Con muchas perspectivas agrias y una gran ironía el COP26 está listo para celebrarse mañana en Glasgow, justo a 26 minutos de una fuga de gas metano, el mismo gas que es responsable del 40% del daño de la capa de ozono. Ese será el escenario para la gran conferencia sobre el cambio climático, donde se darán cita muchos especialistas para una toma de decisiones definitiva. Sin embargo, las perspectivas de lograr acuerdos más ambiciosos sobre la reducción de gases de efecto invernadero se ha diluido en las últimas semanas.
La ausencia de líderes como el presidente chino Xi Jinping y el mandatario ruso Vladimir Putin, así como la falta de compromisos claros de otros líderes hacen dudar del éxito de esta nueva cumbre, que llega seis años después de la firma del Acuerdo de París.
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Estas son las claves para entender esta cumbre.
En el año 1992 una serie de países suscribieron un tratado internacional, la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés), que estableció las normas y expectativas fundamentales para la cooperación global en materia de cambio climático. Fue la primera vez que una mayoría de países reconoció de manera formal la necesidad de controlar las emisiones de efecto invernadero, que son las que provocan el calentamiento global que está detrás del cambio climático.
Este tratado ha conocido desde entonces algunas actualizaciones, incluida la de 2015, cuando se firmó el Acuerdo del Clima de París. Dicho documento fijó el objetivo de limitar el calentamiento global “muy por debajo” de los dos grados Celsius, llegando incluso a 1,5 grados, para evitar un cambio climático catastrófico.
La COP26 sería la vigesimosexta cumbre en torno al tema, en la que se espera den una ruta clara para los 196 países que ratificaron el tratado, incluyendo a la Unión Europea. Este encuentro se estará celebrando con un año de retraso por la pandemia de covid-19 que obligó a posponerlo, y ahora el Reino Unido en colaboración con Italia, recibirá a los representantes en Escocia, Glasgow del 31 de octubre al 12 de noviembre.
Guterres ya expresó públicamente su decepción con el resultado de la COP25, y con respecto a la COP26 los indicios que ha dado no son nada alentadores. De igual forma, durante los primeros días de la conferencia, en torno a 120 jefes de Estado (entre los que estará el presidente Joe Biden) y sus representantes se reunirán para mostrar su compromiso político con la ralentización del cambio climático.
Luego de este acto, las delegaciones de cada país, que suelen estar encabezadas por su ministro de Medio Ambiente, inician unos días de negociaciones, actos y encuentros bilaterales para hacer patentes sus posiciones, adoptar nuevos compromisos y adherirse a nuevas iniciativas. Toda esta actividad está respaldada por meses de discusiones previas, documentos políticos y propuestas, estas últimas elaboradas por representantes de cada país, por personal de la ONU o por expertos externos.
A la COP26 también acuden organizaciones no gubernamentales y líderes empresariales, y cuenta además con una vertiente abierta al público que incluye sesiones centradas en temas como el impacto del cambio climático en pequeños Estados isleños, en los bosques o en la agricultura. Esta vertiente pública ofrece además exposiciones y otros eventos. El encuentro concluye con la redacción de un texto que recoge los resultados, y que ha de contar con el acuerdo de todos países, fijando la nueva ruta a seguir por los países.
El Acuerdo de París obliga a los países a actualizar sus planes nacionales de acción climática cada cinco años, lo que coincide con la COP26. Se espera, por tanto, que este año presenten planes ambiciosos de cara a 2030, y en ellos tendrán un papel fundamental las llamadas “contribuciones determinadas a nivel nacional. Esto será fundamental, teniendo en consideración que las últimas medidas adoptadas en el año 2015, fueron demasiado modestas como para limitar el aumento de temperaturas a 1,5 grados.
Uno de los objetivos fundamentales de la COP26 es ampliar estos objetivos con vistas a lograr la neutralidad de emisiones de carbono para mediados de siglo. ¿El cumplimiento de dichos objetivos? No sabemos si se concretará, pero en esta cumbre, lo interesante es que cada nación puede escoger cómo alcanzar sus propias metas.
Claro está, en la COP26 será necesario conversar sobre las medidas para mejorar la financiación climática en pos de ayudar a los países más pobres tanto en su transición hacia energías limpias como en su proceso de adaptación general al cambio climático. Se trata de una cuestión de justicia muy importante para muchos países en vías de desarrollo, cuyas poblaciones soportan la mayor parte de la carga del cambio climático por más que ellas son las que menos han contribuido a provocarlo. En 2009 los países ricos prometieron que contribuirían con 100.000 millones de dólares anuales hasta 2020 para ayudar a los países en desarrollo, un objetivo que aún no se ha cumplido. Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea, que se encuentran entre los principales contribuyentes históricos a la emisión de gases de efecto invernadero, están incrementando sus compromisos de financiación. Y, por otro lado, se le está pidiendo a bancos, empresas, aseguradoras e inversores privados que hagan más de lo que están haciendo hasta ahora.
Hay otros objetivos, como ir eliminando paulatinamente el consumo de carbón o desarrollar procedimientos que preserven, restablezcan o regeneren sumideros naturales de carbono, como por ejemplo los bosques. Siendo este otro de los retos que ha hecho descarrilar este tipo de conferencias en el pasado ha sido la cuestión de llegar a un acuerdo que regule la implementación de un sistema de comercio de derechos de emisiones de carbono, algo que se esbozó en el Acuerdo de París. (NF)
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