Existen frases que pueden marcar una vida e Iris Apfel lo sabe perfectamente. En sus primeros años, recibió sin querer aquella que sentenciaría su vida profesional. Frieda Loehmann, fundadora de los famosos almacenes Loehmann’s le dijo, «No eres guapa y nunca lo serás, pero no importa. Tienes algo mucho más importante. Tienes estilo». Lo que para una recién llegada pudo haber sido una razón de peso para liderar una retirada, se convirtió en el principal motivo para hacerse un hueco, eso sí, valiéndose de su principal encanto: su estilo personal lejos de los cánones de belleza de la época.
Esta mujer estilosa desde hace nueve décadas y socialité neoyorquina por excelencia, se convirtió en alguien incombustible y pionera prescriptora de estilo, asegura que adquirió su primer complemento a los 11 años. «Soy una niña de la Gran Depresión, no teníamos mucho dinero. Nadie lo tenía. Y cuando conseguías un poco, aprendías a gastarlo sabiamente», aseveraba.
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Esta singular dama nació en el New York de los años 20. Su madre poseía una boutique y su padre un negocio de importación. Formada como historiadora del arte por la Universidad de New Yorky por la Escuela de Arte de la Universidad de Wisconsin, Iris trabajó en la revista Women’s Wear Daily, donde se dejó cautivar por el teatro y el cine, a la vez que cultivó su afición por los museos y los libros. Cada paso de su carrera previa a su etapa como empresaria ayudó a Iris a refinar su talento para ponerlo a punto, de cara a la creación de una empresa conocida, sobre todo, por la exquisita fábrica de textiles que representó.
Ella, por su parte, se casó con Carl Apfel. Y junto a su marido, orientó sus pasos profesionales hacia el mundo del interiorismo. Ambos crearon la marca Old World Weavers y juntos se convirtieron en exitosos decoradores de interiores llegando a asesorar a nueve presidentes estadounidenses.
Desde Harry S. Truman hasta Bill Clinton, confiaron en su exquisito gusto por el interiorismo, muy alejado del minimalismo y defensor del abastecimiento de las estancias con el mayor número posible de elementos. Credenciales más que suficientes para convertirse, con rapidez y solvencia, en una eminencia de la decoración de interiores que, haciendo uso de las relaciones profesionales que contrajo durante su etapa empresarial, significaron un adelanto de lo que estaba por venir: una fama mundial que traspasaría las fronteras de un estudio de trabajo. Un estilo de vida con reconocimientos y comodidades que no siempre fue así.
Con Old World Weavers, Iris prestó servicios de decoración a estrellas de Hollywood, teniendo como clientas asiduas a Greta Garbo, Esteé Lauder y Patricia Nixon. Hollywood y la Casa Blanca nunca estuvieron tan cerca de sentarse a la mesa como cuando Iris Apfel hizo de anfitriona de un estilo elegante de aires excéntricos.
Fue en 2005, con 84 años, cuando la fama mundial se hizo presente en su vida. Ese año se convirtió en la protagonista de una exposición en el MET de New York. La socialité de melena blanca, labios rojos y enormes gafas de pasta negra vio cómo su colección de joyas y ropa de alta costura motivó la celebración de una exhibición en uno de los museos de mayor renombre de la ciudad y testigo de su larga vida. Más de 80 piezas de su propiedad desfilaron ante los ojos de curiosos. Creaciones de Nina Ricci, Dolce & Gabbana y Dior colmaron los deseos más infantiles de una ya veterana Iris Apfel.
Desde entonces, las revistas y marcas de moda han puesto sus ojos en ella. Y todo ello se ha materializado en campañas para, entre otras cosas, la firma & Other Stories o MAC, y una línea de joyas mediática y ofrece perlas como que el estilo es curiosidad y sentido del humor o que lo importante no es la fiesta, sino vestirse para ella.
«De pronto me he convertido en una estrella geriátrica. Mi marido y yo nos reímos mucho con la situación. He estado haciendo esto toda mi vida y ahora me encuentro con montones de revistas, sobre todo europeas, que están escribiendo sobre mí. ¡Pero yo no estoy haciendo nada distinto a lo que he hecho durante los últimos 70 años!», apuntaba al respecto.
Pionera en el arte de combinar piezas de mercadillo con prendas de firma, en su fondo de armario conviven tesoros de Dior, Versace o Lanvin con collares africanos. Coleccionista infatigable, se confiesa alérgica a las nuevas tecnologías: «Cualquiera que me quiera, puede encontrarme por teléfono. El correo electrónico y los móviles sólo han hecho torpe y aburrida a la gente joven. Ya no saben cómo hablar y comunicarse». Y añade: «De hecho no me gusta lo moderno. Las tendencias vienen y van. Me gusta la ropa atemporal, lo simple, lo que puedas llevar mucho tiempo, aunque actualmente todo es usar y tirar». (KR)
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