La designación de Brooke Rollins como secretaria de Agricultura por parte del presidente electo Donald Trump no solo refuerza la tendencia de su administración de priorizar lealtad y experiencia política dentro de su círculo cercano. También plantea interrogantes sobre el futuro de las políticas agrícolas en los Estados Unidos.
Rollins, una veterana de la administración Trump y presidenta del America First Policy Institute, llega al cargo con una trayectoria que combina liderazgo en think tanks conservadores y un profundo conocimiento de las dinámicas agrícolas y políticas del país.
Nacida en Texas, Brooke Rollins se graduó en desarrollo agrícola en la Universidad Texas A&M antes de obtener su título en Derecho en la Universidad de Texas. Este doble enfoque académico en agricultura y derecho cimentó su trayectoria profesional, que incluye roles clave como abogada penal, secretaria en un juzgado federal y líder en el Texas Public Policy Foundation, un influyente centro de pensamiento conservador. Además, fue asistente del exgobernador Rick Perry, experiencia que consolidó su influencia en las políticas estatales y nacionales.
Durante la primera administración Trump, Rollins ocupó el cargo de directora de Política Nacional. Allí fue clave en el diseño de estrategias alineadas con la agenda de “America First”. Su experiencia en este rol y su cercanía a Trump la posicionaron como una candidata natural para liderar el Departamento de Agricultura (USDA).
El USDA, fundado en 1862 por Abraham Lincoln, es una de las dependencias más importantes del gobierno estadounidense, con un alcance que trasciende la agricultura para impactar la seguridad alimentaria, la salud nutricional y las economías rurales. Bajo su mando, Rollins deberá supervisar una serie de programas que van desde la regulación de productos agrícolas hasta la administración de ayudas alimentarias para las comunidades vulnerables.
Trump ha prometido priorizar los intereses de los agricultores estadounidenses, pero su historial de políticas comerciales proteccionistas, como los aranceles impuestos durante su primer mandato, ha generado tensión en el sector. China, uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos, implementó medidas de represalia que afectaron exportaciones clave como la soya y el maíz. Rollins tendrá la difícil tarea de equilibrar estas políticas con la necesidad de mantener la competitividad del sector agrícola en el mercado global.
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Uno de los mayores retos que enfrentará Rollins será la implementación de las Guías Dietéticas 2025-2030, que establecerán nuevos estándares para las dietas saludables en Estados Unidos. Estas pautas impactarán directamente programas federales como el de Almuerzos Escolares y el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), afectando a millones de ciudadanos. En colaboración con el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), Rollins podría desempeñar un papel crucial en la promoción de alimentos más saludables, en línea con las recientes propuestas de eliminar productos ultraprocesados y limitar el acceso a comidas chatarra mediante los beneficios de SNAP.
La sostenibilidad también será un tema central. Con el cambio climático impactando directamente la producción agrícola, Rollins deberá enfrentarse a la presión de equilibrar los intereses de los agricultores tradicionales con las demandas de prácticas más sostenibles. Esto incluye fomentar tecnologías agrícolas innovadoras y fortalecer las cadenas de suministro para garantizar la seguridad alimentaria.
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La confirmación de Rollins por el Senado, controlado por los republicanos, parece un hecho consumado, pero su nominación podría reavivar el debate sobre la dirección de las políticas agrícolas bajo la administración Trump. Su historial como defensora de las prioridades de “America First” sugiere que podría priorizar el proteccionismo y las políticas centradas en los agricultores locales, pero también plantea preguntas sobre su capacidad para manejar crisis complejas, como las guerras comerciales y el impacto del cambio climático.
En un contexto donde la agricultura es un sector fundamental para la economía y la seguridad nacional, el liderazgo de Brooke Rollins podría redefinir la forma en que Estados Unidos aborda los desafíos y oportunidades en el campo. Con una combinación de experiencia política, lealtad a Trump y conocimiento en el sector agrícola, su nombramiento promete marcar un nuevo capítulo para el USDA, en un momento de transformación global para el comercio y la seguridad alimentaria.
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