Lady Gaga acaba de reescribir la historia del entretenimiento. Más de 2,5 millones de personas asistieron al concierto gratuito que ofreció en la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, consolidando no solo su estatus como icono cultural y artístico, sino también como una figura clave en el engranaje económico de la industria musical global. A pesar de la controversia en torno al rendimiento en taquilla de Joker: Folie à Deux, la artista ha demostrado que su poder de convocatoria permanece intacto y que su influencia va mucho más allá de la gran pantalla.
Con esta cifra, Gaga no solo supera el récord previo establecido por Madonna (1,6 millones de asistentes en 1993), sino que se convierte en la artista femenina con el concierto más multitudinario de la historia. Pero lo que parece una anécdota épica en términos de espectáculo, es en realidad un movimiento estratégico con implicaciones directas en la economía del entretenimiento, el turismo y la marca personal.
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El fenómeno Lady Gaga en Copacabana no fue un simple espectáculo musical: fue un generador masivo de valor. Solo en Brasil, el impacto económico de este evento se estima en decenas de millones de dólares, desde el gasto hotelero y gastronómico hasta el refuerzo en transporte, seguridad y merchandising local. Río se transformó, durante días, en un hervidero de actividad económica, y lo hizo con una protagonista femenina al frente de todo.
A escala global, los datos refuerzan el valor del fenómeno: los 100 tours más exitosos de 2024 generaron más de 9.500 millones de dólares, lo que representa aproximadamente un tercio de los ingresos totales de la industria musical mundial (29.600 millones, según la IFPI). La música en vivo es hoy el motor más rentable del negocio, y las mujeres como Gaga, Beyoncé o Taylor Swift lideran esa transformación con una visión empresarial que trasciende el escenario.
Lady Gaga no solo canta: dirige, diseña, innova. Ha construido una arquitectura empresarial en torno a su figura que abarca desde Haus Labs (su línea de cosméticos), hasta asociaciones con Valentino y Dom Pérignon, pasando por roles estelares en cine. El macroconcierto en Río no fue improvisado. Fue una ejecución quirúrgica de marketing, branding y expansión internacional, con el mismo rigor estratégico con el que se lanza un nuevo producto global.
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Gaga llevaba 12 años sin tocar en Brasil. Su regreso coincidió con el lanzamiento de su álbum Mayhem, y precede una ambiciosa gira internacional que arrancará en Singapur. El momentum es clave: la artista ha sabido capitalizar la expectación y el contexto sociocultural con una inteligencia de mercado propia de las grandes compañías.
Pero este fenómeno tiene su cara B. A medida que los macroconciertos se convierten en la nueva norma, los formatos medianos y pequeños enfrentan dificultades cada vez mayores para sobrevivir. Aunque en España, por ejemplo, la música en vivo creció un 25,3 % en ingresos en 2024 (725,6 millones de euros), el grueso de esta rentabilidad proviene de los grandes recintos. En paralelo, el número promedio de entradas vendidas por espectáculo cayó un 14,9 %, mientras que el ingreso promedio por show bajó un 6,9 %, según datos de Pollstar.
Esto revela un fenómeno desigual: mientras unas pocas estrellas concentran la mayoría de los ingresos y recursos, el resto del ecosistema se ve presionado por costes crecientes, baja rentabilidad y barreras regulatorias que dificultan la sostenibilidad de la música en vivo en circuitos independientes.
A diferencia de otras épocas, las mujeres ya no solo protagonizan el cartel: lo lideran. Beyoncé con Renaissance World Tour, Taylor Swift con The Eras Tour y ahora Lady Gaga con su imponente show en Río, están redefiniendo las reglas del juego. Sus giras no solo llenan estadios; también revitalizan economías locales. Además disparan empleos temporales y elevan el estándar de lo que un show puede significar como experiencia y motor económico.
Además, estas artistas están rompiendo esquemas tradicionales en la industria del entretenimiento, aún marcada por profundas desigualdades de género en puestos de dirección y producción. Al asumir el control total de sus marcas, estas mujeres demuestran que el liderazgo femenino en la industria no es solo posible, sino rentable.
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Lo ocurrido en Río de Janeiro no debe leerse únicamente como una hazaña artística. Es un recordatorio de cómo el talento femenino, cuando se gestiona con visión empresarial, puede impactar mercados enteros. En una era donde la atención es la moneda más valiosa, Lady Gaga ha vuelto a demostrar que sabe cómo convertirla en capital real.
La industria musical ha entrado en una nueva fase, dominada por macroeventos, economías de escala y estrellas que operan como conglomerados. Y Lady Gaga, con su voz, sus cifras y su visión, no solo canta para las masas: también marca el compás del negocio del espectáculo.