Lo bueno, lo malo y lo feo de la tendencia laboral que, predicen, no se irá aunque inventen una vacuna efectiva contra el coronavirus.
Carlos Arturo Guisarre
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Muchas personas no se habían reincorporado todavía presencialmente a su puesto de trabajo en el mundo cuando la amenaza de nuevos rebrotes les ha alargado su primera gran experiencia de teletrabajo. El ejercicio en remoto ha pasado en los últimos cuatro meses de ser algo anecdótico a una rutina habitual. Y en muchos de estos casos, la voluntad es que este proceso sea algo irreversible.
Las dinámicas que han regido, en la mayoría de casos, durante el teletrabajo de emergencia y sin planificación deben ser revisadas para evitar potenciales riesgos. Tanto para los resultados de la compañía como para la salud del trabajador. Fatiga, estrés, sobrecarga de información o sensación de que el trabajo desborda son algunos de los posibles peligros para la salud del empleado que puede provocar una mala adaptación de esta nueva fórmula de jornada laboral. No es la solución a todos los problemas, es un modo de trabajo con sus pros y sus contras.
¿Por qué hasta ahora el teletrabajo había sido algo minoritario? Muchas empresas tenían miedo al cambio y a perder el control sobre sus empleados. La pandemia ha precipitado ese cambio y ahora las empresas deben ver cómo domarlo. Cada organización tiene que plantearse cómo de madura está para decidir cuántos días a la semana de teletrabajo puede asumir.
Sobre hasta cuántos días debe extenderse el teletrabajo hay disenso, porque incluso si se aplica al 100 % de la jornada puede erosionar la cohesión del grupo; otros dicen que todo depende del perfil del empleado y que puede compensarse con dinámicas concentradas en poco tiempo y sindicatos europeos abogan por no superar los tres días a la semana. Lo que está claro es que en muchos casos el teletrabajo no desaparecerá una vez remita el virus.
Uno de los pros más evidentes es el ahorro de tiempo que supone el teletrabajo en los desplazamientos, sobre todo para aquellos trabajadores que viven más alejados de su centro de trabajo o con malas conexiones de transporte público o tapones recurrentes). No obstante, quedarse en casa no es una buena opción para todo el mundo, por espacio o por responsabilidades familiares.
Otro pro del teletrabajo es que puede aumentar la productividad debido a un mayor compromiso de los empleados, pues tienen una percepción de mayor autonomía sobre su tiempo cuando ejercen a distancia y sin la presencia directa de sus superiores, que cuando lo hacen desde la oficina.
No obstante, esa ausencia física también comporta riesgos. Hay un peligro de no recibir feed back de los jefes y tener más problemas para ser promocionado que alguien que recurrentemente esté en la oficina.
Que la oficina, como espacio físico, pierda centralidad, tampoco está exento de aristas. De la misma manera que un empleado puede alejarse del ajetreo de la ciudad para trabajar a distancia desde una casa de campo, el empresario también puede optar por ir más allá y contratar en el extranjero.
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