La mayor economía de Europa está en jaque. Alemania atraviesa la que muchos especialistas, sondeados por la agencia alemana DPA, etiquetan como su mayor crisis en los últimos 50 años. La situación es delicada y, con el invierno a la vuelta de la esquina, el panorama se ensombrece a pasos agigantados. Tres factores principales confluyen para poner a a locomotora de la Unión Europea en serios apuros: una inflación que supera las expectativas, la amenaza de una fuerte recesión y la crisis de suministro de gas surgido por la guerra en Ucrania. Está por ver si el «posible sabotaje» al gasoducto Nord Stream tiene alguna incidencia. Un panorama muy desalentador para la cuarta economía del planeta.
El Producto Interno Bruto (PIB) creció un 0.1 % en el segundo trimestre de 2022. Un crecimiento exiguo que podría dar paso a un periodo de recesión. Marc Schattenberg, del Deutsche Bank Research, pronosticó una caída de la economía alemana del 3.5 % en 2023. Es el más pesimista de un nutrido grupo de expertos que, eso sí, coinciden en que el PIB germano se contraerá. Sus efectos se sentirán, por ejemplo, en el mercado laboral.
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El poder adquisitivo de los alemanes también está cayendo como consecuencia de la desorbitada alza de precios. Atendiendo a los datos publicados por la Oficina Federal de Estadística (Destatis), la inflación se ha disparado en Alemania, especialmente en septiembre. Se esperaba una tasa interanual de 9.5 %, pero quedó fijada en el 10 %, la más alta desde la Segunda Guerra Mundial. El aumento mensual del 1.9 %.
Detrás de este impactante aumento se encuentra uno de los grandes problemas de Alemania desde hace varios meses: la energía. Su precio se ha descontrolado, creciendo un 43.9 % respecto a septiembre de 2021. Los alimentos también han sufrido un crecimiento muy abultado, un 18.7 %.
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Las subidas de la tasa de interés del Banco Central Europeo (+1.25 % en seis meses), alcanzando su máximo en 11 años, no han servido, por el momento, para controlar los precios en su principal economía. Por contra, podrían haber afectado al ritmo de su PIB.
La producción, el empleo, los precios… Y el frío. Mucho frío. En un país que se mueve entre los 5º y temperaturas bajo cero en invierno, las dificultades de suministro de gas derivadas de la guerra en Ucrania resultan preocupantes. La dependencia alemana del gas ruso era del 55 % al iniciarse el conflicto armado. Pese a trabajar intensamente para reducirla, con acuerdos con Noruega, Países Bajos o Bélgica, los problemas que se están sucediendo en el gasoducto Nord Stream 1 y 2 ponen a Alemania en alerta.
Según recoge el diario berlinés «Der Tagesspiegel», en opinión del gobierno alemán, las fugas detectadas en el Nord Stream 1 y 2 han terminado para siempre con la actividad del gasoducto ruso. Los ministros de Defensa y de Interior, Christine Lambrecht y Nancy Faeser, califican de «presunto sabotaje» los problemas, sumándose a las consideraciones de los gobiernos danés y sueco.
Faeser habló abiertamente de acto deliberado y que urge esclarecer. Además, reconoció que la profundidad del mar y la fuga persistente de gas «complican» las operaciones de reparación. Alemania está «en estrecho contacto» con las autoridades suecas y daneses, que dirigen las investigaciones.
Pese a que desde Alemania apuntan a que estos problemas no afectará a su suministro, la preocupación se une a una situación muy complicada. La locomotora de Europa sufre para seguir avanzando.
Por Borja Santamaría, con información de EFE
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