Es inevitable llenarnos de orgullo cuando revisamos la historia y vemos tantas mujeres llenas de valentía, como aquellas que dieron forma a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tantos nombres emblemáticos como el de Eleanor Roosevelt, Hansa Mehta, Begum Shaista, Bodil Begtrup, Marie-Helené, Evdokia Uralova, Lakshmi Menon y nuestra diplomática Minerva Bernardino.
Son varias las fotografías que aún circulan en las que aparece Minerva junto a Eleanor Roosevelt, una mujer que fue promotora de los derechos de las mujeres en el ámbito internacional hasta 1998. Fue también primera vicepresidenta del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas y la primera vicepresidenta de UNICEF.
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El Seibo le sirvió de cuna en el años 1907, en el centro de una familia liberal. A los 15 años esta mujer revolucionaria quedó huérfana y se mudó a Santo Domingo, donde finalizó la escuela secundaria como parte de una generación de normalistas, las mujeres latinoamericanas que persiguen educación más allá de la escuela primera y empezó una carrera en el servicio civil de la República Dominicana.
A finales de los años 20 ya comenzaba a alzar su voz como feminista en el país y logró que la constitución dominicana recogiese de manera explícita la igualdad de los derechos de la mujer. La atención de Bernardino estuvo centrada en la desigualdad y las mujeres tras la experiencia vivida cuando promocionó en el servicio civil pero no recibió un aumento de sueldo porque el gobierno rechazó pagar a cualquier mujer un sueldo mayor que el de sus compañeros hombres. En su autobiografía llegó a decir que, «fue este el impacto que me lanzó a la lucha por los derechos de la mujer.
Minerva fue señalada como parte del cuerpo de espionaje de la tiranía trujillista
La escritora Kathleen Tesch, narra una divertida anécdota de Minerva en su libro Diplomacia: ¿Demasiado importante para dejársela a los hombres?. Una vez, la persona que presidía una sesión de la Asamblea General se dirigió a las mujeres delegadas como «Estimadas Señoras’, en lugar de ‘Delegadas’. Antes de que pudiera terminar lo que estaba diciendo, la Señora Bernardino había pedido la palabra para una moción de procedimiento. «Usted nos puede llamar señoras cuando nos ofrezca una taza de café o té, o nos invite al almuerzo; aquí, en este salón, no somos señoras, somos delegadas, y deberíamos ser tratadas de acuerdo a ello.
Sin embargo, la brillante Minerva Bernardino figuró en el país como algo más que el feminismo: fue señalada como parte del cuerpo de espionaje de la tiranía trujillista, y se le acusa de ser el cerebro siniestro detrás del secuestro del catedrático de la Universidad de Columbia Manuel de Jesús Galíndez, en una calle de Manhattan, llevado en avión a Santo Domingo, y ejecutado por matones del trujillismo.
Minerva Bernardino no se fue de este mundo sin cultivar varios logros. Ella trabajó principalmente en pro de adelantar en materia de derechos políticos y especialmente para mejorar el sufragio de las mujeres en estados latinoamericanos. Contribuyó en la Convención en los Derechos Políticos de Mujeres de 1954, el cual afirmó los derechos de votar de las mujeres, elegir y ser electas para cargos públicos.
Bernardino también apoyaba una ley internacional para la igualdad de las mujeres en matrimonio y divorcio, como la Convención de Montevideo en la nacionalidad de mujeres casadas de 1933.
Bernardino introdujo en la conferencia su propio orden del día, representando los intereses de la Comisión Interamericana de Mujeres (IACW).
Entre sus contribuciones más reconocidas se encuentra la de apoyar el lenguaje inclusivo en Naciones Unidas. En la Conferencia de Naciones Unidas sobre Organización Internacional de 1945, a pesar de que técnicamente solo era una delegada de la República Dominicana, enviada por el dictador Rafael Trujillo como “oportunidad de riesgo bajo para parecer progresivo”, Bernardino introdujo en la conferencia su propio orden del día, representando los intereses de la Comisión Interamericana de Mujeres (IACW).
Sus ideales dejaron una huella traducidos en frases claves como «derechos iguales de hombres y mujeres», «fe en derechos humanos fundamentales» y «la dignidad y el valor de la persona humana» en el preámbulo a la carta de la ONU. También incluyó frases como, «derechos iguales de hombres y mujeres» en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos considerando que con la omisión de «las mujeres» se habría producido una discriminación intencionada.
Su lucha femenina la llevó a implicarse también con la creación de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la mujer en 1946, que más tarde presidió. A pesar de estar subordinada a la Comisión en Derechos Humanos, la CSW era conocida por ejercitar su independencia e iniciativa. Esta comisión trabajó por la inclusión del lenguaje de género en la Declaración Universal de Derechos Humanos y la creación de la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer en 1967. (KR)
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