Los equipos ejecutivos que logran un rendimiento extraordinario comparten características distintivas que los diferencian de otros. Estos equipos sobresalen no solo por la excelencia técnica de cada miembro, sino también por una dinámica interna que, aunque desafiante, impulsa su crecimiento y efectividad.
La capacidad de estos equipos para manejar objetivos ambiciosos y tensiones internas de manera productiva crea un entorno donde la innovación y el impacto son posibles.
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Una característica fundamental de estos equipos es la contribución sobresaliente que cada miembro aporta al conjunto. No se trata solo de reunir individuos talentosos, sino de integrar habilidades que se complementan entre sí. Además de poseer una sólida capacidad analítica, los integrantes traen una combinación de experiencias, persistencia, agilidad mental y destrezas comunicativas.
Cada miembro se convierte en una pieza esencial, y juntos forman una estructura de capacidades y talentos interconectados que les permite abordar retos complejos y amplios.
Otra característica que define a los equipos excepcionales es la magnitud de los objetivos que persiguen. Estos equipos no se conforman con logros ordinarios; en cambio, se enfocan en metas que buscan generar un impacto significativo en la sociedad. Algunos ejemplos son equipos que trabajan para impulsar la transición hacia energías sostenibles, promover la creatividad en futuras generaciones o democratizar el acceso a las inversiones.
Al proponerse estas misiones, los equipos excepcionales encuentran un propósito trascendente que los motiva a trabajar de manera apasionada y comprometida. Esta aspiración compartida también refuerza la cohesión del equipo, alineando sus esfuerzos hacia un objetivo común de alto valor.
La tercera característica, y quizás la menos evidente, es la “tensión generativa” que caracteriza sus interacciones. A diferencia de otros equipos, estos grupos excepcionales prosperan en un ambiente de fricción positiva, donde las discusiones intensas, los desacuerdos constructivos y hasta la impaciencia son comunes.
Esta tensión no es destructiva; en realidad, actúa como un catalizador que impulsa a los miembros a reflexionar, cuestionar y mejorar. Es un delicado equilibrio en el que se aprovechan las diferencias de opinión y perspectivas para enriquecer las decisiones y mantener la energía del equipo enfocada en el logro de sus metas.
Observar el funcionamiento de estos equipos proporciona valiosas lecciones que otros pueden aplicar para mejorar su propio desempeño. La primera lección es aceptar la imperfección y la tensión como componentes esenciales de la colaboración efectiva. Los equipos excepcionales logran grandes avances a pesar de que sus interacciones pueden ser incómodas o incluso agotadoras. Sin embargo, es importante distinguir entre una fricción constructiva y una dinámica insalubre.
Mantener este equilibrio requiere consciencia y una habilidad especial para regular las interacciones y prevenir que los conflictos se vuelvan tóxicos.
La segunda lección implica desarrollar un alto grado de autoconocimiento y control emocional. Los equipos de alto rendimiento necesitan saber gestionar la tensión generativa de manera consciente y estratégica. Algunos equipos excepcionales reservan tiempos y espacios dedicados exclusivamente a sus reuniones, considerándolos tan importantes como los encuentros de junta directiva.
Esta práctica no solo permite que se mantengan enfocados en sus tareas, sino que también establece un marco de respeto y seriedad que fortalece su compromiso con el trabajo en equipo.
Finalmente, la tercera lección es mantener una ética firme y evitar caer en la arrogancia o la autocomplacencia. A medida que los equipos excepcionales alcanzan éxitos notables, enfrentan la tentación de perder su humildad y sensibilidad social. Algunos miembros, como medida de autocontrol, eligen evitar lujos excesivos o símbolos de estatus que puedan desensibilizarlos de su misión.
Por ejemplo, un miembro decidió siempre volar en clase turista, recordando que mantenerse conectado con la realidad es crucial para no perder de vista los valores que impulsaron al equipo en primer lugar.
Ser parte de un equipo excepcional no es fácil; de hecho, puede ser frustrante y desafiante. Estos equipos suelen ser imperfectos, llenos de intensidad y, en ocasiones, de conflictos. Sin embargo, en lugar de buscar una armonía idealizada, los equipos excepcionales aceptan que la tensión y la fricción son parte inherente de su proceso. No existe un equilibrio perfecto ni una fórmula mágica que resuelva todas las diferencias; en cambio, estos equipos reconocen que el progreso continuo surge de la habilidad para transformar la tensión en una fuerza creativa.
Para los equipos que aspiran a replicar este nivel de colaboración, el desafío consiste en aprender a gestionar la tensión y establecer mecanismos éticos que los mantengan conectados con sus valores. La habilidad para regular estas dinámicas es clave para que la presión no se vuelva abrumadora ni destructiva. Los equipos excepcionales muestran que la tensión, bien administrada, no es un obstáculo, sino una fuente de energía que puede ser canalizada hacia la grandeza.
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