Fue en los espacios más íntimos de los hogares dominicanos donde se gestó el origen del piano de República Dominicana. La tradición de estas familias fue la que ha contribuido a traspasar esta vocación de generación en generación hasta nuestros días, dejando a su paso nombres de grandes maestros, profesores, mecenas y también de aficionados que han hecho y siguen haciendo historia en esta bella partitura que representa este arte, complejo y sublime a partes iguales.
El piano ha sido y es, realmente, a pesar de la dificultad técnica que presenta, el instrumento más estudiado en el país, gracias a una cultura musical efervescente que ha traspasado las fronteras del tiempo y también del espacio.
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Esas melodías, que se entonaban en las residencias y los núcleos familiares más personales y selectos, fueron expandiendo su tono a través de los años hasta configurar una estirpe de reconocidos promotores, de los que tratamos de hacer, desde las más humilde de las intenciones, una selección lo más representativa posible y un merecido homenaje en estas páginas.
Este instrumento rey, siempre desde su trono, encuentra su época dorada entre las décadas de los 60 y los 90. Desde entonces, República Dominicana ha contado con excelentes exponentes de este instrumento que a través de este inconfundible teclado han expresado sus sentimientos y talento invaluable por medio de sus interpretaciones, las cuales se han convertido en muchas ocasiones en auténticos patrimonios culturales.
No es una casualidad que muchos de estos compositores procedieran de la zona norte del país, donde encontramos un artístico núcleo natural de Santiago de los Caballeros y La Vega, fundamentalmente, gracias a la tradición de esas comunidades que se reunían en su tiempo de ocio al son de una serenata y un afinado acorde de piano.
Algunos de los que ya no nos acompañan, pero cuyas melodías perdurarán por siempre son Salvador Sturla, Milton Cruz, Mary Siraguza, Aída Bonnelly, René Rodríguez Milán, Vicente Grisolia, Floralba Delmonte, Elila Mena, Manuel Rueda, Mirian Ariza, Oscar Luis Valdez Mena, y Milagros Beras, entre otros muchos nombres que componen esta historia.
Entre las figuras contemporáneas, tenemos el privilegio de contar con pianistas de la talla de Rafael (Bullumba) Landestoy, Michel Camilo, Manuel Rueda, Gustavo Rodríguez o Manuel Tejada, cuyo talento y sello dominicano está dejando en la cúspide artística a República Dominicana fuera de nuestras fronteras.
Estas figuras, aunque algunas de ellas se han forjado en el ámbito internacional, constituyen grandes referentes de este instrumento en nuestro país y a ellos les debemos la configuración del llamado autor del «Caribe», el cual se define, allá donde va, como un gran pianista de brillante técnica y como un compositor que da sabor caribeño y armonías de jazz a sus creaciones. Lamentablemente, muchos de ellos se fueron a destiempo. Un listado, aquí inconcluso, pero que deja la bandera de la isla que les vio nacer en un escenario privilegiado para la historia de la música.
‘Aunque el piano es un instrumento tan grande y tan complejo, a través de él puedo volcar mi pasión, penas, tristezas y alegrías’
«Aunque el piano es un instrumento tan grande y tan complejo, a través de él puedo volcar mi pasión, penas, tristezas y alegrías», fueron las palabras de la pianista María de Fátima Geraldes al referirse al instrumento al que ha dedicado su vida y trayectoria profesional durante muchos años.
Su verbo pone voz a ese sentimiento que se ha materializado en tantas obras memorables que hoy ponen melodía a la historia de República Dominicana a través de un variado repertorio: el omnipresente
“Los antecedentes que conocemos de la enseñanza del piano en República Dominicana se remontan a las clases privadas que se ejercían en los hogares”, explica Edith Hernández de Windt.
Esposa del genial director de orquesta y maestro del Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo, Julio de Windt, ella es una de las mayores profetas de la enseñanza del piano en República Dominicana, con una trayectoria y dedicación a este instrumento que suma más de cuatro décadas ininterrumpidas.
Si bien la música es la mayor expresión emocional desde el arte de combinar con maestría los sonidos y el tiempo, el mismo Platón apuntaba que
“El entrenamiento musical es un instrumento más potente que cualquier otro porque el ritmo y la armonía encuentran su camino en lo más profundo del alma”
De eso se trata la enseñanza, “de dedicación y compromiso, de elevar el espíritu, y de prodigar las emociones a través de los sonidos incorpóreos de la música”, como describe la crítica de arte y exdirectora del Teatro Nacional Eduardo Brito, Carmen de Heredia. A la combinación y entrega que exige esta magna responsabilidad se ha configurado la obra de los grandes maestros musicales que han nutrido desde su fuente de sabiduría al maravilloso mundo del piano. Ellos también merecen un reconocimiento en estas líneas, así como las instituciones que dirigieron.
