A sus 27 años, Lavinia Valbonesi está haciendo algo poco común para una primera dama latinoamericana: redefinir el poder desde la moda, la diplomacia y el activismo. No se limita a acompañar a su esposo, el presidente ecuatoriano Daniel Noboa, en actos protocolarios. Ella impone narrativa, estilo y agenda. Y lo ha dejado claro durante la reciente gira presidencial por Europa, donde su presencia ha captado tanta atención como los acuerdos bilaterales.
En el Palacio de Buckingham, su aparición con un vestido estructurado, discreto pero elegante, fue destacada en los tabloides británicos como un ejemplo de “diplomacia vestida con inteligencia”. En Francia, su traje monocromático de dos piezas –minimalista pero con guiños a diseñadores ecuatorianos emergentes– confirmó que su guardarropa no es una frivolidad, sino una estrategia de posicionamiento.
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Lavinia no se viste solo para impresionar; se viste para representar. En tiempos en los que la imagen es poder, Valbonesi está aprovechando el “soft power” de la moda para proyectar una imagen renovada de Ecuador: joven, moderna y global.
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Con más de un millón de seguidores en redes sociales, Lavinia no es una primera dama tradicional. Es nativa digital, influenciadora de salud y bienestar, madre y activista. Su perfil híbrido, más cercano a una CEO de marca personal que a una figura institucional, la convierte en una anomalía y, al mismo tiempo, en un modelo emergente de liderazgo femenino en América Latina.
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Pero detrás de los filtros y los estilismos hay una convicción clara: utilizar su visibilidad para atacar uno de los problemas más urgentes y persistentes de Ecuador: la violencia de género. En un país donde 7 de cada 10 mujeres ha sufrido algún tipo de violencia, Valbonesi ha levantado una bandera incómoda, pero necesaria.
Lo hace sin un cargo oficial –el rol de primera dama no está regulado en Ecuador– y sin presupuesto estatal, apelando a alianzas con el sector privado.
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A través del Proyecto Ana, ha articulado una estrategia con tres fases: prevención, atención y capacitación. Uno de sus pilares, la “Caravana Escolar”, se ha desplegado en colegios públicos para ofrecer atención médica integral, con énfasis en salud sexual y reproductiva. El objetivo: reducir embarazos adolescentes y romper ciclos de vulnerabilidad que afectan especialmente a niñas en comunidades rurales.
“No es normal que en una clase haya 12 chicas embarazadas a los 15 años”, dijo recientemente en entrevista con Politico. Su tono es directo, sin eufemismos, propio de alguien que no necesita agradar a la élite política, sino conectar con una audiencia más amplia y joven.
Valbonesi encarna un nuevo tipo de liderazgo femenino que se despliega en capas: es fotogénica, sí, pero también estratégica. Influye desde la estética, pero apunta a la ética. Representa a la generación Z en el poder: pragmática, digital, multitasking y sin miedo al juicio de los círculos tradicionales. En un continente acostumbrado a primeras damas que se diluyen en lo ceremonial, ella apuesta por una primera dama ejecutiva, visible y con agenda propia.
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Sus reuniones con figuras como Jill Biden no han sido protocolarias: han servido como espacios para tejer alianzas sobre temas sensibles, como la protección de mujeres y niños.
Algunos analistas ya comienzan a preguntarse si su plataforma es solo un puente hacia un futuro político más activo. No sería la primera. Pero, por ahora, Lavinia Valbonesi parece estar concentrada en consolidar su legado desde un rol no oficial, pero con alto impacto.
Durante el segundo mandato de Noboa, que se extenderá hasta 2029, Lavinia seguirá bajo los reflectores. Pero lejos de conformarse con ser “la esposa de”, está sentando las bases para ser “la líder que”. Y lo está haciendo con una fórmula poco común en el poder: sin corbata, sin cargos públicos, pero con estrategia, carisma y una clara misión.
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