El abrazo entre Luiz Inácio Lula da Silva y Alberto Fernández en la Casa Rosada de Buenos Aires escenificó un sueño conjunto. Brasil y Argentina, unidos por una moneda común. El proyecto une las voluntades de dos grandes del continente y, en primera instancia, incluiría al resto de miembros del Mercosur, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, la aspiración de fondo iría encaminada a construir una región unida, una suerte de Unión Europea (UE) en Sudamérica (quién sabe si en toda América Latina).
Estas son algunas claves que se van conociendo sobre el proyecto de divisa, que ya tiene nombre: Sur.
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El cambio de gobierno en Brasil ha supuesto un impulso para un reto que no es nuevo. Jair Bolsonaro siempre rechazó la moneda común, pero Lula, con un espíritu más regionalista, apunta a liderar los siguientes pasos junto a su homólogo argentino, Alberto Fernández. Ambos países suman el 95.5 % del Producto Interno Bruto del Mercosur, y el 59.5 % de PIB de Sudamérica (datos de 2021 del Banco Mundial), lo que da idea de su potencial.
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El proyecto de moneda común tiene como principal objetivo liberarse de la dependencia del dólar que ambas economías tienen a la hora de comerciar. Sur no funcionaría como una divisa al uso (el real y el peso se mantendrían en los bolsillos de los ciudadanos), sino que se utilizaría para transacciones comerciales entre los países involucrados.
Hoy comienza una nueva era en las relaciones entre la Argentina y Brasil, un vínculo profundo que durará por décadas.
Querido @LulaOficial, esta es tu casa. Latinoamérica soñó con tu regreso y hoy te abraza de nuevo ♥️ pic.twitter.com/MF6wEVcELS
— Alberto Fernández (@alferdez) January 23, 2023
En cifras de 2020 del Observatorio de Complejidad Económico, el destino principal de las exportaciones Argentina fue precisamente Brasil, con operaciones por valor de US$7.67 mil millones. Los productos más comercializados fueron camiones de entrega (20.2 %), trigo (11.9 %) y carros (8.2 %). Brasil, por su parte, exportó US$8.57 mil millones a su vecino del sur, con carros (16.4 %), piezas y accesorios de vehículos (6.55 %) y camiones de entrega (5.1 %) como bienes principales. Fue el tercer destino de sus productos, tras China (US$67.9 mil millones) y EE.UU. (US$21.9 mil millones).
Actualmente, estas exportaciones se mueven en dólares, una moneda ajena sobre la que no tienen poder de decisión. Pasarse a una divisa propia les permitiría establecer políticas monetarias propias, como devaluaciones, aumentos de valor, etc.
«No podemos, en pleno siglo XXI, seguir haciendo lo mismo que hacíamos en el siglo XX», afirmó Lula, que definió el proyecto como «un salto de calidad» en las relaciones comerciales y financieras, reduciendo «costos operativos y nuestra vulnerabilidad externa». Fernández fue más allá, en declaraciones recogidas por la agencia EFE. «No sabemos cómo podría funcionar una moneda común entre Argentina y Brasil, y tampoco sabemos cómo funcionaría una moneda común en la región», apuntó. «Lo que sí sabemos es cómo funcionan las economías dependiendo de monedas extranjeras, y lo nocivo de todo eso«.
Uma boa relação entre Brasil e Argentina traz crescimentos para os nossos países. Hoje é um dia de celebração, pela retomada de parcerias e diálogo. Vamos trabalhar juntos, @alferdez! 🇧🇷🇦🇷
🎥: @ricardostuckert pic.twitter.com/IKlRnHL9L7
— Lula (@LulaOficial) January 23, 2023
Lula y Fernández escenificaron la convicción de que la moneda común empoderaría a la región en términos económicos y comerciales. Sin embargo, el camino parece largo y repleto de retos. Lo demuestra la inevitable comparación con el euro. Pese a las enormes diferencias de contexto y proyecto, la experiencia de la moneda común de la UE sirve para señalar algunas de las cuestiones a solventar por Brasil y Argentina. Desafíos que invitan a pensar en un escenario a largo plazo.
