Amaya Arzuaga, icono de la moda española, decidió cambiar los reflectores de las pasarelas internacionales por el entorno tranquilo de los viñedos en Ribera del Duero. Tras más de dos décadas como figura prominente en París, Londres y Nueva York, la diseñadora burgalesa se reinventó para llevar el apellido familiar a un nuevo nivel, transformando el negocio de la moda en un ambicioso proyecto gastronómico y vitivinícola.
En el corazón de la «milla de oro» de Ribera del Duero, abrió el restaurante Taller, que obtuvo una estrella Michelin en 2020, convirtiéndose en un referente en la alta cocina.
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Amaya Arzuaga creció en el taller textil de su madre en Lerma, Burgos, donde desarrolló su pasión por el diseño. Estudió moda en la Universidad Politécnica de Madrid y, apenas dos años después, lanzó su propia marca, debutando en la Pasarela Gaudí y en Cibeles.
Su visión creativa la llevó a desafiar las tendencias tradicionales, destacando por sus diseños deconstruidos y volúmenes innovadores. Sin embargo, no se conformó con el éxito en España: conquistó Londres, Milán y finalmente París, convirtiéndose en una embajadora de la moda española en el extranjero.
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A pesar del éxito en mercados internacionales, la crisis económica obligó a Amaya a cerrar su tienda en Madrid. Sin embargo, su pasión por el diseño la mantuvo enfocada en encontrar nuevas oportunidades. “Hoy en día, la moda no se hace por dinero, sino por pasión”, afirma.
Esa misma pasión fue la que la impulsó a iniciar una nueva etapa en los viñedos familiares, donde decidió abrir un restaurante de alta gastronomía. El desafío no era menor, pero su habilidad para reinventarse le permitió superar las expectativas y alcanzar el éxito en un sector totalmente distinto.
Inaugurado en 2018, el restaurante Taller forma parte del complejo Arzuaga, que incluye un hotel & spa y una extensa bodega en la finca La Planta. La propuesta culinaria de Taller es liderada por la chef Sara Ferreras, con un enfoque en ingredientes locales y de temporada.
El menú cambia cuatro veces al año para reflejar la frescura del producto, destacando la obsesión de Amaya por ofrecer una experiencia gastronómica innovadora. “Si un plato no funciona, lo cambiamos sin dudarlo. Todo debe estar en constante evolución”, explica Arzuaga.
El éxito del restaurante se debe también a su enfoque sostenible. La finca cuenta con 1,500 hectáreas de viñedos, huerto ecológico, colmenas y gallinas que proporcionan huevos frescos. El uso de productos locales es clave en la experiencia del comensal. Además, la energía del restaurante proviene de placas solares y se evita el uso de plásticos, una muestra del compromiso de la empresaria con el medio ambiente.
La atención al detalle que caracterizó a Amaya en la moda se refleja ahora en cada rincón de Taller. Desde los cristales finos de marcas premium como Zalto y Riedel, hasta la madera reciclada de las mesas, cada elemento ha sido cuidadosamente seleccionado para elevar la experiencia del cliente. La sumiller Irene González gestiona una amplia carta de vinos con más de mil referencias, y la música es seleccionada por el DJ Javier Peral, aportando un ambiente único al restaurante.
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La sala, decorada en tonos oscuros con ventanales que ofrecen vistas a los viñedos, es el escenario donde Amaya sigue demostrando su ojo crítico. “El desfile de platos es como una pasarela”, comenta. La atención a la estética y a la armonía es fundamental: “No puedo evitarlo, forma parte de mi ADN”. Además, la mayoría del personal en sala son mujeres, una decisión que, según Arzuaga, aporta delicadeza y atención al detalle.
Amaya Arzuaga no se conforma con el éxito alcanzado. Después de obtener la primera estrella Michelin en 2020, su próximo objetivo es conseguir la segunda. “No creo en quedarse estancado. Siempre hay algo que mejorar y evolucionar”, afirma. Esta filosofía de constante innovación es la que llevó a Amaya a destacar en la moda y ahora a buscar nuevos logros en la gastronomía. Aunque sus inicios fueron en el mundo del diseño, su pasión por crear experiencias únicas la ha convertido en una empresaria visionaria.
“En la moda conseguí mucho, pero en la gastronomía siento que puedo alcanzar aún más”, reflexiona. Con una trayectoria que abarca desde las pasarelas de París hasta los viñedos de Ribera del Duero, Amaya Arzuaga es un ejemplo de reinvención y perseverancia.
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