La reciente revelación del diagnóstico médico del Presidente de EE. UU., Donald Trump, ha traído nuevamente a la luz una afección vascular común pero subestimada: la insuficiencia venosa crónica (IVC). Con más de 25 millones de personas afectadas solo en Estados Unidos, esta condición no discrimina poder, edad ni estatus económico. En República Dominicana, se estima que cerca del 20% de los adultos mayores de 50 años presentan signos visibles o síntomas de esta patología, según cifras del Colegio Dominicano de Cirujanos Vasculares.
Aunque no se considera una enfermedad letal, la IVC puede afectar severamente la calidad de vida y la productividad laboral. Esta afección ocurre cuando las válvulas de las venas (especialmente en las piernas) pierden su funcionalidad, provocando que la sangre se estanque en lugar de retornar al corazón. El resultado es un cóctel de síntomas molestos y, en casos avanzados, discapacitantes: hinchazón persistente, varices dolorosas, cambios en la piel y úlceras difíciles de sanar.
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La buena noticia es que la IVC puede ser manejada de forma efectiva con intervención temprana. El uso de medias de compresión graduada, programas de ejercicio personalizado y terapias mínimamente invasivas como la escleroterapia o el láser endovenoso han revolucionado el tratamiento en los últimos años.
Esto representa una oportunidad estratégica para el sector salud dominicano. Clínicas privadas y aseguradoras médicas están incluyendo programas preventivos enfocados en enfermedades vasculares crónicas, mientras el mercado de productos terapéuticos —como medias inteligentes o dispositivos de compresión portátiles— experimenta un crecimiento sostenido.
La industria farmacéutica también ha mostrado interés creciente en este segmento. El envejecimiento poblacional y la vida sedentaria están alimentando la demanda de soluciones para la salud venosa. Hay un campo fértil para innovación, desde wearables que monitorean la circulación hasta tratamientos biológicos en investigación.
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El caso Trump reaviva la conversación sobre un mal común que permanece, en gran medida, invisible en la agenda de salud pública. La insuficiencia venosa no solo afecta la movilidad y el bienestar físico: también tiene implicaciones económicas, sociales y emocionales para millones de personas en América Latina y el Caribe.
Elevar el nivel de conciencia, invertir en diagnóstico temprano y crear campañas de prevención desde la atención primaria son pasos esenciales para enfrentar esta condición silenciosa. Porque más allá de los tobillos hinchados de un Presidente, hay un problema vascular que clama por atención estructural en nuestros sistemas de salud.
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