Este 2021, es un año para superar definitivamente el coronavirus y la crisis sanitaria y económica que ha dejado. El Banco Mundial ha predicho que este será el año de la recuperación económica, pero ahora estaremos enfrentando algo mucho mayor: el cambio climático y la necesidad de una mejora inminente en la calidad de vida de las personas. La respuesta a esto: la Responsabilidad Social Empresarial.
La agenda de Davos, es apenas un encuentro con una mínima porción de las voces que claman por un cambio en las políticas gubernamentales y empresariales, que ayuden a reducir de alguna forma el impacto ambiental que tienen sus proceso. No obstante, la realidad que ha traído el covid-19 ha acelerado el proceso de asumir la responsabilidad social empresarial como una política sustentable para los negocios.
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República Dominicana no se ha quedado atrás, desde el 2008 ha tenido una agenda de trabajo constante, que las instituciones han seguido en un esfuerzo por mejorar la calidad de vida de los dominicanos. De hecho en el año 2020, el apoyo de las empresas dominicanas al pueblo, ha marcado un hito en el tema de la responsabilidad social empresarial generando lazos inquebrantables y mayor reconocimiento de marca por parte de la población. ¿El resultado para las empresas? Mayor facturación, sobrevivir a la pandemia, mayor confiabilidad y seguridad para sus trabajadores y comunidades que impactaron.
LA REALIDAD AMBIENTAL DOMINICANA. Desde antes del 2008 el estado dominicano ha tenido en agenda el cambio climático producido en un inicio por la desforestación, para luego ser una consecuencia de los cambios en la sociedad al pasar de lo rural a lo urbano. El antiguo secretario de estado Omar Ramírez Tejada, en una entrevista a Revista Mercado, mostró para aquel entonces cómo los problemas «tienen que ver con el manejo de residuos sólidos y aguas residuales, porque hace 25 años el 65% de la población vivía en zonas rurales y hoy más del 60% vive en los centros urbanos. Los problemas han evolucionado y cambian de un sector a otro”.
Es así como en el 2008 el país pasa de la ‘Agenda Verde’, a una ‘Agenda Marrón’ que tuvo que ver con las acciones tendientes a prevenir y remediar la contaminación producida por los procesos productivos de transformación de materias primas, a través la gestión ambiental, que tiene que ver con los permisos y fiscalización del aparato productivo nacional y su relación con el entorno.
UNA VIEJA META
-10%
Se esperaba que al
2015, República
Dominicana
disminuyera
el uso de
combustibles
fósiles, que para el momento alcanzaba el 88%
del total utilizado
en el país. El
10% debería ser
reemplazado por
energía limpia renovable.
Pese al esfuerzo realizado, aún hoy no se ha podido cumplir con esta meta que luego en el 2015 gracias al acuerdo de París se ha colocado un poco más alta. En este nuevo pacto, República Dominicana se ha comprometido a disminuir las emisiones de carbono en un 25% entre el 2020 y el 2030. Sin embargo, tal como lo explica Bill Gates en su libro How to avoid a climate disaster, los esfuerzos de un gobierno no son suficientes si sus empresarios y por consiguientes sus consumidores no toman acción.
La industrialización se ha convertido en una gran bola de nieve, que ha desplazado la Responsabilidad Social Empresarial y su rol dentro de la reducción de las emisiones, hacia un terreno de filantropía más que un requisito indispensable para que los negocios sean sostenibles y el mercado se mantenga con vida.
LA VIDA DE LOS BOSQUES. Otra de las metas que tuvimos como país desde el 2008, se refiere a la deforestación. Para la fecha, el ex secretario de estado reveló a Revista Mercado que, con respecto a la cobertura boscosa, República Dominicana era uno de los cuatros países que estaban por sobre la media de Latinoamérica. Para la fecha se tenía un 32%, por lo que el gobierno adquirió el compromiso de alcanzar para el 2015 un 35% de cobertura vegetal, lo que es un gran esfuerzo, porque requiere una gran inversión.
El país hermano de Haití pasó a ser un ejemplo de lo que sucede a la tierra con la práctica de la deforestación. De hecho, para el 2019 Haití tenía forestada solo un 3.5% de su superficie mientras que República Dominicana contaba con 40%.
Sin embargo, esta meta cumplida con los bosques del país ha significado un esfuerzo conjunto del sector público y privado, así como numerosas campañas de consciencia, que han sido protagonizadas por los grandes empresarios. Quienes desde entonces han mostrado una consciencia mucho más avanzada en el empresariado dominicano de lo que había en años anteriores, en el sentido de que ya no ven al Medio Ambiente como un freno para su desarrollo, sino como un componente importante para la misma elaboración de sus productos.
De hecho, República Dominicana al suscribir tratados de libre comercio, necesita un reforzamiento en la aplicación de legislación ambiental, porque las normas internacionales han sido estandarizadas y las empresas que quieran acceder a los grandes mercados mundiales como el de Estados Unidos tienen que
estar a la altura de sus competidores. El secretario de gobierno, Ramírez Tejada anticipó que vendría una etapa de certificación ambiental, en la que las empresas deberían operar bajo estándares ambientales de cero impacto, porque los consumidores son cada vez más exigentes y prefieren productos certificados. Así, quien contamina, paga.
De hecho, desde el 2008 República Dominicana se convirtió en un ejemplo para la región, luego de que el empresariado incorporara la norma ISO 14001, con lo que asume la Responsabilidad Social Corporativa
Ambiental, lo que ha dado origen a iniciativas como la Red de Empresarios Nacionales para la Protección Ambiental, RENAEPA. Por otra parte, República Dominicana se convirtió en uno de los principales productores de banano, café y cacao orgánico del mundo, abriendo un interesante nicho en este particular mercado que cada día se hace más fuerte a nivel mundial.