En medio de los efectos sanitarios severos que la enfermedad del coronavirus está desatando sobre las ciudades de Estados Unidos, su presidente, Donald Trump, encontró un culpable: la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la persona de su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, un inmunólogo al que el mandatario de la Casa Blanca acusa de ser un “títere del Gobierno de la República Popular China”.
Si bien en el primer cuatrimestre de 2020 Trump decidió retener la cuota estadounidense de membresía al organismo internacional, el brazo de la ONU en la materia de salud, a finales de mayo anunció por medio de un tweet que su nación rompía relaciones con la OMS, alegando que China controla las respuestas de la institución a la pandemia y de que protegía al gobierno comunista al tiempo que el mismo ocultaba la gravedad de lo que estaba ocurriendo en Wuhan a finales de 2019.
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No tiene precedentes que la Casa Blanca comunique al menos la posibilidad de abandonar un organismo perteneciente a la ONU, en especial porque el orden internacional que prima actualmente, que inició con el fin de la Segunda Guerra Mundial, es en gran parte un constructor de los gestores de política foránea estadounidense. En varias oportunidades, Adhanom Ghebreyesus instó al mandatario a
“no politizar la emergencia”
y repensar el impacto que tendría el recorte de la contribución financiera. Sin embargo, su petición no parece haber sido escuchada.
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