La noche del Draft de la WNBA 2025 en Hudson Yards no solo consagró a las próximas estrellas del baloncesto femenino. También dejó claro que la liga se ha convertido en una plataforma estratégica de inversión, branding y expansión global. Con jugadoras como Paige Bueckers encabezando titulares y contratos publicitarios, el evento dejó ver que el baloncesto femenino ya no es solo un juego. Es un negocio en pleno auge, con proyecciones de crecimiento sostenido y un apetito creciente de marcas, fans e inversores.
El impacto de figuras como Bueckers, Hailey Van Lith o Aneesah Morrow va más allá del rendimiento deportivo. Las drafteadas de este año son productos mediáticos que entienden su valor como marcas personales. En un ecosistema donde los ingresos de las atletas aún no se equiparan a los de sus pares masculinos, estas mujeres están construyendo imperios paralelos a través del patrocinio, la moda, los derechos de imagen y la narrativa en redes sociales.
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Bueckers, primera selección general por Dallas Wings y campeona nacional con UConn, llegó al Draft con una audiencia consolidada: más de un millón de seguidores en Instagram y acuerdos previos con marcas como Gatorade, Crocs y StockX. Según estimaciones de On3 NIL Valuations, su valor de marca supera el millón de dólares. Su visibilidad ha convertido a Dallas Wings en una de las franquicias más atractivas para patrocinadores en 2025.
La WNBA está experimentando una expansión financiera tangible. La liga cerró 2024 con ingresos estimados de US$ 180 millones, un aumento del 33 % respecto al año anterior, según datos de SportsPro Media. La llegada de una nueva clase de jugadoras mediáticas y la creciente cobertura de medios están atrayendo más inversiones: tanto Nike como Google han renovado sus acuerdos de patrocinio, y se espera que Meta y Amazon entren como socios de distribución para contenido exclusivo.
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Además, el modelo de negocio está evolucionando: la liga trabaja en alianzas para permitir que más franquicias cuenten con jets privados, garantizando una mayor seguridad y eficiencia logística para las jugadoras. Esta decisión, en parte impulsada por la presión de estrellas como Breanna Stewart y Sabrina Ionescu, forma parte de una visión empresarial más ambiciosa: convertir la WNBA en una propiedad deportiva premium.
El Draft 2025 también refleja un modelo eficaz de pipeline entre la NCAA y la WNBA. Las universidades como UConn, LSU y South Carolina se están consolidando como incubadoras de talento con una formación dual: atlética y comercial. Las jugadoras llegan a la liga no solo con estadísticas impresionantes, sino también con entrenamiento mediático, presencia digital y experiencia en activaciones publicitarias.
Hailey Van Lith, seleccionada por Chicago Sky, es un ejemplo de esto. No solo protagoniza campañas con JLab Audio, sino que además ha normalizado las conversaciones sobre salud mental y rendimiento con una narrativa transparente y estratégica. Este nivel de autenticidad —bien gestionado— genera fidelidad de marca y fortalece el vínculo con la audiencia joven.
Detrás de cada elección del draft hay una base demográfica en expansión. Las adolescentes que asistieron al evento, como Ella Mandell o Tatum Harding, representan más que simples fans: son consumidoras futuras y potenciales atletas que validan el crecimiento sostenido de este ecosistema. Según Nielsen, la audiencia femenina entre 13 y 24 años de la WNBA ha crecido un 48 % en los últimos tres años, mientras que los engagement rates en TikTok superan los de la NBA en ciertos clips virales.
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Este cambio está haciendo que las empresas reevalúen sus estrategias de sponsorship. Marcas emergentes como Alani Nu, Rhone o Dime Optics están invirtiendo en la WNBA. Esto como parte de su estrategia de penetración en el mercado joven, diverso y digital-first. Para ellas, las jugadoras no son solo atletas: son embajadoras de valores, narrativas y visiones de liderazgo femenino.
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El Draft 2025 ha demostrado que el baloncesto femenino es un producto valioso, con retorno comercial y social. Las nuevas generaciones de jugadoras llegan preparadas no solo para jugar, sino para negociar, representar y transformar. Su profesionalismo, transparencia emocional y dominio del lenguaje digital están redefiniendo las reglas del marketing deportivo.
El mensaje está claro: invertir en la WNBA ya no es una jugada simbólica. Es una estrategia financiera viable. Y si las cifras siguen creciendo como hasta ahora, el techo de cristal podría romperse más pronto de lo que muchos imaginan.
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