El Comité Noruego anunció finalmente el primer nombre de una mujer para esta temporada de premiación y fue el Premio Nobel de la Paz en Oslo, que ha recaído en los periodistas Maria Ressa y Dmitri Muratov por su trabajo por la libertad de prensa y para denunciar los abusos de poder en Filipinas y Rusia, respectivamente. El jurado ha reconocido su “lucha valiente” para “defender los derechos humanos” y “la libertad de expresión” en sus países, según expresó la presidenta del Comité, Berit Reiss-Andersen.
“La señora Ressa y el señor Muratov representan a todos los periodistas que defienden esos ideales en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas”, recalcó la presidenta de la institución. “El periodismo libre, independiente y basado en hechos sirve para proteger contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra”, añadió Reiss-Andersen. La anterior vez que se concedió el Nobel de la Paz a un periodista fue en 1935, al alemán Carl von Ossietzky por sus reportajes sobre un programa de rearme que Alemania mantuvo en secreto entre las dos guerras mundiales.
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Para Maria Ressa (Manila, 1963), la periodista y cofundadora del medio filipino independiente Rappler, el galardón anunciado este viernes en Oslo confirma la importancia de informar sobre los hechos y de arrojar luz sobre lo que los poderosos preferirían ocultar.
“Un mundo sin hechos significa un mundo sin verdad ni confianza. Y sin verdad ni confianza no puedes luchar contra el coronavirus. No puedes luchar contra el cambio climático”, aseveraba inmediatamente tras conocer la noticia, en declaraciones a su propio medio, Rappler. “Que hayamos recibido este galardón un periodista ruso y yo dice mucho del estado de Filipinas, del estado del mundo”, ha considerado esta reportera a la que mantener el foco sobre el Gobierno del presidente filipino Rodrigo Duterte e informar sobre presuntos escándalos de esa Administración le ha valido 10 órdenes de detención en dos años.
Ressa salió en la revista Times como el personaje del año en 2018 como parte de una colección de periodistas de todo el mundo que luchan contra las noticias falsas. El 13 de febrero de 2019, fue arrestada por cyberlibel debido a las acusaciones de que Rappler publicó una noticia falsa sobre el empresario Wilfredo Keng. El 15 de junio de 2020, un tribunal de Manila la declaró culpable de cyberlibel. Como es una crítica abierta del presidente filipino Rodrigo Duterte , muchos en la oposición y la comunidad internacional vieron su arresto y condena como un acto políticamente motivado por el gobierno de Duterte. Ressa ya es una de las 25 principales figuras de la Comisión de Información y Democracia lanzada por Reporteros sin Fronteras.
“El periodismo nunca ha sido tan importante como ahora, y sin embargo llevar a cabo este trabajo se ha hecho tan difícil”, consideraba, aún asombrada del reconocimiento del Comité Nobel, pero con la tranquilidad de la que ha hecho gala en todo tipo de circunstancias. También cuando salió sonriente de los juzgados en los que se la declaró culpable de un delito de difamación cibernética, por el que fue condenada a seis años de cárcel en 2020, un caso aún pendiente de su apelación. Como otros siete iniciados contra ella y contra su medio, por evasión fiscal entre otros delitos, y que Ressa y Rappler consideran “motivados políticamente”.
En todas y cada una de sus detenciones, esta mujer menuda ha prometido continuar poniendo el foco sobre la gestión de Duterte y su guerra contra las drogas. “No tenemos ni idea de cuántas personas exactamente han muerto en esta guerra brutal… A plena luz del día vimos a la policía recortar los números de 7.000 a 2.000 en 2017, ahora en 2021 tienes a grupos defensores de los derechos humanos diciendo que son decenas de miles, más de 30.000, y la policía dice algo muy distinto”.
La nueva galardonada, no parecía predestinada al periodismo. Huérfana de padre desde que tenía un año, la dictadura de Ferdinand Marcos hizo que se trasladara de niña con su madre a Estados Unidos, donde se formó y tomó el apellido de su padrastro, quien la adoptó. Poseedora de la doble nacionalidad, filipina y estadounidense, se graduó en la Universidad de Princeton en biología molecular.
Ressa regresó a su país en la época en la que las manifestaciones populares derrocaron a Marcos y su esposa Imelda, para cursar teatro político en la Universidad Diliman. De ahí, se adentró en el periodismo en medios como el canal estatal de televisión PTV 4 o la CNN en Manila. Ya no dejaría la profesión, que ha ejercido durante 35 años. Su digital, Rappler, es hoy día uno de los medios de referencia en su país, donde ha publicado, entre otras exclusivas, confesiones de sicarios que aseguran haber sido contratados por la policía para asesinar a drogadictos.
La primera entrevista de esta periodista con Duterte ocurrió a finales de los años ochenta. En 2015, durante la campaña electoral, el político le confesó que había matado a tres personas durante su carrera. Aquellas declaraciones catapultaron la popularidad de Rappler. Pero tras su investidura, el trato del mandatario al digital dejó de ser amistoso. En una entrevista a EL PAÍS en 2019, la nueva premio Nobel de la Paz consideraba que lo que la enfrentó con el presidente fue haber denunciado “su impunidad en la guerra contra las drogas y en su campaña de propaganda”.
Para este año se habían presentado al premio un total de 329 candidaturas. Además de diversos defensores de la libertad de prensa, en las quinielas de favoritos de este año figuraban la activista medioambiental Greta Thunberg y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Otras organizaciones que han adquirido un gran protagonismo por su colaboración en la lucha contra la covid-19 estaban también en los primeros puestos de las cábalas sobre el vencedor de este año, entre ellas la Alianza de Vacunas (Gavi) y la Coalición para las innovaciones en la preparación para epidemias (Cepi).
La entrega del premio tendrá lugar el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel. Este galardón se entrega tradicionalmente en el Ayuntamiento de Oslo. El año pasado, debido a la pandemia, la ceremonia tuvo lugar en el Aula de la Universidad de la capital noruega. Como ya ocurrió en la pasada edición del premio, que recayó en el Programa Mundial de Alimentos (PAM) de la ONU, para 2021 los organizadores prevén reducir al mínimo las ceremonias presenciales en diciembre por la covid-19. Cada premio está dotado con 10 millones de coronas suecas (unos 984.000 euros). (NF)
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