Expresar con claridad lo que necesitas, sin dejar de considerar a tu entorno, muchas veces no se aplica a los entornos laborales. Por un lado, reconocer a los adictos al trabajo, capaces de renunciar a todo en su vida personal son sencillos de identificar; mientras que, existe otro perfil del que se habla menos, y son aquellos que han sucumbido a la cultura del esfuerzo, quienes lo dan todo por la promesa de un futuro más feliz y próspero.
Esta cultura parece haberse enquistado en las organizaciones, eliminando todo límite saludable como la definición de roles, comportamientos aceptables y la sana convivencia que permiten la creación de climas saludables.
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En un artículo de Vogue, el psicólogo Javier Estrada Campayo habló sobre este tema. «El éxito depende en gran medida de habilidades como la tenacidad, la constancia o la dedicación. En esta búsqueda de superación, la sociedad ha añadido aspectos como la competitividad y celeridad, asimilando factores como el sacrificio, la entrega y el esfuerzo».
Todo esto ha creado una cultura que le da vida a nuevos conceptos de éxito, que solo puede ser obtenido mediante trabajo duro y renunciar a un estilo de vida equilibrado. Lo crítico es que las organizaciones alimentan esta conducta tóxica, permitiendo que prime la producción y el rendimiento por encima de otros parámetros.
Una de las habilidades blandas mejor valorada por las organizaciones es la resiliencia, que con frecuencia puede confundirse con un positivismo tóxico. Y esto se manifiesta en las organizaciones como la persistencia en objetivos inalcanzables.
Alimentar este tipo de conductas provoca que los empleados desarrollen una mayor capacidad a adaptarse a situaciones adversas y traumáticas, ignorando la realidad y las emociones negativas. Con esto llegan a minimizar situaciones intolerables en contextos laborales, en relaciones de pareja, etc.
Algunas organizaciones que buscan promover el bienestar laboral se abanderan en temas como el team building, que se convierte en un gas laboral, que oculta las mismas políticas de esfuerzo con la falsa percepción de «familia laboral» o «esfuerzo de equipos eficientes». Esto se puede convertir en desmotivación, falta de compromiso y mucha confusión, llegando incluso a desembocar en cuadros de ansiedad, pérdida de autoestima y del propósito.
Ante esto, lo mejor es comenzar a poner límites.
Es importante aprender a poner límites o se cae en una actitud complaciente que lleva al estancamiento y el fracaso en el logro de los objetivos a largo plazo. Según una encuesta realizada por la Asociación Americana de Psicología, el 60 % de los colaboradores considera que la falta de equilibrio entre el trabajo y la vida personal es su principal fuente de estrés.
Por supuesto, implementar estas medidas puede ser un reto, pero existen estrategias para abordarlo.
Según el IEIE existen 6 estrategias que puedes aplicar para que consigas poner límites, sin afectar a la organización para la que trabajas.
Identifica tus límites.
Antes de establecer límites saludables, es importante que hagas un ejercicio de autoconocimiento. Responde varias preguntas vitales, como ¿qué me hace más feliz en este momento? Y trata de hacer estas actividades más seguido, que te proporcionen satisfacción vital fuera del trabajo.
Además, es importante que tengas claro cuáles son tus objetivos personales más allá del ámbito profesional, disponiendo de proyectos que te permitan afianzar y desarrollar otras cualidades con las que puedas descubrir tus fortalezas y debilidades.
Aprende a decir «no».
Aquí la asertividad entra como un recurso regulatorio de las personas proactivas, gracias a la delgada línea que existe entre ofrecer tu ayuda y decir que sí a todo tipo de propuestas. Los «no» en este caso deben provenir del autocuidado, evitando aquellas tarea que pondrían en riesgo tu salud física y mental.
Dedica tiempo al cuidado personal.
Haz ejercicio, come bien, duerme lo suficiente, practica técnicas de relajación y meditación, así como aparta tiempo para disfrutar de tus aficiones. Esto es fundamental al momento de alcanzar el bienestar emocional, reforzando la autoestima y la capacidad de concentración, ambas útiles en el crecimiento profesional.
Conoce claramente tu rol y metas laborales.
Esta es la base de los límites, si tu rol no está claro no será posible delimitar tus tareas y optimizar tus procesos. Algunos superiores tienden a destinar más tareas de las que corresponden, comprometiendo la efectividad.
Prioriza tareas cada día.
Si todo es urgente, entonces nada es urgente. Dedica los primeros momentos de la jornada a identificar cuáles serán las metas que lograrás en el día y las que puedes posponer. Y lo que no puedas abordar pero es urgente, entonces delégalo.
Establece horarios claros.
Los horarios te ayudan a establecer tiempos de descanso, esta será la primera línea divisoria que se manifiesta evidente entre lo laboral y lo personal. Establece horarios de trabajos y cúmplelos.
Por: Karime Rivas.
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