En el competitivo universo de la moda, donde las pasarelas dictan narrativas globales y el branding se convierte en un idioma propio. Victoria Beckham ha sabido construir una marca que, más allá del estilo, comunica visión empresarial. Lo que empezó como una aventura creativa tras su etapa como Spice Girl, es hoy una firma de lujo que cotiza cada colección como una declaración de poder estético. Pero el verdadero movimiento estratégico de Victoria va más allá de las telas: ha enseñado a sus hijos (particularmente a Brooklyn y su hija Harper) a hablar el idioma de los negocios con la fluidez de una generación que nació global.
Victoria Beckham Ltd., lanzada en 2008, ha evolucionado de una marca emergente a un referente dentro del ready-to-wear de lujo. Aunque durante años ha enfrentado desafíos financieros —en 2022, el reporte anual de la firma reflejó pérdidas de 5,9 millones de libras—, el viraje hacia una estrategia más digital y comercialmente agresiva está rindiendo frutos. Según el último informe de la empresa, los ingresos crecieron un 42% durante el último año fiscal, impulsados por la expansión de su línea de belleza y una apuesta renovada por el e-commerce.
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La ex Spice Girl no solo lidera el diseño creativo, sino que toma decisiones estratégicas sobre distribución, márketing y diversificación de productos. Al frente del negocio, ha desarrollado alianzas clave —como la inversión del fondo Neo Investment Partners en 2017— que le han permitido capitalizar el valor de marca construido a lo largo de décadas. Hoy, Victoria no es solo una diseñadora; es una operadora de marca en toda regla.
Desde pequeña, Harper ha ocupado un lugar privilegiado —pero no pasivo— en el universo Beckham. Su presencia en las primeras filas de los desfiles de Victoria Beckham, sentada junto a Anna Wintour o Edward Enninful, no es simplemente parte del espectáculo familiar. Es parte de una estrategia silenciosa pero efectiva de exposición temprana al mundo de la moda, el lujo y, sobre todo, los negocios como narrativa.
Los estudios sobre sucesión en empresas familiares apuntan que la exposición temprana y el modelaje parental tienen un efecto directo en la inclinación emprendedora de la próxima generación. Según el Family Business Institute, el 30% de las empresas familiares llegan a una segunda generación, pero solo el 12% alcanza la tercera. Para sobrevivir, estas marcas necesitan más que herederos: necesitan líderes que comprendan desde jóvenes el ADN empresarial. Harper podría estar dando sus primeros pasos en ese camino.
El debut público de Harper no fue solo emotivo, sino estratégicamente revelador. En una era donde las marcas de moda de lujo buscan desesperadamente relevancia generacional y conexión emocional con sus audiencias, la figura de Harper representa un puente: una voz joven, auténtica y con acceso directo al storytelling interno de la marca.
Pero si Victoria maneja el timón, Brooklyn Beckham es la vela que impulsa el barco en las aguas del consumo digital. Con más de 15 millones de seguidores en Instagram y campañas con marcas como Pepe Jeans, Superdry o Silk (la línea vegetal de Danone), Brooklyn representa la evolución del celebrity marketing: no solo posa, sino que construye narrativas en línea que elevan el alcance de cualquier producto o marca.
Aunque su carrera como fotógrafo o chef ha sido recibida con críticas mixtas, lo que nadie pone en duda es su capacidad para conectar con una generación visual. En un contexto donde el 70% de los consumidores entre 18 y 34 años decide sus compras influenciados por creadores de contenido —según datos de Statista—, Brooklyn es un activo estratégico en la construcción de marca familiar.
Victoria ha entendido que, en el siglo XXI, los negocios también se heredan por influencia. Brooklyn funge como modelo, portavoz y puente entre la marca Victoria Beckham y la audiencia millennial. En sus redes, aparecen menciones sutiles —y no tanto— de productos de la línea de belleza VB, contenidos creados con su esposa Nicola Peltz y colaboraciones que refuerzan la imagen de un lifestyle aspiracional, pero accesible.
No solo Brooklyn se proyecta como embajador del legado Beckham. Romeo, el segundo hijo, ha trabajado con Puma y Burberry; Harper, la más joven, ha sido parte de campañas publicitarias familiares, convirtiéndose en una figura pública desde temprana edad. Todos, a su manera, refuerzan el posicionamiento de una familia que no solo es famosa, sino financieramente estructurada.
En una época donde las grandes dinastías se redefinen entre relevancia digital y estrategia financiera, los Beckham apuntan a un modelo empresarial que combina glamour, herencia y visión de largo plazo. Victoria no solo diseñó una marca de ropa; diseñó un ecosistema donde sus hijos aprenden el negocio desde la primera fila.
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El crecimiento de Victoria Beckham Beauty, lanzado en 2019, marca el siguiente gran capítulo. Con un enfoque en productos limpios, formulaciones científicas y packaging minimalista, la línea ha sido bien recibida por la crítica y el consumidor. Según Business of Fashion, el mercado global de la belleza de lujo alcanzará los 42 mil millones de dólares en 2025. Y Victoria quiere una tajada significativa de ese pastel.
En este camino, Brooklyn podría jugar un papel clave. Su presencia en plataformas como TikTok y sus colaboraciones digitales podrían actuar como catalizadores del crecimiento de VB Beauty. El reto es claro: convertir la fama en equity, y el estilo en sostenibilidad financiera.
Victoria Beckham ha logrado lo que muchos empresarios aspiran: traducir una marca personal en una empresa con proyección internacional. Pero su verdadero legado podría estar en enseñar a sus hijos a hablar, con fluidez y propósito, el idioma de los negocios. Y lo hacen no con trajes y corbatas, sino con contenido, estilo y visión compartida.
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