Durante años, la cannabis ha sido promovida como una alternativa natural y supuestamente segura para tratar el dolor crónico, la ansiedad y otros trastornos. Sin embargo, nuevas investigaciones de alto nivel están revelando una realidad preocupante: el consumo habitual de cannabis podría estar vinculado a un riesgo significativamente mayor de desarrollar demencia, una enfermedad neurodegenerativa sin cura que impacta gravemente la calidad de vida de millones.
Un extenso estudio publicado el pasado 14 de abril en la prestigiosa JAMA Neurology analizó los historiales médicos de más de 6 millones de personas entre 45 y 105 años, sin diagnóstico previo de demencia, residentes en Ontario (Canadá). El hallazgo es contundente: quienes fueron hospitalizados por consumo de marihuana presentaron un 23 % más de riesgo de desarrollar demencia en los siguientes cinco años, en comparación con pacientes ingresados por otras razones. Peor aún, ese riesgo fue un 72 % mayor frente a la población general.
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“Este estudio no determina causalidad, pero plantea una alerta epidemiológica urgente para América Latina, donde el consumo recreativo y medicinal del cannabis está en auge”, advierte el Dr. Daniel Myran, autor principal del estudio y profesor adjunto de la Universidad de Ottawa.
A esta nueva asociación entre cannabis y demencia se suman las ya conocidas consecuencias cardiovasculares del consumo habitual de marihuana. Estudios previos han demostrado que incrementa el riesgo de infartos, arritmias, insuficiencia cardíaca y miocarditis, al tiempo que aumenta las probabilidades de hospitalización por trastornos mentales severos como depresión y ansiedad.
La American Heart Association ya había advertido en 2020 que la marihuana “no es inofensiva”, sobre todo para personas con predisposición a enfermedades neurológicas o mentales. Y si bien la percepción pública del cannabis continúa siendo positiva, lo cierto es que la potencia del THC (el principal compuesto psicoactivo de la planta) ha aumentado exponencialmente en las últimas décadas, lo que eleva los riesgos de adicción y deterioro cognitivo.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC), hasta el 30 % de los consumidores regulares pueden desarrollar trastorno por consumo de cannabis. Un síndrome caracterizado por la incapacidad de dejar de usar la sustancia pese a sus efectos adversos.
“Los síntomas de abstinencia pueden incluir ansiedad, insomnio y depresión severa, lo que lleva a muchos pacientes a ciclos repetitivos de hospitalización”, explica el Dr. Robert Page II, profesor de la Universidad de Colorado y referente en farmacología clínica.
Una de las conclusiones más reveladoras del estudio es el cambio demográfico en las emergencias por consumo de marihuana. Entre 2008 y 2021, las visitas a salas de emergencia por efectos adversos del cannabis se multiplicaron por cinco en adultos de 45 a 64 años, y por 27 en mayores de 65. Los médicos diagnosticaron demencia al 5 % de las personas atendidas en urgencias por cannabis en los cinco años siguientes, y esa cifra subió al 19 % tras una década.
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Este dato es especialmente relevante para la República Dominicana. Donde la población adulta mayor ha crecido más de un 38 % en la última década, según ONE. Y los debates sobre la regulación del cannabis medicinal están cada vez más activos.
Aunque el estudio es de tipo observacional, y por tanto no establece una relación causa-efecto directa, los investigadores plantean mecanismos fisiopatológicos plausibles. El consumo frecuente de cannabis puede alterar la conectividad neuronal, generar inflamación cerebral y aumentar la vulnerabilidad a traumas craneales. Tales como los accidentes de tránsito, además de asociarse con factores indirectos como el aislamiento social, la depresión y el bajo nivel educativo.
Estos elementos, en conjunto, constituyen una peligrosa receta para el deterioro cognitivo, especialmente cuando no hay seguimiento médico, una situación habitual en países en desarrollo.
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Los expertos coinciden en que es hora de dejar de subestimar los efectos del cannabis, especialmente en poblaciones vulnerables. La recomendación principal es incorporar tamizajes específicos para detectar el trastorno por consumo de cannabis en consultas generales y geriátricas. Además de educar a la población sobre los riesgos neurológicos del uso habitual.
“El hecho de que algo sea natural no lo hace inocuo”, sentencia el Dr. Page. “Los profesionales capacitados deben evaluar y supervisar el uso de marihuana —aunque sea con fines medicinales— cuando hay antecedentes de enfermedades mentales o el paciente ya está en tratamiento médico.”
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