Mientras la mayor parte de los países siguen luchando por dejar atrás la crisis de inflación, la segunda mayor potencia del mundo tiene el problema contrario. China ha entrado en deflación y eso podría indicar que su economía no termina de arrancar tras el levantamiento de las medidas contra la pandemia. Por eso, nos preguntamos: ¿es un momento puntual o una tendencia preocupante?
Julio ha dejado la tasa de inflación interanual en cifras negativas para China. El país registra una caída del 0.3 % en los pecios durante los últimos doce meses. Es la primera vez que sucede en los últimos dos años y lo hace cuando las medidas restrictivas de la pandemia ya están levantadas: es decir, cuando el consumo y la economía deberían empezar a impulsarse.
Eso sí, muchos expertos vaticinaban una inflación del -0.4 %, por lo que el dato mejora las previsiones. De hecho, la inflación mensual de julio, que fue del 0.2 %, estuvo tres décimas por encima del -0.1 % estimado por diversos expertos, según apunta la agencia de noticias EFE.
Quizá el dato más preocupante de los ofrecidos por la Oficina Nacional de Estadística (ONE) china es el del Índice de Precios a la Producción, o IPP, que mide los precios del os bienes producidos y vendidos por los productores. Es decir, los precios del punto número uno del proceso de consumo.
Ahí, la caída es del 4.4 % interanual. Las previsiones la estimaban en el -4.1 %, si bien el mes anterior la tasa era del -4.5 %.
Las claves están, según los expertos, en los precios de los alimentos. Julian Evans-Pritchard, de la consultora británica Capital Economics, apunta que hace un año hubo un repute pronunciado del precio de la carne de cerdo en China, fijando una base comparativa elevada que explica, en parte, la deflación actual.
De hecho, la inflación subyacente, que mide la variación de precios dejando al margen la energía y los alimentos, está en el 0.8 %, un valor más alto que en meses anteriores. La inflación en el sector servicios es del 1.2 %, la mayor en los últimos 17 meses.
En el caso del IPP, se preveía en cambio un repunte mayor de la tasa, que sólo creció un 0.1 % respecto al mes anterior pese a la subida en los precios de los combustibles.
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Pese que la inflación se ha destacado como un enemigo poderoso en los últimos dos años, su antagonista, la deflación, es otro escenario que todos los gobiernos quieren evitar.
Que los precios bajen de manera prolongada es síntoma de que el consumo está estancado y, por tanto, la economía no fluye como debería. Eso puede trasladarse al plano de los salarios y también de los empleos. Las empresas venden sus productos a un precio menor, sus márgenes se estrechan, las cuentas comienzan a sufrir y, por tanto, los puestos de trabajo entran en riesgo.
De esta forma, el consumo sigue bajando y la situación se convierte en tendencia, generando una peligrosa espiral. Tratándose de la segunda mayor economía del planeta, la situación podría golpear también fuera de sus fronteras.
Sin embargo, desde China tratan de guardar al calma. «Con la recuperación de la economía china», desarrolla el estadístico de la ONE Dong Lijuan, «la expansión sostenida de la demanda de mercado, la mejora continua de la relación entre la oferta y la demanda y la eliminación progresiva de los efectos de la alta base comparativa del año pasado, se espera que el IPC repunte paulatinamente».
Evans-Pritchard va en una línea similar: «Somos escépticos sobre (la posibilidad de) que China esté entrando en un período prolongado de deflación».
Borja Santamaría, con información de EFE
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