Vivimos envueltos en un entorno tumultuoso. La pandemia, la economía, la guerra, la política divisiva, la naturaleza cambiante del trabajo y la continua incertidumbre, generan un torrente emociones en casi todos. Y esas emociones, sin duda, tienen un impacto en el compromiso de las personas en el trabajo.
Para abordar este problema, muchas organizaciones están priorizando el cuidado de los empleados. Sin embargo, a pesar de los innumerables esfuerzos bien intencionados, una encuesta de la consultora Deloitte a 1,000 profesionales sacó una inquietante conclusión: estamos fallando.
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El estudio detectó que el principal impulsor del agotamiento es la falta de apoyo o reconocimiento por parte del liderazgo.
Una forma simple pero poderosa de conectarse y cuidar a los empleados es reconocer sus emociones, especialmente las negativas. Las investigaciones muestran que identificar o reconocer lo que sienten los demás genera confianza.
La retroalimentación positiva o reconocimiento hace que los miembros de la comunidad se sientan valorados, reduce las diferencias de poder y estatus entre ellos, y puede aumentar el sentido de pertenencia de todos. Aunque el reconocimiento no cuesta prácticamente nada, es una herramienta que los líderes y las organizaciones subutilizan.
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Cuando somos reconocidos por los miembros de nuestra comunidad, sentimos un vínculo más estrecho con ellos. Esto también es lo que Tony Schwartz, fundador y CEO de Energy Project (que se enfoca en el bienestar corporativo), descubrió antes de la pandemia, cuando su organización entrevistó a cirujanos cardíacos y sus enfermeros de cuidados intensivos en un hospital grande y conocido, donde la falta de personal, las largas horas y el agotamiento eran generalizados.
El equipo de Schwartz preguntó a docenas de enfermeros cuál era el mayor desafío al que se enfrentaban en el trabajo. Sorprendentemente, dijeron que era el insuficiente aprecio de los cirujanos cuyos pacientes atendieron con tanta devoción.
Schwartz y su equipo luego acudieron a los cirujanos, quienes estaban mucho mejor remunerados que los enfermeros, pero trabajaban en condiciones difíciles y de alto estrés. ¿Cuál fue su mayor desafío? Una vez más, el equipo se sorprendió. La respuesta más común fue la falta de reconocimiento por parte de los administradores del hospital.
Tiene sentido que las culturas solidarias importen. Recibir elogios libera dopamina, que se asocia con el bienestar y la alegría, mientras que la gratitud le da a ambas partes un impulso en el estado de ánimo. Especialmente en el caso de las personas que se sienten desconectadas y solas, el reconocimiento es más difícil de conseguir y más necesario, porque ayuda a construir relaciones.
Los investigadores Sigale Barsade y Olivia O’Neill estudiaron el “amor de compañía” (que describieron como «sentimientos de afecto, compasión, cuidado y ternura por los demás») a largo plazo, en un gran centro de atención médica y hospital, en el transcurso de 16 meses.
Los empleados que sentían cariño por parte de sus colegas tenían menos agotamiento emocional, menos ausentismo, mejor trabajo en equipo y mayor satisfacción. Los beneficios fluyeron hacia los pacientes, quienes informaron estados de ánimo más positivos, una mejor calidad de vida, mejores resultados de salud y menos viajes a la sala de emergencias. Las familias reportaron mayor satisfacción y disposición a recomendar.
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Después, para probar si esto era exclusivo de la atención médica, los investigadores encuestaron a 3,201 empleados en siete industrias diferentes, desde servicios financieros hasta bienes raíces, y encontraron resultados similares: Los empleados que se sentían libres para expresar cuidado, afecto y compasión por los demás estaban más satisfechos y comprometidos con la organización.
Elevar tanto a los individuos como a los equipos, y reconocer las emociones, construye comunidades más fuertes, incrementa la confianza y ayuda a las personas a sentirse cuidadas. Dado que el entorno actual sigue siendo incierto, involucrar a los empleados de esta manera es más importante que nunca.
De Harvard Business Review, por Christine Porath y Adriene Boissy
(Christine Porath es profesora de administración en Georgetown University y una consultora que ayuda a organizaciones líderes a crear lugares de trabajo prósperos. Adrienne Boissy, M.D., M.A., es la directora médica de Qualtrics y neuróloga y exdirectora de experiencias del cliente en la Cleveland Clinic)
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