Así Balenciaga desafía el status quo del lujo - Revista Mercado
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Así Balenciaga desafía el status quo del lujo

Por | abril 22, 2025

En un entorno donde las casas de moda apuestan por reinterpretaciones seguras de su archivo, Balenciaga hace lo contrario: revierte, invierte y subvierte. Bajo la dirección creativa de Demna Gvasalia —que en marzo de 2025 fue nombrado director creativo de Gucci, cerrando una década icónica al frente de la maison— Balenciaga no se limitó a honrar su legado: lo detonó. Lo transformó en un manifiesto contemporáneo donde lo político, lo performativo y lo sartorial se entrelazan con una osadía pocas veces vista en la industria.

Desde su fundación en 1937 por el diseñador vasco Cristóbal Balenciaga, la maison se distinguió por su dominio de la forma, su maestría en la costura y su independencia creativa. Pero el verdadero arte de la firma siempre estuvo en su capacidad para anticipar lo que viene. En su época, Cristóbal ya era un maestro en siluetas vanguardistas, jugando con el volumen y reinterpretando la indumentaria española con un lenguaje absolutamente moderno. Hoy, Balenciaga vuelve a ser epicentro de disrupción estética.

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De museo a manifiesto

El Balenciaga de Demna (y ahora su legado inmediato) ha dejado atrás las referencias complacientes. Sus desfiles —celebrados en escenarios que simulan desde el Parlamento Europeo hasta los confines digitales de The Simpsons— fueron plataformas conceptuales que reformularon lo que significa vestirse hoy. Más que moda, Balenciaga ofrecía un comentario social encarnado en prendas que hacían del exceso una declaración.

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Entre las piezas más simbólicas de su gestión: chaquetas acolchadas que simulan armaduras, botas-leggings que rehúyen toda proporción tradicional y abrigos que abrazan el cuerpo con una estructura casi arquitectónica. Estas no son prendas, son ideas, y su objetivo no es halagar el cuerpo femenino, sino armarlo. Como señala Vanessa Friedman del New York Times, «Balenciaga viste a la mujer para confrontar, no para seducir».

Invertir el armario contemporáneo: ¿Qué significa eso?

En lugar de reforzar los códigos clásicos de feminidad, Balenciaga los invierte. Los blazers oversize reemplazan al clásico «power suit»; los jeans destruidos, a la falda lápiz; las siluetas desestructuradas, al vestido entallado. En palabras de Gvasalia: “El lujo no debe ser aspiracional. Debe ser real. De lo contrario, no tiene relevancia cultural”. Su estética anti-glamour no responde al canon tradicional del lujo, sino a una visión más inclusiva, más política, más urbana.

Y mientras muchas marcas continúan representando a la mujer como musa etérea, Balenciaga la arma como protagonista. La elige andrógina, desafiante, incómoda a veces. Mujeres como Isabelle Huppert, Kim Kardashian y Cardi B han sido embajadoras de esta visión: distintas entre sí, pero con un factor común —poder escénico.

¿Qué sigue para Balenciaga?

La salida de Demna marca un punto de inflexión. Su dirección no solo reposicionó a Balenciaga en la conversación global, sino que redibujó el mapa de lo que significa el lujo hoy. Su partida hacia Gucci deja en suspenso el futuro estético de una de las casas más provocadoras de Kering, pero también abre la puerta para una posible relectura del archivo con nuevos ojos.

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Los movimientos estratégicos del conglomerado no son casuales. Según cifras de Statista, Balenciaga se mantuvo entre las cinco marcas más influyentes del mundo en 2023 y 2024, superando en engagement digital a firmas como Dior y Louis Vuitton. El impacto de sus colecciones no solo se medía en ventas —que crecieron un 18% interanual en el último trimestre de 2024—, sino en conversación, cultura y viralidad.

¿Una revolución femenina?

Para las lectoras de negocios que entienden la moda no solo como vestimenta sino como lenguaje, Balenciaga representa un caso de estudio de cómo una firma puede liderar desde la irreverencia y construir valor sin complacer al mercado, sino desafiándolo. La firma ha demostrado que la disrupción —cuando se ejecuta con visión estratégica y coherencia creativa— no solo es rentable, sino profundamente influyente.

En tiempos donde las marcas buscan “autenticidad”, Balenciaga propone algo más radical: verdad estética. Y esa verdad, con frecuencia, incomoda. Pero también inspira, empodera y moviliza.

Hoy más que nunca, Balenciaga no se viste. Se habita. Y, en esa experiencia, redefine lo que una mujer puede —y quiere— ser en el escenario contemporáneo.

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