La situación geopolítica en Europa atraviesa uno de sus momentos más convulsos en décadas. La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 no solo desencadenó una guerra en el corazón del continente, sino que también exacerbó tensiones preexistentes y abrió nuevos frentes de confrontación.
La Unión Europea (UE) se encuentra hoy en una encrucijada, enfrentando desafíos económicos, tecnológicos y militares que requieren respuestas urgentes y coordinadas. En este contexto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha lanzado un ambicioso plan de rearme bajo el lema «ReArm Europe», que busca fortalecer la autonomía estratégica del bloque en un mundo cada vez más inestable.
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La guerra en Ucrania ha sido un punto de inflexión para Europa. No solo ha expuesto la vulnerabilidad del continente ante agresiones externas, sino que también ha puesto de manifiesto la dependencia europea de aliados clave, como Estados Unidos. Sin embargo, la relación transatlántica no atraviesa su mejor momento.
Las recientes declaraciones y acciones del expresidente estadounidense Donald Trump, quien ha sugerido la posibilidad de reducir el apoyo militar a Ucrania e incluso ha expresado interés en adquirir Groenlandia, han generado desconfianza en Bruselas.
Estas tensiones se suman a una confrontación comercial y tecnológica con China, que ha afectado sectores estratégicos como el del vehículo eléctrico y la industria de semiconductores, donde empresas europeas como ASML se han visto atrapadas en medio de la pugna entre Washington y Pekín.
La desunión entre los Estados miembros de la UE también complica el panorama. Mientras algunos países abogan por una mayor integración y un aumento del gasto en defensa, otros, como Hungría, mantienen posturas más cercanas a Moscú, lo que dificulta la toma de decisiones conjuntas.
Esta fragmentación interna, combinada con las presiones externas, ha llevado a Von der Leyen a plantear una estrategia audaz: rearmar Europa para garantizar su seguridad y autonomía.
Europa ha dado un paso decisivo al presentar un plan de defensa que podría movilizar hasta 800,000 millones de euros (840.000 millones de dólares) para fortalecer sus capacidades militares.
El plan presentado por Von der Leyen no es solo una reacción a la guerra en Ucrania, sino una visión a largo plazo para fortalecer la capacidad defensiva de Europa. La presidenta de la Comisión Europea ha subrayado que el continente enfrenta amenazas «reales y tangibles» y que debe asumir una mayor responsabilidad por su propia seguridad. Para ello, propone aumentar masivamente el gasto en defensa, utilizando todos los mecanismos financieros disponibles.
El plan incluye varias medidas clave. En primer lugar, se propone liberar el uso de fondos públicos en defensa a nivel nacional, permitiendo a los Estados miembros invertir sin activar el Procedimiento de Déficit Excesivo.
Von der Leyen no dudó en subrayar la gravedad del momento:
Vivimos en una época trascendental y peligrosa. No es necesario describir la magnitud de las amenazas que enfrentamos ni las devastadoras consecuencias que podríamos sufrir si estas se materializan”. La cuestión ya no es si la seguridad de Europa está en riesgo o si debemos asumir una mayor responsabilidad en nuestra defensa. Hace tiempo que conocemos las respuestas a esas preguntas”.
Por otro lado y según estimaciones de la Comisión, si los países aumentaran su gasto en defensa en un 1,5 % del PIB promedio, se generaría un margen fiscal de casi 650.000 millones de euros en cuatro años. Además, se plantea la creación de un instrumento financiero que proporcione préstamos de hasta 150,000 millones de euros para inversiones en defensa, con un enfoque en áreas críticas como la defensa aérea, los sistemas antimisiles, la ciberseguridad y la guerra con drones.
Otra propuesta es redirigir fondos de programas de política de cohesión hacia inversiones relacionadas con la defensa, así como movilizar capital privado a través del Banco Europeo de Inversiones. Estas medidas buscan no solo aumentar el gasto, sino también optimizar su uso bajo el lema «gastar mejor y gastar juntos».
Uno de los aspectos más preocupantes para Europa es la posible retirada de Estados Unidos de su papel tradicional como garante de la seguridad europea. Las recientes declaraciones de Trump, quien ha cuestionado el compromiso de Washington con la OTAN, han generado incertidumbre.
Elon Musk, cercano al entorno de Trump, ha sido una de las voces que ha sugerido que Estados Unidos debería abandonar la alianza. Este escenario, aunque improbable en el corto plazo, ha llevado a muchos en Europa a preguntarse si pueden confiar en que Estados Unidos cumplirá con sus obligaciones en caso de una crisis.
En este contexto, el plan «ReArm Europe» busca fortalecer la capacidad defensiva del continente y enviar un mensaje claro: Europa debe estar preparada para defenderse por sí misma. Sin embargo, Von der Leyen ha dejado claro que esto no significa abandonar la OTAN. Por el contrario, la UE seguirá trabajando estrechamente con sus aliados, incluido Estados Unidos, pero con una mayor autonomía estratégica.
Una de las preguntas clave es si Europa tiene la capacidad industrial para llevar a cabo este ambicioso plan de rearme.
Empresas europeas como la alemana Rheinmetall, la francesa Dassault Aviation y la española Indra han experimentado un crecimiento significativo en los últimos años, impulsadas por el aumento de la demanda de equipamiento militar. Además, la industria automotriz, que enfrenta desafíos estructurales, podría reconvertirse parcialmente hacia la producción de armamento, tal como sugiere un plan filtrado en Italia que propone transformar la industria automovilística en un ecosistema de producción de armas.
Sin embargo, el desafío no es solo aumentar la producción, sino también garantizar la coordinación entre los Estados miembros. Actualmente, Europa cuenta con 1,47 millones de efectivos militares, pero su eficacia se ve limitada por la falta de un mando unificado. Para compensar esta fragmentación, sería necesario aumentar significativamente el número de tropas o mejorar la coordinación entre los ejércitos nacionales. Ambas opciones requieren un esfuerzo político y financiero considerable.
El aumento del gasto en defensa no solo tiene implicaciones militares, sino también económicas. Según estimaciones, Europa necesitaría invertir alrededor de 250,000 millones de euros anuales adicionales (aproximadamente el 3,5% del PIB) para alcanzar los objetivos propuestos.
Este gasto, aunque significativo, podría tener un efecto estimulante en la economía europea, especialmente en un contexto de desaceleración global. Además, la inversión en tecnología militar podría impulsar la innovación y el crecimiento a largo plazo, tal como ocurrió en Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Sin embargo, el aumento del gasto en defensa también plantea desafíos fiscales. Para financiar estas inversiones, los Estados miembros podrían recurrir a la deuda, lo que podría generar tensiones en los mercados financieros. Además, será crucial garantizar que los fondos se utilicen de manera eficiente, evitando duplicidades y favoreciendo la cooperación entre países.
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