El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dejó claro que no ve con preocupación un eventual fortalecimiento de los lazos comerciales entre China y América Latina, incluso en economías clave como Brasil, México o Argentina.
La declaración llega en medio de una guerra comercial intensificada por su administración, marcada por la imposición de aranceles que buscan proteger la industria estadounidense y reducir déficits comerciales.
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En declaraciones desde el Despacho Oval, el mandatario fue contundente:
No estoy nada preocupado. Pueden hacer lo que quieran”. Para Trump, el desempeño económico de Estados Unidos está en su punto más alto, superando incluso al gigante asiático. “En este momento estamos mejor que cualquier otro país del mundo”, afirmó.
Desde su regreso al poder en enero, Trump ha redoblado la estrategia de presión sobre socios comerciales, imponiendo tarifas aduaneras que entraron en vigor el 7 de agosto. El nuevo esquema contempla un gravamen del 10 % para países con superávit comercial con Estados Unidos, mientras que en casos específicos, como Brasil, las tasas escalan hasta un 50 %.
El presidente justificó esta medida acusando a Brasil de ser “un socio comercial horrible” en materia de aranceles y de mantener “leyes muy malas” que afectan a los intereses estadounidenses. Además, vinculó la decisión a la situación política que atraviesa el país sudamericano, señalando que el proceso judicial contra el expresidente Jair Bolsonaro es, a su juicio, “una ejecución política”.
En la nueva clasificación arancelaria, los países con déficit comercial frente a EE.UU. tienen un mínimo del 15 %, entre ellos Costa Rica, Ecuador, Venezuela y Bolivia. Por su parte, Chile, Colombia y Argentina se encuentran en la lista de los que mantienen un gravamen del 10 %.
El endurecimiento de estas medidas amenaza directamente a sectores estratégicos, sobre todo a las exportaciones agrícolas, que son esenciales para la economía de varias naciones latinoamericanas. Productos como soja, café, banano, carne y frutas tropicales podrían perder competitividad en el mercado estadounidense debido al aumento de costos.
Ante este panorama, muchos países de la región se ven forzados a buscar nuevos socios comerciales y a diversificar sus destinos de exportación. En este contexto, China se posiciona como un socio estratégico clave, no solo por su tamaño de mercado, sino también por su creciente demanda de materias primas y alimentos.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció que su gobierno lanzará una ofensiva comercial global para reducir la dependencia de Estados Unidos. Brasil ya ha entablado conversaciones con India, China y Sudáfrica, y tiene previsto ampliar estos contactos hacia Francia, Alemania y otras economías europeas. El objetivo es abrir nuevas rutas de exportación y garantizar estabilidad a los sectores productivos más afectados por los aranceles.
Este cambio de estrategia no se limita a Brasil. Países como Ecuador, Colombia y Perú también han comenzado a explorar acuerdos con Asia y Europa, mientras que México mantiene su atención en diversificar su comercio, aunque su cercanía geográfica y su integración en el T-MEC lo mantienen como socio prioritario de Washington.
El eventual fortalecimiento de lazos entre China y América Latina podría tener repercusiones geopolíticas. No solo se trata de comercio, sino también de influencia política, inversiones en infraestructura y financiamiento. La llamada “Nueva Ruta de la Seda” impulsada por Pekín ya ha captado el interés de varios gobiernos de la región, que ven en ella una oportunidad para acceder a capital y tecnología.
El escenario que se dibuja es el de una competencia abierta por el mercado latinoamericano. Estados Unidos busca mantener su posición histórica como socio dominante, mientras que China, India y la Unión Europea intensifican sus esfuerzos por ganar terreno.
Aunque Trump asegura no estar preocupado, la realidad es que una alianza económica más sólida entre China y América Latina podría modificar las rutas de comercio internacional y desafiar el liderazgo estadounidense en la región.
En este contexto, el reto para los países latinoamericanos será lograr un equilibrio entre las oportunidades que ofrece la diversificación de mercados y los riesgos que conlleva una mayor dependencia de economías externas, en un entorno global cada vez más volátil y competitivo.
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