En el año 1908 surgió de forma oficial el Liceo Musical, dirigido por el compositor dominicano José de Jesús Ravelo, que sería sustituido posteriormente por el Conservatorio Nacional de Música, en el año 1942. Este constituye en la actualidad la única escuela de enseñanza superior de música de Republica Dominicana. En sus aulas se han formado y graduado las grandes figuras de la música de este país, como el compositor y director dominicano José Antonio Molina, el maestro del jazz Michel Camilo; Ramón Orlando Valoy o, por supuesto, Juan Luis Guerra.
Posteriormente, se inauguró la Escuela Elemental de Música, para la preparación básica. Era el año 1947. La primera academia privada surge en el 1969 y esta se convierte en la Academia Dominicana de Música & Artes en el 1976.
Según explica la profesora Hernández de Windt, egresada del Conservatorio Nacional de Música, también del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y con una especialidad en el Método Orff de Educación Musical, la enseñanza del piano ha evolucionado mucho.
“Antiguamente se estudiaba por años asignaturas como ‘Lectura Musical’ y ‘Teoría’. Sin embargo, hoy en día, estas materias se combinan simultáneamente con el piano”, aclara la maestra.
Este método aligera así la clásica disciplina de enseñanza y abre las puertas al ritmo de las nuevas generaciones.
En todo el país destaca un movimiento estudiantil relevante. En Santiago de los Caballeros se encuentra el Instituto de Cultura y Arte (ICA), el cual ha recibido numerosos reconocimientos como el Premio del Festival de Música Latinoamericano para Piano. Además, las escuelas públicas y privadas de música privadas se han extendido en casi todas las provincias del país.
Una de las cualidades de los grandes artistas que ha concebido República Dominicana es que han compaginado su talento con la dedicación a la docencia, la composición o la gestión cultural.
Si bien, como aclara Hernández de Windt, en cuanto a mecenas musicales ha habido pocos, sí hoy en día se pueden encontrar numerosos patrocinadores que promueven los conciertos y los espectáculos musicales en torno a este instrumento rey, como es el caso de Yolanda Borrás, Directora Ejecutiva de Conciertos de la Villa de Santo Domingo.
Del legado de las figuras de ayer y la efervescencia, dedicación y talento de los grandes pianistas de hoy se va componiendo una partitura histórica en clave criolla que va evolucionando y adaptándose a los avatares de los nuevos tiempos, sin visos de concluir, para seguir educando el oído popular en la melodía inconfundible del piano bajo las notas de los maestros que ponen su ritmo perenne.
Sus manos desprendían la magia que encumbró a este gran maestro de la música como uno de los grandes compositores contemporáneos de República Dominicana. Poseía una simpática y extrovertida personalidad. Afirmaba que “el compositor debe tener el don de la inspiración melódica, lógica e intuición musical”.
Desde esta filosofía que compusieron las notas de su vida, Rafael “Bullumba” Landestoy cuenta en su prolífico atril con más de treinta obras pianísticas selladas con su firma, las cuales han sido divulgadas por destacadas figuras dominicanas del piano como es el caso de René Rodríguez Milán, Milton Cruz, Óscar Luis Valdez Mena y María Fátima Geraldes.
Este hito le convierte en el compositor dominicano más incluido en recitales de música dominicana dentro y fuera del país.
El autor de ‘Carita de ángel’ protagonizó una exitosa vida artística que lo llevó a residir por años en México, Venezuela y Puerto Rico, donde su popularidad lo consagró hasta llevar su música al cine y a la voz de los más importantes cantantes del momento.
Aunque se le atribuyen diferentes géneros, en los últimos veinte años, el maestro Landestoy centró su interés en el estilo de música clásica, una pasión que desarrolló en el Conservatorio de la Nación en Santo Domingo, donde estudió con Mary Siragusa de Geraldes; y posteriormente en el Julliard School de Nueva York.
Títulos como ‘Pesar’, ‘Sin necesidad’, ‘Carita de ángel’ y ‘Yo soy mulata’ se establecieron en las listas de éxitos de todo el continente americano y llevaron la música del genial dominicano al cine, la radio, la televisión y el espectáculo.
Por sus méritos artísticos y musicales recibió numerosos galardones:
Escucha en YouTube «Vals de Santo Domingo», una pieza musical de Rafael «Bullumba» Landestoy.
