El Vaticano, el país más pequeño del mundo (0,44 km²), es un tesoro enclavado en el corazón de Roma. Fundado como Estado soberano en 1929 mediante los Pactos de Letrán, es el centro espiritual de 1,300 millones de católicos y custodia algunas de las obras de arte más importantes de la humanidad.
Con apenas 800 habitantes, entre ellos el Papa, este microestado atrae a más de 5 millones de visitantes anuales.
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Para captar la esencia del Vaticano, se requiere al menos un día completo, distribuido entre sus majestuosas basílicas, museos repletos de obras maestras y jardines que esconden siglos de secretos.
A continuación, un recorrido por sus principales atractivos, desde los simbólicos espacios abiertos hasta las profundidades de las necrópolis papales.
Diseñada por Gian Lorenzo Bernini entre 1656 y 1667, la Plaza de San Pedro es mucho más que un simple espacio público: es una metáfora arquitectónica. Sus 284 columnas dóricas dispuestas en forma elíptica simbolizan los «brazos de la Iglesia» abrazando a los fieles. Coronando este conjunto, 140 estatuas de santos vigilan desde lo alto, esculpidas por los discípulos del maestro barroco.
En el centro, el obelisco vaticano, procedente de Heliópolis, Egipto, y trasladado a Roma por orden del emperador Calígula en el año 37 d.C., se alza con sus 25,5 metros de altura. Es el único obelisco de la ciudad que ha permanecido en pie desde la antigüedad. A sus lados, las fuentes gemelas, una obra original de Maderno (1614) y otra posterior de Bernini (1675), equilibran la composición.
Un detalle histórico crucial es el disco de pórfido situado cerca de la basílica, que marca el lugar donde Carlomagno fue coronado emperador en el año 800. Para vivir una experiencia única, se recomienda visitar la plaza al atardecer, cuando la luz dorada baña la fachada de la basílica, creando una atmósfera casi celestial.
Como el templo cristiano más grande del mundo, la Basílica de San Pedro es una obra maestra arquitectónica. Con 15.160 metros cuadrados de superficie —suficiente para albergar el Coliseo Romano en su interior— y una cúpula que alcanza los 136,57 metros de altura, su grandeza es abrumadora.
En su interior destacan:
La Piedad de Miguel Ángel (1499): La única escultura firmada por el artista, protegida por un cristal antibalas desde un ataque vandálico en 1972.
El Baldaquino de Bernini (1633): Una estructura de bronce de 28,5 metros, fundida con metal extraído del Panteón de Agripa.
La Estatua de San Pedro (siglo XIII): Su pie derecho aparece desgastado por los besos de siglos de peregrinos.
Un secreto poco conocido es que muchas de las «pinturas» en sus muros son en realidad mosaicos de apenas 2-3 milímetros de espesor, una técnica que desafía la percepción visual. Bajo el altar mayor, la tumba de San Pedro —descubierta en 1950— puede visitarse mediante reserva especial.
Subir a la cúpula de la Basílica de San Pedro es mucho más que un simple recorrido turístico: es una experiencia sensorial, histórica y casi mística que combina el esfuerzo físico con la recompensa visual más espectacular de Roma.
Diseñada por Miguel Ángel (quien retomó el proyecto tras la muerte de Bramante y Antonio da Sangallo el Joven), esta obra maestra de la arquitectura renacentista no solo domina el horizonte vaticano, sino que simboliza la ambición humana por alcanzar lo divino.
Antes de llegar a la cima, una plataforma intermedia permite admirar los mosaicos de la cúpula desde una perspectiva única. A apenas unos metros de distancia, se aprecian los detalles de las teselas doradas que representan ángeles, santos y escenas bíblicas. Este espacio también revela la curvatura abrumadora de la estructura, haciendo palpable el genio de Miguel Ángel.
El último tramo, el más estrecho, conduce al mirador exterior, donde el esfuerzo se ve recompensado con una vista panorámica de 360 grados. Desde aquí, la Ciudad Eterna se despliega en todo su esplendor:
El río Tíber, serpenteando entre puentes históricos.
El Castel Sant’Angelo, antigua fortaleza papal, conectada al Vaticano por el Passetto di Borgo.
La Plaza de San Pedro, con sus columnatas de Bernini, revelando su perfecta simetría desde lo alto.
El perfil de Roma, desde el Altare della Patria hasta el Coliseo, pasando por las cúpulas de Sant’Ivo alla Sapienza y San Carlo alle Quattro Fontane.
En días claros, incluso pueden distinguirse los Montes Albanos al sureste.
Con 7 kilómetros de galerías, los Museos Vaticanos son uno de los complejos museísticos más vastos del mundo. Entre sus salas imperdibles:
Galería de los Mapas (1580). Cuarenta mapas topográficos de Italia pintados al fresco, con un techo que simula un jardín celestial.
Estancias de Rafael. En ellas destaca «La Escuela de Atenas», donde Platón lleva el rostro de Leonardo da Vinci.
Capilla Sixtina. La obra cumbre de Miguel Ángel, con la bóveda pintada entre 1508 y 1512 y «El Juicio Final» (1536-1541), que incluye un autorretrato del artista en la piel de San Bartolomé.
Tras la imponente Basílica de San Pedro se extienden los Jardines Vaticanos, un refugio de 22 hectáreas que combina naturaleza, arte y espiritualidad. Desde el siglo XIII, cuando el papa Nicolás III creó aquí un huerto medicinal, este espacio ha evolucionado como lugar de descanso y meditación para los pontífices.
Su diseño actual nació en el Renacimiento: Julio II introdujo patrones geométricos florentinos, Pío IV construyó la Casina Pio IV (hoy sede de la Academia de Ciencias), y Pío XI añadió el helipuerto en 1976, usado por Juan Pablo II para viajes urgentes.
Entre sus joyas destacan:
La Casina Pio IV, un palacete manierista decorado con mitos clásicos y frescos de Barocci.
La Gruta de Lourdes, réplica exacta del santuario francés, donde el papa celebra misa cada 11 de febrero.
La Fuente del Águila, obra del siglo XVII que mezcla mármoles romanos con simbolismo papal.
El Jardín del Obelisco, que alguna vez rodeó el monumento antes de su traslado a la plaza.
Los jardines albergan especies de todo el mundo, como olivos de Getsemaní y cedros del Líbano, regalados por líderes internacionales. Solo se visitan con guía oficial (€38), ya sea a pie o en bus eléctrico, y revelan curiosidades como el bunker de la Guerra Fría o el sistema hidráulico del siglo XVII que aún alimenta sus fuentes.
Aunque técnicamente parte de los Museos, la Capilla Sixtina merece capítulo aparte. Este santuario del arte universal contiene:
9 escenas centrales del Génesis, desde la Creación hasta el Diluvio
342 figuras pintadas por Miguel Ángel en solo 4 años, trabajando a menudo de pie con la cabeza inclinada
Los famosos ignudi, atléticas figuras desnudas que causaron escándalo en su época
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