El legendario cantante mexicano Vicente Fernández falleció este domingo después de más de 60 años de carrera a los 81 años de edad, según confirmó su familia, una pérdida que deja huérfano al país de las rancheras.
El intérprete de «El Rey» y «Mujeres divinas» había dejado los escenarios en 2016 y, aunque apareció varias veces sobre los escenarios, quiso dedicar sus últimos años de vida a descansar y a compartir tiempo con su familia.
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De hecho, en numerosas ocasiones sus descendientes compartieron imágenes familiares que demostraban que las relaciones entre ellos estaban mejor que nunca, a pesar de las acusaciones de acoso que recibió por parte de varias mujeres a inicios de 2021.
Además, la actuación junto a su hijo, el reconocido artista Alejandro Fernández, y su nieto Alex en los Latin Grammy en 2019 fue un gran éxito que recordó el recorrido y el potencial de esta dinastía, que parece no dejar de dar talentos a México.
Tras más de 60 años subido en los escenarios, deja un enorme vacío en los mexicanos el conocido como el rey de la música ranchera, un título forjado a base de entrega, dedicación y una potente e inconfundible voz.
Como dice una de sus más famosas canciones, el llamado «Charro de Huentitán» sigue siendo el rey, y además lo es con el cariño incondicional de un público al que siempre le ha unido una estrecha relación marcada por la devoción y el respeto mutuo.
«Mientras ustedes no dejen de aplaudir, su ‘Chente’ no dejará de cantar», era la frase más esperada de este astro de la canción mexicana, en cuyos conciertos afloraba esa costumbre suya de no soltar el micrófono hasta que cesaran los aplausos.
Esto hacía que sus funciones pudieran prolongarse hasta las tres horas, sin que por ello tuviera que dejar plantado al público al día siguiente por una ronquera o una afonía, según ha dicho alguna vez.
En febrero de 2016 anunció que después de una gira por Centroamérica, Suramérica, España, Estados Unidos y México se retiraría de los escenarios por el temor a que un día pudiera «causar lástima» y «defraudar a su público», al que tanto respeto profesa.
Explicó entonces que a sus 72 años, después de concluir la gira, se dedicaría a disfrutar de sus hijos y nietos en su rancho Tres Potrillos, a las afueras de Guadalajara, en Jalisco, aunque, eso sí, siguió grabando discos y haciendo algunos programas de televisión.
Nacido el 17 de febrero de 1940 en Huentitán el Alto, en el oeste de México, tiene en su haber más de 100 álbumes, y es considerado el cuarto «gallo» entre los ídolos históricos del género de la ranchera, junto a maestros de la talla de Javier Solís, Pedro Infante y Jorge Negrete.
Fernández recibió en estas décadas de trabajo todo tipo de galardones y reconocimientos, entre ellos Grammys y premios Lo Nuestro. Además, regularmente encabeza los listados de la Revista Billboard y en 45 años vendió más de 65 millones de discos.
Con su característico sombrero ancho y siempre en compañía de buen mariachi, actuó en los escenarios más prestigiosos del mundo como el Auditorio Nacional y la Plaza de Toros, en la capital mexicana, el Madison Square Garden y el Radio City Music Hall de Nueva York.
Polifacético como pocos, además de dedicarse a la música, participó en más de 25 películas, donde con frecuencia realizó el papel de charro (personaje que viste el traje típico mexicano y canta rancheras) o vaquero, lo que le valió una estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood.
Hijo de ranchero y ama de casa, con tan sólo seis años Fernández empezó a soñar con una carrera como cantante y cuenta en su biografía que cuando iba a ver las películas de Pedro Infante le decía a su madre que de mayor sería como él.
A finales de 1965 comenzó a hacer visitas a las diferentes compañías discográficas. Tras varios rechazos fue en el verano de 1966 cuando firmó su contrato con CBS México, hoy Sony Music, y grabó algunos de sus primeros éxitos.
En 1976 Fernández era el nuevo rey de la música ranchera tras el éxito de la canción «Volver, Volver», que se convirtió en un himno de dicho género, que se caracteriza por idealizar la vida en el campo y describir desgarradoras historias de amor y desamor.
Uno de los hitos de su carrera se produjo en 1991, cuando un titular a ocho columnas en el periódico estadounidense «The Houston Chronicle» le bautizaba como «El Sinatra de las Rancheras», y se reconocían así sus logros en la música.
Padre de Vicente, Gerardo y Alejandro, sus «tres potrillos», y de Alejandra, hija de una cuñada a la que adoptó como propia, a «Chente» se le debe la popularización de la música ranchera en México y los países de habla hispana.
Comprometido con los suyos, no solo comparte escenario con su hijo Alejandro y Vicente, que han seguido el camino de su padre, sino que también fue el artífice de que su joven chófer en Los Ángeles, originario de Sonora, se adentrara en la música de manera profesional. (EFE)
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