Con profundo dolor debo anunciar la muerte de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma ha vuelto a la casa del Padre», declaró este 21 de abril el cardenal camarlengo. Así se confirmó la partida del papa Francisco, de 88 años, tras un mes de complicaciones respiratorias y crónicas que culminaron en un ictus cerebral, el evento neurológico que marcó su desenlace.
Más allá del impacto espiritual y político de esta pérdida, su fallecimiento pone sobre la mesa un tema médico de alto interés para profesionales de la salud, sistemas sanitarios y emprendedores del sector: el ictus cerebral, una de las primeras causas de discapacidad y muerte en el mundo, y una de las condiciones que más presión ejercen sobre los recursos hospitalarios y de rehabilitación.
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El ictus, también llamado accidente cerebrovascular (ACV), ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se interrumpe, provocando la muerte rápida de las neuronas. Puede ser isquémico (cuando hay una obstrucción) o hemorrágico (cuando un vaso sanguíneo se rompe). En ambos casos, el daño cerebral es rápido, irreversible y potencialmente letal si no se actúa a tiempo.
Según Mayo Clinic, los síntomas de alerta incluyen:
Parálisis o entumecimiento en un lado del cuerpo.
Dificultad para hablar o comprender.
Pérdida repentina de visión o equilibrio.
Dolor de cabeza intenso y repentino.
El ictus que sufrió el papa Francisco fue fulminante. Aunque a las seis de la mañana se encontraba lúcido, a las 7:30 entró en coma y a las 7:35 sufrió un paro cardiocirculatorio irreversible. La rapidez del deterioro evidencia el riesgo que conllevan ciertas condiciones preexistentes.
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Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, padecía hipertensión arterial, diabetes tipo II, insuficiencia respiratoria y bronquiectasias múltiples. Estas enfermedades crónicas, comunes en adultos mayores, son cofactores altamente asociados con el desarrollo de ictus.
De hecho, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 80% de los ictus podrían prevenirse controlando factores como:
Presión arterial alta
Glucosa elevada
Tabaquismo
Sedentarismo
Colesterol alto
Además, el envejecimiento de la población mundial y el aumento de enfermedades no transmisibles están elevando la incidencia de ictus a niveles epidémicos. En América Latina, se estima que uno de cada seis adultos mayores sufrirá un accidente cerebrovascular en algún momento de su vida.
Más allá del caso del pontífice, el ictus es una enfermedad que desafía a los sistemas de salud por su alta carga de morbilidad, costos de rehabilitación y pérdida de productividad. En República Dominicana, donde las enfermedades cerebrovasculares se encuentran entre las primeras causas de muerte, el reto es doble: fortalecer la atención primaria y fomentar la innovación tecnológica en el diagnóstico y la rehabilitación.
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En ese contexto, el sector privado tiene una oportunidad valiosa. Las soluciones tecnológicas como telerehabilitación, monitoreo remoto de presión arterial y apps de salud preventiva están ganando terreno. Las clínicas y hospitales que apuesten por un enfoque preventivo y multidisciplinario del ictus, podrán marcar la diferencia en un mercado donde la demanda de servicios geriátricos y neurológicos va en aumento.
Detectar un ictus a tiempo salva vidas. La estrategia FAST (por sus siglas en inglés) es una herramienta de oro en emergencias:
Face (cara): ¿hay asimetría al sonreír?
Arms (brazos): ¿puede levantar ambos brazos de forma pareja?
Speech (habla): ¿tiene dificultades para hablar?
Time (tiempo): si notas cualquiera de estos signos, llama al 9-1-1 de inmediato.
En el caso del papa Francisco, el tiempo no alcanzó. Su ictus fue devastador y rápido. Pero en muchos casos, actuar en los primeros minutos puede hacer la diferencia entre la vida, la muerte o una discapacidad grave.
El fallecimiento del Papa Francisco nos deja una profunda lección médica y social: el envejecimiento saludable requiere vigilancia constante, control de enfermedades crónicas y acceso oportuno a servicios médicos de calidad.
Para República Dominicana, donde el número de adultos mayores está creciendo de forma acelerada, la prevención del ictus debe convertirse en una prioridad nacional, tanto en las políticas de salud pública como en las inversiones del sector privado. Porque si algo nos enseñó Francisco, es que incluso quienes parecen invencibles pueden ser vulnerables al más silencioso de los asesinos: el ictus cerebral.
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