La visita de Usha Vance, esposa del vicepresidente de Estados Unidos, ha encendido las alarmas en Groenlandia y en toda Europa. Lo que podría haber sido una gira protocolaria más se ha convertido en una jugada estratégica de la administración Trump, en su afán por reforzar la presencia estadounidense en el Ártico. Detrás de los actos oficiales y la diplomacia de rigor, su llegada sugiere una nueva fase en la presión de Washington sobre Dinamarca para ampliar su control sobre la región.
Con una sólida trayectoria como abogada y un papel discreto en la política de su esposo, Usha Vance ha emergido como una figura clave dentro de la Casa Blanca. Graduada de Yale y exasistente del juez Brett Kavanaugh, su influencia en la administración de J.D. Vance es innegable. Aunque no ocupa un cargo político oficial, su viaje a Groenlandia, junto a altos funcionarios, sugiere una participación activa en la estrategia geopolítica de Trump.
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Aunque la agenda oficial de Usha Vance incluye reuniones culturales y la asistencia a una carrera de trineos tirados por perros, filtraciones desde Washington sugieren que la visita tiene objetivos más profundos. Medios estadounidenses han revelado que podría estar acompañada por el secretario de Energía, Chris Wright, lo que apunta a negociaciones sobre recursos energéticos en la región.
Para aumentar las sospechas, la asociación groenlandesa de trineos tirados por perros ha negado haber invitado a la delegación estadounidense, lo que pone en duda la versión oficial y alimenta la percepción de que EE.UU. opera con discreción para avanzar en su agenda en el Ártico.
Desde que se anunció la visita de Usha Vance, la seguridad en Groenlandia ha sido reforzada. La Policía Nacional de Dinamarca ha desplegado agentes adicionales y unidades caninas, mientras que el primer ministro groenlandés, Múte B. Egede, ha calificado el evento como un factor de «desorden» en la ya frágil estabilidad de la región. Acompañada por el asesor de seguridad nacional de Trump y otros altos funcionarios, Vance no es solo una visitante más; su presencia se interpreta como una declaración de intenciones.
Trump, en su afán por afianzar su control sobre el Ártico, retoma su política expansionista con Groenlandia en la mira. En 2019, su intento de comprar la isla fue recibido con indignación por Dinamarca y la Unión Europea. Hoy, la estrategia parece haber cambiado, con un enfoque más discreto pero igual de agresivo.
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Más allá de la política, el interés de EE.UU. en Groenlandia radica en su riqueza de recursos naturales y su posición clave en el Ártico. La isla alberga vastos yacimientos de tierras raras, críticas para la industria tecnológica, así como reservas de uranio y petróleo. Además, el deshielo del Ártico ha abierto nuevas rutas comerciales entre Asia y Europa, haciendo que Groenlandia se convierta en un punto estratégico para el comercio y la seguridad global.
China y Rusia también han mostrado interés en la región, lo que intensifica la presión sobre la Unión Europea y la OTAN para reforzar su influencia. La apertura de una oficina de la UE en Nuuk en 2023 es una respuesta directa a estas tensiones, aunque los líderes europeos aún carecen de una estrategia unificada para contrarrestar las ambiciones de Trump.
La llegada de Usha Vance a Groenlandia es una pieza más en la estrategia de Trump para ampliar el dominio de EE.UU. en la región. Mientras Washington intensifica su presencia, la Unión Europea enfrenta el desafío de definir su postura ante la creciente influencia estadounidense.
Con la sombra de Washington proyectándose sobre la isla, el destino de Groenlandia sigue siendo incierto. Sin una respuesta contundente de Europa y Dinamarca, la administración Trump podría estar allanando el camino. Especialmente para consolidar su presencia en una de las regiones más disputadas del planeta.
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