«God save the King!«. La última vez que se vivió una coronación fue cuando Isabel II se convirtió en reina, en 1952. Tuvieron que pasar 71 años para que su hijo, ahora el rey Carlos III asumiera el trono, una tarea para la cual se ha preparado toda su vida. Este sábado 6 mayo, el destino llamó a la puerta de la Familia Real. La Abadía de Westminster fue el escenario donde, ante los ojos de Dios y el mundo, se proclamó al nuevo monarca del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Así se vivió la coronación del rey Carlos III y la reina Camila
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Londres despertaba con pronóstico de lluvia, una de las características de esta europea ciudad cosmopolita que semanas y meses antes se apresuraba para afinar todos los detalles de la coronación. Cada calle, desde el Palacio de Buckingham hasta la abadía; a lo largo y ancho del reino. Cuerpos de policía, fuerzas armadas, en tierra, mar y aire, estaban listas para recibir a su nuevo rey y comandante. La multitud se apresuraba a ocupar las calles para atestiguar la procesión y el desfile militar.
Carlos III y su esposa Camila, fueron coronados en una solemne y emotiva ceremonia presidida por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, primado de la iglesia de Inglaterra.
La coronación comenzó a las 10:20 hora local cuando los reyes partieron del Palacio de Buckingham rumbo a la abadía en la carroza «Diamond Jubilee» tirada por seis caballos blancos y escoltada por la Guardia Real.
Con puntualidad británica, el servicio litúrgico inició a las 11:00 horas en presencia de miles de invitados, entre ellos los reyes de España, Felipe VI y Letizia, y representantes religiosos y de los países con los que el Reino Unido mantiene plenas relaciones diplomáticas.
La ceremonia transcurrió con música especialmente seleccionada por el monarca y dirigida por Antonio Pappano, director musical de la Royal Opera House de Londres.
Antes del momento culminante de la coronación, Carlos III fue ungido con aceite consagrado por el arzobispo de Canterbury, el rito religioso más solemne de la liturgia de hoy, que requería que el monarca estuviera temporalmente oculto a la congregación.
El soberano quedó velado por un panel de tela bordada con motivos de ángeles y un árbol con 56 hojas que representan a cada uno de los países de la Mancomunidad Británica de Naciones.
Carlos estuvo sentado en la silla de roble de San Eduardo, considerado el mueble más antiguo del Reino Unido y colocado sobre un piso de mosaico medieval, para la ceremonia de la coronación.
Ataviado con una capa dorada, a Carlos III se le entregaron las distintas insignias reales, que simbolizan sus responsabilidades como el jefe de Estado hasta el día de su muerte.
Así, el rey recibió el orbe del soberano, que simboliza el mundo; el cetro con cruz, que representa el mundo cristiano; y el cetro de la paloma, símbolo del papel espiritual del monarca, así como un guante blanco símbolo de poder.
En el momento más importante, el arzobispo colocó sobre la cabeza del rey la corona de San Eduardo y gritó «Dios salve al Rey» mientras se escuchó el sonido de trompetas y se disparaban cañonazos desde distintos puntos del país, entre ellos de la Torre de Londres.
Luego fue el turno del príncipe Guillermo, heredero de la corona, que besó a su padre en la mejilla.
A la salida de la abadía, Carlos III, que llevaba ya otra corona, la imperial, y Camila fueron llevados el palacio de Buckingham en la carroza dorada de Estado, construida en 1762, escoltados por unos 4.000 miembros de las fuerzas armadas, en un imponente desfile, que estuvo acompañado por el sonido de tambores.
Una vez en palacio, en los jardines, el rey recibió el saludo de los miembros de los distintos regimientos, para remarcar el fuerte vínculo entre monarquía y fuerzas armadas.
El acto final fue la salida al balcón del palacio de los reyes, con los niños que hicieron de pajes y miembros de la familia real que trabajan para la Casa Real, como los príncipes de Gales, Guillermo y Catalina; los duques de Edimburgo, Eduardo y Sofía, y la princesa Ana, hermana del monarca.
Gabriel Rico Albarrán, con información de EFE
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