La generación nacida en 1947 fue testigo de una era en la que la estabilidad laboral y la lealtad a una empresa eran valores fundamentales. Durante más de tres décadas, recorrieron los mismos pasillos de los edificios y desempeñaron los mismos roles. Hay muchas de esas historias. Sin embargo, esto ha cambiado y las nuevas formas de trabajar puede estar llevando a una escasez de liderazgo.
La fuerza laboral actual está mayormente compuesta por Millennials, quienes tienen perspectivas y prioridades radicalmente diferentes. Según un estudio reciente de Gallup, los Millennials son la generación más propensa a cambiar de trabajo, con el 60% de ellos considerando nuevas oportunidades laborales. Además, son la generación menos comprometida en el lugar de trabajo, como señala el Buró de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, con un promedio de 8.6 trabajos entre los 18 y los 34 años.
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Es evidente que las generaciones más jóvenes ya no aspiran a los roles de liderazgo de la misma manera que sus predecesores. Esta tendencia plantea el desafío urgente de preparar a los Millennials para asumir responsabilidades de liderazgo en las organizaciones del futuro.
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Si las empresas desean mantener su éxito, deben adaptarse a esta nueva realidad. Comprender las motivaciones y aspiraciones de los Millennials es crucial para crear oportunidades de liderazgo atractivas que coincidan con sus valores y expectativas. De lo contrario, corren el riesgo de enfrentar una escasez de liderazgo en los próximos años, especialmente cuando hablamos de mujeres.
Aquí hay algunas estrategias para lograrlo.
La investigación revela un anhelo profundo entre los jóvenes por generar un impacto significativo. Los tradicionales roles de liderazgo, rígidamente estructurados, están perdiendo su relevancia, pues obstaculizan el crecimiento y la influencia de nuevos líderes. En el dinámico entorno actual, las arcaicas estructuras de mando y control resultan obsoletas. Es fundamental empoderar a las generaciones emergentes desde sus primeros pasos, inclusive en roles de contribución individual o supervisión de nivel inicial, para cultivar su interés en asumir posiciones de liderazgo más maduras.
Los líderes deben abordar los encuentros periódicos no con todas las respuestas, sino con interrogantes provocativas que estimulen el pensamiento crítico. Deben alentar a sus equipos a encontrar soluciones propias a los desafíos y luego experimentar y evaluar posibles cursos de acción.
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Asimismo, es crucial brindar espacio para el error, viéndolo como una oportunidad esperada de aprendizaje. Estas actitudes motivan a las generaciones más jóvenes a dar un paso al frente, al sentirse escuchadas, valoradas y respetadas evitando la escasez de liderazgo. Cuando percibimos que nuestra voz tiene peso, es más probable que la hagamos oír.