Más allá de pasar a la historia como el autor de la que se considera la pintura más famosa del mundo, La Gioconda o Mona Lisa, Leonardo da Vinci es considerado como uno de los más grandes polímatas de la humanidad, esos hombres que tenían un enfoque de 360 grados alrededor de la educación, terreno fértil para reflejar los ideales de los humanistas que florecieron en ese importante periodo de la historia que se llamó Renacimiento.
Es por esta razón que, conmemorando los 500 años de su muerte, el Museo del Louvre le rindió homenaje a través de una exposición que estuvo abierta hasta febrero de 2020, compuesta por 162 obras del maestro, entre pinturas, manuscritos y numerosos dibujos de maquinarias, puentes y artefactos que hablan de la fértil imaginación, talento ilimitado y disciplina que siempre acompañaron al gran artista.
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En toda su carrera, da Vinci no fue un pintor de basta producción, apenas se conocen unas 20 obras Como han concluido los expertos, no por falta de iniciativa, sino más bien debido a la minuciosidad de su técnica y también a sus muchas otras ocupaciones, como fueron la de inventor, diseñador, estudioso de la anatomía y científico.
Este reducido número de creaciones, junto con sus cuadernos con dibujos, diagramas científicos y reflexiones sobre la naturaleza de la pintura, constituyen un legado para las sucesivas generaciones de artistas.
«Para Da Vinci la pintura fue la ciencia suprema. Una ciencia que le permitía representar al mundo. De hecho, la llamó la ciencia divina de la pintura e incluía a todas las demás. Para Leonardo imitar las formas solamente en su aspecto exterior no era suficiente. Se propuso entonces entender de forma profunda la realidad sensible y las leyes que gobiernan nuestro universo», declaró Louis Frank, uno de los comisarios de la exposición.
La exhibición es producto de 10 años de trabajo, y es la más amplia que se haya hecho jamás sobre Da Vinci, para entender su curiosidad científica e inteligencia superior al servicio de la humanidad.
Vinci, cerca de Florencia, es la cuna del genial artista. Nacido en 1452, se formó en las artes, las técnicas y la observación de la naturaleza en el taller de Andrea del Verrocchio, bajo la protección de Lorenzo el Magnífico.
Los últimos años de su vida los pasó en Francia, al amparo de la corte del rey Francisco I. En ese viaje, llevó consigo numerosos dibujos y tres cuadros emblemáticos para el artista: «La Gioconda», el «San Juan Bautista» y «La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana», pinturas en las cuales trabajó durante largos años.
Poco antes de la muerte de Leonardo, Francisco I compró las tres pinturas, razón por la cual en la actualidad están en el Louvre, junto a otros dos lienzos, ‘La Virgen de las rocas’ y ‘La Belle Ferronière’. Con este inventario, y de acuerdo a los expertos, en Francia se encuentra un tercio de la obra pictórica del artista.
Este artículo fue publicado en la revista Colección, edición 2019.
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