Son las 7.00 en Conakry, la capital de Guinea. La Dra. Haba Eveline llega al Centro de Tratamiento de la COVID-19. Apenas entra, se lava las manos antes de comenzar su turno diario. Esta madre de cinco niños dirige la Unidad de Gestión de Riesgos, que ahora está abierta 24 horas todos los días de la semana.
Ella forma parte de los trabajadores de la primera línea que ayudan a su país a luchar contra la pandemia de COVID-19 (coronavirus). “Como médica, soy una luchadora y estoy orgullosa de aportar mi experiencia a la respuesta contra esta pandemia” (en francés), dijo.
Mucho antes de que surgieran los primeros casos del virus en Guinea, el país había ideado una estrategia de respuesta con el apoyo del Banco Mundial y la comunidad internacional. Por lo tanto, contaba con los conocimientos adquiridos durante la lucha contra la epidemia de ébola de 2014-16.
Sin embargo, para otros países, la COVID-19 generó interrupciones en los sistemas de salud e incertidumbre sobre lo que podía pasar.
Para describir las medidas de precaución recomendadas por los trabajadores de la salud, Qamara, una habitante de una aldea ubicada al oeste de la ciudad de Jalalabad, en Afganistán, dijo: “Nos aconsejaron usar mascarillas y guantes y lavarnos las manos frecuentemente con agua y jabón”.
Los Gobiernos lucharon por contener la propagación del virus y buscaron soluciones de emergencia. El Grupo Banco Mundial respondió inmediatamente.
En pocas semanas, preparó una respuesta sanitaria de emergencia contra la COVID-19 a nivel mundial, en estrecha colaboración con equipos de los países, la Organización Mundial de la Salud (OMS [i]), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y otros asociados internacionales.
A partir de la experiencia acumulada sobre crisis de salud de los últimos 20 años, organizó la respuesta más rápida y grande de su historia.
Las primeras operaciones se centraron en el fortalecimiento de los sistemas de salud para hacer frente a los desafíos inmediatos de la COVID-19. En países tan diversos como Afganistán, Haití, India, Mongolia y Tayikistán, el financiamiento del Grupo Banco Mundial ayudó a incorporar más personal médico y garantizar que estos profesionales estuvieran bien entrenados y capacitados para prestar atención de emergencia. En países como Ecuador y la República Kirguisa, ayudó a garantizar que los mensajes de divulgación pública sobre prevención y protección se difundieran rápidamente entre los ciudadanos. En Djibouti y Etiopía, proporcionó más recursos para luchar contra la pandemia a largo plazo, por medio de la generación y el fortalecimiento de la capacidad de los sistemas de salud nacionales.
A través de una combinación de proyectos nuevos, la reestructuración de los proyectos existentes con componentes de emergencia y la utilización de los instrumentos de financiamiento para casos de desastres, la respuesta del Grupo Banco Mundial se orienta a cuatro esferas clave: salvar vidas, proteger a los pobres y vulnerables, garantizar el crecimiento sostenible de las empresas y trabajar para contribuir a una recuperación más resiliente.
Hoy se está avanzando hacia el logro del objetivo de proporcionar hasta USD 160 000 millones en financiamiento en un período de 15 meses para ayudar a abordar los impactos económicos y sanitarios de la pandemia; esto incluye USD 50 000 millones en nuevos recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) para los países más pobres. El apoyo sanitario de emergencia ha llegado hasta ahora a 111 operaciones. El 30 % de ellas protege a 900 millones de personas que viven en países afectados por conflictos, fragilidad y violencia, es decir, donde se encuentran las poblaciones más vulnerables.
Alterar el curso de la pandemia con la administración de vacunas
En marzo de 2020, el Grupo Banco Mundial ya era una de las primeras organizaciones (i) que comenzaban a pensar en un desarrollo rápido de vacunas contra la COVID-19 y su distribución a gran escala; por eso reunió a asociados clave para debatir el acceso justo y equitativo de los países en desarrollo a las vacunas, una vez que estén disponibles.
Proporcionó un paquete de financiamiento de hasta USD 12 000 millones para ayudar a los países de ingreso bajo y mediano a financiar la adquisición y distribución de vacunas, pruebas y tratamientos relativos a la COVID-19.
La pandemia agravó un problema que ya existía antes.
En todo el mundo, puso de relieve la urgente necesidad de reforzar los sistemas de salud, que mostraron una insuficiencia de personal sanitario competente, una capacidad de almacenamiento y transporte de vacunas limitada que no alcanza para almacenar y garantizar la cadena de frío en zonas remotas y, en algunos países, una cantidad inadecuada de centros de salud equipados para la vacunación.
Para hacer frente a estos desafíos, de modo que estén en condiciones de administrar las vacunas y los tratamientos de manera justa, eficiente y segura.
En colaboración con el sector privado, la Corporación Financiera Internacional (IFC), la entidad del Grupo Banco Mundial dedicada al sector privado, puso en marcha la Plataforma Mundial para la Salud (i), a través de la cual se apoyará a las empresas en el suministro de productos y servicios de salud —incluidas las vacunas— a los países en desarrollo.
Fuente: Banco Mundial.org
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