Uno de los rostros femeninos más importantes de la historia del piano contemporánea de República Dominicana, María de Fátima Geraldes es una de las grandes intérpretes de las obras de Bullumba Landestoy. Su labor de recopilación y divulgación del repertorio dominicano para piano ha culminado con la grabación de un centenar de obras que abarcan cuatro discos compactos, con las obras del maestro Landestoy, Julio Alberto Hernández, Diez Compositores Dominicanos y la obra para piano de Margarita Luna.
Ha sido galardonada con los premios Casandra y El Dorado como artista clásica más destacada en República Dominicana.
Escucha en YouTube «Y fue un sueño», interpretada por Geraldes en el año 2000.
Se inició en la música desde muy pequeño, calificado como “la revelación del 42”. Sus estudios de piano se forjaron con el Maestro Vicente Grisolía y luego con Rafael Arzeno. Más adelante, se trasladaría al Conservatorio Nacional de Música.
Es autor de más de un centenar de composiciones de diversos géneros que abarcan las de corte romántico, folclóricas, así como corales y religiosas, además del merengue. Su arreglo musical a la canción ‘Por amor’ ha sido la canción dominicana de mayor proyección en el mundo, traducida a varios idiomas e interpretada por cantantes.
Por su labor, el maestro Solano ha sido merecedor de grandes reconocimientos como la Orden de Duarte, Sánchez y Mella, otorgada por el Gobierno dominicano. También ha participado como arreglista y productor musical en la serie Canciones Dominicanas en Concierto, que patrocinó E. León Jiménez, el cual contiene un extenso catálogo de piezas indispensables en el cancionero nacional.
Escucha en YouTube, «Una primavera para el mundo», de Rafael Solano.
Compuso su primera canción a los seis años y hoy se consagra como uno de los mayores embajadores de la segunda época de oro del jazz latino. Su inconfundible estilo, marcado por la calidad y pureza de sus notas y un virtuosismo rítmico único, ha hecho historia en la conquista de este género fusión, concebido de forma primigenia en los años 40, desde los arreglos del gran compositor cubano Mario Bauzá.
Sus partituras se nutren de la fusión de los ritmos latinos, evocando la música cubana y brasileña, con nostálgicas tonadas flamencas y formidables ejecuciones que traspasan todas las fronteras. Las audiencias que tienen el privilegio de escucharle en las icónicas cunas del jazz no quedan indiferentes al vilo que traspasa el teclado.
Escucha en YouTube, «Take Five», de Michel Camilo.
Estudió Veterinaria, pero su talento artístico le condujo hacia una carrera bien distinta y versátil desde el Conservatorio Nacional. Se define como compositor, arreglista, además de orquestador y musicalizador. A finales de los años 70 comenzó su trayectoria artística, con las primeras piezas musicales que le catapultaron como uno de los mejores arreglistas de su generación.
En 1996 se aventuró a la composición de bandas sonoras de películas, logrando crear un estilo característico marcado por la fusión de varios ritmos caribeños. Como orquestador, posee también una amplia labor profesional, ligada a populares artistas.
Sus estilo musical, de los más connotados e innovadores, es un culto a la fusión de los ritmos caribeños y en sus piezas combina géneros y estilos propios de nuestras islas. Se le aplaude como un compositor de tremendo “talento y sensibilidad”.
Su última composición ‘El sueño de mi padre’, para orquesta sinfónica y percusión folclórica, en homenaje a su progenitor, mártir de la dictadura trujillista, fue bien laureada por la crítica.
Escucha en YouTube a los maestros Manuel Tejada y Jorge Taveras en el Teatro Nacional.
Completa el prestigioso olimpo de los grandes exponentes de Piano Jazz que tenemos en República Dominicana. Graduado en The Grove School of Music, (1985-1989) en Los Ángeles, California de piano, composición, arreglo, dirección y producción musical, es cofundador del Departamento de Música Moderna del Conservatorio Nacional de Música en 1992 y de la escuela ‘Jazz y Más’ en 1999.
Escucha en YouTube, la interpretación de Gustavo Rodriguez.
No se dedican profesionalmente a la música, pero el talento y pasión de estos personajes componen un espacio singular en el mundo del piano. Por primera vez, sus dedos aficionados nos hacen partícipes de la conexión única que protagonizan con sus pianos y de las historias que encarnan.
Los hermanos Delgado Malagón provienen de una estirpe familiar ligada de una u otra forma a la música. Durante una época de su vida, César Elías Delgado Malagón incluso se dedicó íntegramente a la música. Fue pianista del Coro Nacional por veinte años, donde adquirió un bagaje excepcional en el género de la música clásica.
