La reciente reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha generado expectativas sobre cómo abordará los principales conflictos internacionales. Su enfoque en las tensiones entre Rusia y Ucrania, Israel y Palestina, y China y Taiwán será determinante para la estabilidad global.
Desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, Estados Unidos ha brindado apoyo militar y financiero significativo a Kiev. Sin embargo, Trump ha manifestado su intención de reducir este respaldo, argumentando que Europa debería asumir una mayor responsabilidad en la defensa ucraniana. Según El País, esta postura podría forzar a Ucrania a negociar la paz en términos menos favorables, posiblemente cediendo territorios ocupados por Rusia.
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Además, Trump ha declarado que podría resolver el conflicto en «24 horas», sugiriendo una estrategia de congelar los frentes y promover negociaciones. Esta propuesta implica que Ucrania acepte las pérdidas territoriales actuales y se comprometa a no unirse a la OTAN, lo que beneficiaría a Moscú.
En términos financieros, bajo la administración de Joe Biden, Estados Unidos ha proporcionado más de 175.000 millones de dólares en ayuda económica y militar a Ucrania. La reducción o eliminación de este apoyo por parte de Trump podría debilitar significativamente la capacidad de defensa ucraniana. Según El Economista, Moscú controla actualmente el 18% del territorio ucraniano, una cifra que podría aumentar si Ucrania se ve obligada a ceder más tierras en un acuerdo de paz desfavorable.
Por otro lado, la OTAN ha mantenido conversaciones sobre el envío de fuerzas de paz a Ucrania para apoyar un posible alto el fuego. Reino Unido y Francia han debatido la posibilidad de desplegar una fuerza conjunta en territorio ucraniano. Sin embargo, Trump ha expresado su desinterés en que Estados Unidos participe en tales misiones, enfatizando que Europa debe asumir un papel más activo en la resolución del conflicto.
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Durante su primer mandato, Trump mostró un apoyo incondicional a Israel, reconociendo a Jerusalén como su capital y respaldando planes que favorecían los intereses israelíes. En su segundo mandato, se espera que continúe esta línea, otorgando a Israel mayor autonomía en sus acciones en la región. Según El País, esta postura podría desestabilizar aún más la situación en Oriente Medio, especialmente en relación con Irán y grupos como Hezbolá y Hamás.
Recientemente, Trump ha reivindicado su influencia en la negociación de un alto el fuego entre Israel y Hamás, atribuyéndolo al «Efecto Trump». Sin embargo, este acuerdo también ha sido resultado de los esfuerzos de la administración saliente de Joe Biden.
El conflicto de 15 meses en Gaza ha dejado más de 43.000 muertos, según RTVE. La intervención de Trump, a través de su enviado especial Steve Witkoff, un empresario inmobiliario sin experiencia diplomática previa, fue crucial para persuadir al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de aceptar concesiones que facilitaron el alto el fuego. Este acuerdo incluye la liberación de 98 rehenes israelíes y la retirada de tropas de ciertas áreas de Gaza. Sin embargo, la durabilidad del cese al fuego es incierta, dado que facciones dentro de Israel y Hamás podrían oponerse a los términos establecidos.
Además, el plan de paz de Trump para Oriente Medio, conocido como el «Acuerdo del Siglo», proponía una solución de dos estados, pero con condiciones que muchos palestinos consideraron inaceptables. La propuesta incluía la anexión por parte de Israel de asentamientos en Cisjordania y el control de la seguridad en el Valle del Jordán, lo que limitaría significativamente la soberanía del futuro estado palestino. Esta visión unilateral ha sido criticada por diversos actores internacionales, quienes argumentan que podría perpetuar el conflicto en lugar de resolverlo.
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La relación entre China y Taiwán es otro desafío significativo. Trump ha adoptado una postura confrontativa hacia China, implementando políticas comerciales agresivas y fortaleciendo lazos con Taiwán. Su retorno al poder podría intensificar las tensiones en el estrecho de Taiwán, ya que Beijing considera a la isla como parte de su territorio. Según El País, la política de «América Primero» de Trump podría llevar a una mayor confrontación con China, afectando la estabilidad en la región Asia-Pacífico.
Durante su primer mandato, Trump aprobó ventas de armas a Taiwán por un valor de más de 18.000 millones de dólares, fortaleciendo la capacidad defensiva de la isla. Esta acción fue vista por China como una provocación, aumentando las tensiones en la región. Además, Trump ha cuestionado la política de «Una sola China», que ha sido la base de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y China desde la década de 1970. Este cuestionamiento podría llevar a una escalada en las tensiones entre Washington y Beijing.
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Por otro lado, la administración Trump impuso aranceles a productos chinos por un valor de 370.000 millones de dólares, desencadenando una guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo. Esta confrontación económica tuvo repercusiones globales y podría reanudarse en su segundo mandato, afectando no solo a China y Estados Unidos, sino también a sus socios comerciales y a la economía mundial en general.
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