El euro entró en circulación el 1 de enero de 2002, pero el contexto que lo permitió comenzó a construirse décadas antes. Una de las bases que sostienen a la moneda comunitaria de la UE es el mercado común, nacido de los Tratados de Roma. Los acuerdos se firmaron en 1957 por Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, y supusieron el nacimiento de la Comunidad Económica Europea (germen de la actual UE).
Lula y Fernández son conscientes de que un paso similar sería indispensable para que la moneda común funcionase. «Tenemos la intención de superar las barreras a nuestros intercambios, simplificar y modernizar las reglas», apuntó, en ese sentido, Lula.
Como recoge EFE, ambos presidentes insistieron en la importancia de reforzar el Mercosur y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Esta última nació en 2008 pero, después de un goteo incesante de salidas y cambios políticos (el organismo está muy asociado a la izquierda), actualmente sólo está compuesto por Venezuela, Bolivia, Guyana y Surinam.
Otro escollo importante es la inestabilidad económica y monetaria de Argentina. El país cerró el 2022 con un 94.8 % de inflación interanual y un peso devaluado en un 72.1 % respecto al dólar en solo un año. Existen dos divisas en circulación y no hay un tipo de cambio estable. Se antoja vital que Argentina solucione su funcionamiento interno antes de que pueda embarcarse en una aventura como Sur.
Pese a las evidentes dificultades, el proyecto está en marcha. «Habrá una decisión de estudiar los parámetros necesarios para una moneda común, que incluye desde cuestiones fiscales hasta el tamaño de la economía y el papel de los bancos centrales», declaró el ministro de Economía argentino, Sergio Massa, al Financial Times. De fondo, un deseo de unir una región Sudamérica, cuyo potencial económico ronda el 4 % del PIB mundial.
Los avances escenificados por Lula y Alberto Fernández han provocado la reacción de diversos economistas. «Podría ser atractivo y útil para la Argentina, reduciría la presión del dólar», señala en Perfil el especialista en comercio internacional y presidente argentina de la International Chamber of Commerce (ICC), Marcelo Elizondo.
En cuanto al lado brasileño, con una moneda mucho más sólida que el peso, «supongo que la razón por la que Brasil está dispuesto a entrar en esa moneda es geoestratégica. Lula va a querer posicionarse como un líder de la región y para eso va a tener que conceder algunas cosas. Por otro lado, también podría significar vender más a Argentina«.
Hay otra cuestión que genera dudas a Elizondo. «Mucho del comercio bilateral ocurre entre empresas multinacionales que actúan en Argentina, a las cuales les resulta mejor comprar y vender en dólares, que es la moneda que se emplea para más del 73 % de las operaciones comerciales en todo el planeta».
Jorge Colina, presidente de IDESA y consultor externo de organismos como el BID o la UNESCO, cree que, si se dan los condicionantes necesarios para la creación de una moneda común, esta dejaría de ser útil para Argentina. «Para tener una moneda conjunta hay que tener un equilibrio fiscal«, señala a Perfil. «Si Argentina lo tuviera, no le haría falta sumarse a la moneda de otro porque el peso sería fuerte. Entonces, ¿para qué necesita otra moneda?».
En lo positivo, Colina reconoce que Sur daría flexibilidad a Argentina. «No resultaría tan rígido com el dólar, porque en caso de necesitar más de esa moneda común» bastaría con «pedir a Brasil que la emita».
La directora de de C&T Asesores Económicos, María Castiglioni Cotter, afirmó a The Associated Press que la culminación del proyecto requiere otros pasos previos. «Es el final de todo un proceso de integración económico institucional que dura mucho tiempo», afirmó. Entre los requisitos estaría «lograr más comercio y movimiento de capitales«, o constituir un banco central común «que maneje una única política monetaria, lo que implica para cada país renunciar a la suya».
Desde Chile, país observador en Mercosur, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, se mostró prudente. «Primero nos preocuparemos de entender su alcance, su contenido», apuntó. «Si uno analiza la experiencia, que es básicamente la Zona Euro, primero hubo integración comercial y aduanera, y luego vino la integración monetaria. Esto implica no solamente tener una moneda común, sino que un Banco Central común que define una política monetaria conjunta para los países que utilizan esa moneda».
El alcance de la iniciativa ha provocado que a Sur le haya surgido un inesperado apoyo: el de Elon Musk. «Probablemente, una buena idea», tuiteó.
Borja Santamaría
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