Su primer instrumento era el piano acordeón, y más tarde se formaría en el piano bajo la dirección de profesores de renombre, formados en los principales centros de música de Estados Unidos. Hoy en día, estos hermanos tocan en su tiempo libre y nunca dejan de estudiar.
Su padre, Manuel de Jesús Troncoso, fue uno de los más importantes compositores de canciones romanticas de República Dominicana, por lo que no era de extrañar que su hijo, Jesús, heredara esta vocación artística.
Aunque, a diferencia de su progenitor, él no se dedicó profesionalmente a la música, Jesús Troncoso toca con maestría y su talento ha sido galardonado en varias ocasiones. Ahora, compagina su gran afición con su trayectoria profesional como abogado.Toca en sus ratos libres, desde el piano histórico que engalana su residencia de descanso y desde la parroquia que frecuenta.
Aída Espaillat nació en el seno de un ambiente familiar profundamente ligado a la música, en una región, entonces, con una gran efervescencia artística: La Vega. Su infancia se desarrolló entre los compases del vals que tocaba su madre al piano, las notas de su padre a la flauta y las sonatinas de sus hermanas.
Así, con tan solo tres años Aída desarrolló un talento increíble y la capacidad de tocar todos los repertorios que llegaban a sus oídos. Nunca tuvo necesidad de poner una partitura en su atril. Ese talento lo cultivó de la mano de grandes maestros, como Gustavo Rodríguez.
Toca el piano desde que era pequeña, aunque su padre no era precisamente un gran aficionado del piano. De hecho, “lo rechazaba”, como recuerda esta aficionada: “Donde entraba un piano salía él”. Pero, ajena a la crítica de su progenitor, continuó su afición de forma ininterrumpida, que ahora suma más de treinta años, gracias al apoyo incondicional de su esposo, quien le regaló el majestuoso piano que hoy viste su sala, propiedad del maestro Quiñones.
Su talento lo cultiva con gran disciplina y dedicación de la mano de grandes profesores con los que ha compartido banqueta durante 25 años.
“Desde pequeña me encantaba visitar ver tocar el piano a mi abuela. Ella tenía muy buen oído musical y me complacía con todas las canciones que le pedía”, recuerda Leonor. Esta educadora de profesión se dedicó a la música desde una corta edad, recibiendo clases de piano de con la profesora Edith Hernández De Windt.
La Academia Dominicana de Música, que dirigía junto a la pianista Milagros Beras, fue su alma máter en esta afición. Pausó su dedicación para centrarse en su profesión, pero 34 años después la ha retomado, “ahora con más madurez y por el simple placer de hacer música”.
Sibarita por excelencia, los grandes placeres de la vida acompañan a Ciro Cascella en todos los ámbitos de su vida: la buena música, la buena gastronomía, el arte… Cada una de ellas compone su válvula de escape para desconectar de la rutina diaria, pero la música y, en concreto, el piano ocupa un lugar privilegiado.
Tiene un total de seis pianos, y cada uno de ellos ocupa un espacio estratégico para “descargar” el estrés de su intensa vida profesional. Su padre fue el gran promotor de esta afición, que pulió con gran dedicación en el Conservatorio Nacional, y ahora con clases periódicas.
Empezó “obligado” a tomar clases de piano cuando tan solo tenía ocho años. Dicen que el talento artístico salta de generación en generación, y este fue el caso de este abogado de profesión con sangre y alma musical. Pasó 45 años sin tocar, y lo retomó hace tres por un “puro accidente de la vida”: acudió a la tienda de Yamaha para adquirir una pieza para su embarcación y salió con un piano.
Encontró a su profesor original, Edith Hernández de Windt y retomó así su afición, o “vicio”, como él describe, que ahora llega a practicar incluso cuatro o cinco horas en un solo día.
Entre su grupo cercano de amigos constan grandes figuras de la música, como Manuel Tejada. Sin embargo, a diferencia de sus contemporáneos, este aficionado tuvo que dejar de lado su afición por el piano, forjada en el Conservatorio Nacional, para dedicarse a fondo a su carrera de Medicina. El paso del tiempo no oxida su pasión.
La precisión de la que es maestro como profesional, la cultiva con un oído privilegiado para la música. A pesar del entusiasmo que proyecta junto al piano, desde su humildad, confiesa que no podría haberse dedicado a este instrumento de forma profesional.
Este artículo fue publicado en nuestra edición Mercado Colección 2017. Página 80-114.
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