La WNBA está viviendo una transformación comercial sin precedentes gracias a la irrupción de Caitlin Clark. Con una popularidad que trasciende el deporte, la estrella de las Indiana Fever ha impulsado un fenómeno que las franquicias están aprovechando al máximo: entradas agotadas, traslados a estadios más grandes y un mercado secundario con precios récord. El «Efecto Caitlin Clark» está redefiniendo el negocio del baloncesto femenino y abriendo nuevas oportunidades para la liga y sus inversionistas.
Los equipos de la WNBA han reconocido el valor de la demanda generada por la llegada de Clark y están actuando en consecuencia. Equipos como Chicago Sky, Dallas Wings y Connecticut Sun han trasladado sus partidos contra las Fever a sedes más grandes para capitalizar la ola de aficionados dispuestos a pagar por verla en acción. El United Center, el American Airlines Center y el TD Garden de Boston son algunos de los escenarios emblemáticos que acogerán estos enfrentamientos, marcando un cambio en la estrategia comercial de la liga.
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Greg Bibb, CEO de las Dallas Wings, lo expresa claramente: “Nuestro negocio está evolucionando. La demanda de entradas está en niveles sin precedentes y debemos adaptarnos a este nuevo panorama». Se estima que mover un partido a un estadio de la NBA puede generar hasta 400,000 dólares adicionales en ingresos para una franquicia de la WNBA, un margen que ningún equipo está dispuesto a ignorar.
La venta de entradas en el mercado secundario ha alcanzado cifras astronómicas. En Chicago, los boletos para los enfrentamientos entre Clark y Angel Reese en el United Center llegan hasta los 7,718 dólares, mientras que en el TD Garden ya se venden por 6,578 dólares. Pero el récord lo ostenta el Chase Center de San Francisco, donde los precios han alcanzado los 23,370 dólares para los duelos entre las Fever y las Valkyries.
El auge del mercado secundario no solo beneficia a los revendedores, sino también a los equipos que tienen acuerdos con plataformas de reventa, lo que les permite obtener una participación en las ganancias. Este modelo ha convertido a Clark en un imán financiero para la liga y sus franquicias.
Las Phoenix Mercury han sido de los equipos más proactivos en la explotación comercial del fenómeno Clark. Han promocionado sus partidos contra las Fever como «El espectáculo más grande de la ciudad», vendiendo boletos a precios significativamente más altos que otros encuentros de la temporada. Los tickets para los juegos contra Indiana oscilan entre 69 dólares y 314 dólares en la zona baja, con algunas entradas de reventa alcanzando los 9,622 dólares.
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Este enfoque de marketing agresivo refuerza la idea de que la llegada de Clark no solo es un impulso para la audiencia, sino también una oportunidad para que los equipos fortalezcan su identidad de marca y aumenten su base de seguidores.
Si bien el impacto de Caitlin Clark es innegable, la gran pregunta es si la liga podrá mantener este crecimiento a largo plazo. La WNBA ha mostrado signos de consolidación con un incremento en los ratings televisivos, mayor cobertura mediática y nuevos acuerdos de patrocinio. Sin embargo, la clave será convertir esta explosión de interés en una base de negocio sostenible.
El 2026 marcará un hito importante, ya que equipos como las Dallas Wings planean mudarse a recintos más grandes y modernizados, como el Kay Bailey Hutchison Convention Center Dallas Memorial Arena. Además, la liga deberá seguir apostando por la expansión del talento, asegurando que nuevas figuras emergentes mantengan el atractivo de la competencia.
El «Efecto Caitlin Clark» ha cambiado las reglas del juego en la WNBA. Las franquicias han encontrado una mina de oro en la popularidad de la jugadora y están explotando al máximo cada oportunidad comercial. Si la liga logra convertir este fenómeno en una transformación estructural, el baloncesto femenino podría entrar en una nueva era de estabilidad financiera y expansión global. Por ahora, la fiebre Clark sigue en ascenso y las cifras demuestran que el negocio de la WNBA está más vibrante que nunca.
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