“Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”, es la definición que la Real Academia Española (RAE) otorga a la palabra ‘serendipia’. De hecho, la institución cultural dedicada a la regularización lingüística entre el mundo hispanohablante hace referencia directa en su definición, al descubrimiento de la penicilina.
La penicilina el importante fármaco que inhibe el crecimiento de las bacterias, fue descubierto accidentalmente
El médico, bacteriólogo y científico británico Alexander Fleming nacido en Darvel, Reino Unido el 6 de agosto de 1881, es el responsable de la serendipia científica más conocida de la historia.
Fue en septiembre de 1928, cuando Fleming al irse de vacaciones dejó en su laboratorio, unos cultivos para un estudio sobre las mutaciones de estafilococos, una bacteria que causa forúnculos, dolores de garganta y abscesos. A su regreso, descubrió que uno de los cultivos se había contaminado por un hongo o moho, percatándose de que alrededor los estafilococos habían desaparecido.
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A raíz de investigaciones realizadas meses más tarde, llegó a la sorpresiva conclusión de que el hongo que había aparecido era género ‘Penicillium notatum’, el cual segregaba una sustancia de efecto antibiótico ya que elimina las peligrosas bacterias: el estreptococo, el meningococo y el bacilo de la difteria, causantes de numerosas enfermedades como la neumonía, gonorrea y fiebre reumática, que incluso a inicios del siglo XX eran consideradas incurables.
Aquel descubrimiento accidental, significó una revolución para los métodos terapéuticos, marcando el inicio de la era de los antibióticos y de la medicina moderna. Brindando, además, la valiosa oportunidad de salvar millones de vidas.
Sin embargo, el importante hallazgo tardó alrededor de 15 años para alcanzar el mencionado significado revolucionario. Y es que, aunque Alexander Fleming, publicó ocho meses después, sus observaciones en una memoria hoy día considerada como un clásico de la ciencia, en aquel entonces no obtuvo la debida resonancia.
Fue gracias a las investigaciones del farmacólogo australiano Howard Walter Florey y el bioquímico alemán Ernst Boris Chain, que se promovió la fabricación y el empleo médico de la penicilina, puesto que desarrollaron el primer método para purificar la sustancia. Ellos junto a Fleming obtuvieron en 1945, el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.
En ese momento Alexander Fleming declaró a la BBC: “Hay reglas sencillas para el uso de la Penicilina: usarla sólo para los microbios que sean vulnerables a ella, aplicar la dosis indicada, y que el tratamiento dure lo suficiente para eliminar la infección; siguiendo estas reglas, todos quedarán satisfechos; de lo contrario, el resultado será decepcionante”.
Gracias al famoso descubrimiento accidental, Alexander Fleming es conocido como el “Padre de la Penicilina”. Sin embargo, fue también por serendipia que descubrió la “lisozima” una enzima que se encuentra en las lágrimas, la saliva, el sudor y otros fluidos corporales. En 1921, descubrió las propiedades antimicrobianas de la lisozima, por una gota que cayó de su nariz mientras realizaba una de sus investigaciones. (mhs)
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