como los índices bursátiles, pero lo que miden es la reputación corporativa respecto a asuntos medioambientales o sociales, entre ellos la lucha contra el cambio climático. El primero y posiblemente el más relevante de todos es el Dow Jones Sustainability Index (DJSI), en realidad un conjunto de índices encabezados por el DJSI World. Fue creado en 1999, como producto de la alianza entre la gestora Robeco y S&P Dow Jones.
La relevancia de los índices de referencia sostenibles es tal que uno de los puntos del Plan de Acción en Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea es el desarrollo de dos estándares de construcción de benchmark climáticos. Estos estándares presentan distintas trayectorias de descarbonización dependiendo de la ambición del inversor: bien sea protegerse de los riesgos climáticos (EU Climate Transition Benchmark), bien sea estar en la vanguardia de la transición ecológica (EU Paris Alligned Benchmark).
Para suplir las carencias de los índices de sostenibilidad, en junio de 2020 la Comisión Europea adoptó una taxonomía para saber qué actividades contribuyen a la mitigación del cambio climático y definir con más exactitud qué son y qué no son finanzas sostenibles.
A la vista de los datos, la lucha contra el cambio climático comienza a ser rentable también económicamente. El futuro más inmediato parece haber elegido ya su color, y es el verde. (NF)
Con la compra de tu suscripción digital, recibes acceso a contenido premium dentro de nuestra plataforma web.
Acceso exclusivo a noticias, entrevistas y artículos
Acceso prioritario a eventos
Newsletters digitales diarios
Acceso exclusivo a noticias, entrevistas y artículos
Acceso prioritario a eventos
Newsletters digitales diarios
Newsletters especiales y especializados
12 ediciones digitales de Mercado
12 ediciones digitales de Market Brief
Nuevas ediciones al instante en tu correo