Todo empezó con un pequeño insecto de antenas alargadas. David Rockefeller tenía siete años cuando, jugando en una de las propiedades de la familia, encontró un ejemplar de ‘Parandra brunnea‘, un escarabajo bastante común en América del Norte. «Era el más joven de seis hermanos», explica Peter Johnson, coautor de las memorias del magnate y conocido extraoficialmente como el historiador de la familia Rockefeller.
Esta era una actividad que le proporcionaba al empresario gran satisfacción desde su más tierna infancia y que sus padres reforzaron. Con un apellido como el de Rockefeller sellando sus firmas, siendo heredero de la saga de millonarios más célebre del mundo y destinado a presidir uno de los primeros bancos de la nación, no fue tarea complicada que los progenitores del pequeño David consiguieran que un especialista del Museo de Historia Natural de Nueva York introdujese al joven magnate en los secretos de la entomología.
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La pasión le duró toda la vida
La pasión le duró toda la vida. Llegó a reunir 157,000 ejemplares, entre 40,000 y 45,000 capturados por él mismo y el resto comprados, e incluso descubrió una nueva especie en México bautizada en su honor como ‘Diplotaxis rockefelleri‘. Acabó donándolos al Instituto de Anatomía Comparada de la Universidad de Harvard.
Los insectos fueron los primeros pero no los únicos. David y su esposa Peggy coleccionaron durante más de cincuenta años uno de los conjuntos de obras de arte, porcelana, muebles y artes decorativas más valiosos del siglo XX, pasando por los artistas más célebres del mundo, como Picasso, Matisse y Monet, recorriendo una espléndida vajilla de Sèvres realizada en 1809 para Napoleón, o un buda de bronce del periodo Kangxi.
La profusión de arte que llenó sus seis mansiones no tuvo parangón en el panorama coleccionista. David Rockefeller tenía un gran conocimiento del mercado y fue tan astuto como su progenitor al invertir. También le ayudó haber presidido gran parte de su vida el consejo del Museo de Arte Moderno (MoMA). Esta posición le dio acceso a las obras más preciadas que salían a la venta.
Su madre, Abby Aldrich, de hecho, fue una de las creadoras de la institución. Desde esta estirpe, el matrimonio fue también uno de los grandes promotores del arte moderno y de los primeros en entrar en ese mercado. Les gustaba los colores intensos e impulsaron el entendimiento del nuevo canon de artistas como Cézanne, Braque, van Gogh o Gauguin.
En 2018, cumpliéndose un año de su fallecimiento, y siguiendo el que fue su deseo, la casa de subastas Christie’s sacó su colección a subasta con fines benéficos prácticamente en su integridad.
«La colección privada más cara jamás vendida de la historia»
«La colección privada más cara jamás vendida de la historia», fueron las palabras textuales de Jonathan Rendell, director ejecutivo de Christie’s Americas. Y no era para menos. Hablamos de unas cifras que esta casa de subastas ha superado desde aquella celebrada en homenaje al diseñador Yves Saint Laurent en 2009 y que alcanzó los 200 millones de dólares.
En esta ocasión, el lote más caro de los tesoros de los Rockefeller fue ‘Muchacha con una cesta de flores’, del artista Pablo Picasso, adquirido por el matrimonio Rockefeller en 1968, y rematado en un total US$115 millones de dólares.
Le siguieron ‘Nenúfares en flor’, del genial pintor impresionista Claude Monet, sobre el que el martillo cayó en US$84,7 millones, cerrándose un nuevo récord para el artista, y ‘Odalisca tumbada entre magnolias’, de Matisse, que alcanzó US$80,8 millones, también un máximo para el artista francés.
La familia repartió el dinero entre organizaciones sin ánimo de lucro, como el MoMA y la Asociación de las Américas.
Cuando David Rockefeller falleció en 2017 con 101 años, desapareció el último representante vivo del periodo de esplendor que conoció Estados Unidos a principios del siglo XX.
El banquero, que era el multimillonario de mayor edad del mundo, también era el nieto menor, y el único de esta prominente saga que aún seguía con vida desde el primer multimillonario del país, John D. Rockefeller senior (1839-1937), uno de los primeros ‘tiburones’ financieros norteamericanos. En su vida privada y junto a su mujer, Peggy, con quien estuvo casado desde 1940 hasta la muerte de esta, ocurrida en 1996, gozó de un nivel de refinamiento que seguramente no volverá a verse en este mundo. Sin embargo, mientras que el nombre del abuelo se convirtió en sinónimo del capitalismo, el del nieto acabó siendo sinónimo de filantropía.
Michael Bloomberg así lo definió en su panegírico: «No ha habido ningún personaje que haya hecho una contribución mayor a la vida económica y cívica de la ciudad de Nueva York que David Rockefeller. Subió el listón para todos los que desempeñan un papel de liderazgo en los negocios, en los servicios públicos y en las causas benéficas».
Este artículo fue publicado en la revista Colección, edición 2018. Adaptado por pfm.
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